DIEGO, UNA DESPEDIDA SIN CARETAS

Por Guillermo Cieza

«Pudo conservar un instinto de clase que le permitió denunciar al mandamás de la FIFA, Joao Havelange como «traficante de armas», a Macri como »cartonero». Perdió millones de dólares en contratos publicitarios por hacerse cargo de la revolución cubana y bolivariana».

Los pibes y pibas de los barrios populares dijeron presente para acompañar a Diego y poner en evidencia su bronca.

La decisión del gobierno nacional de velar a Diego en la Casa Rosada facilitó que alrededor de un millón de simpatizantes fueran a despedirlo. Fue un acierto, sin lugar a dudas de quienes toman las decisiones de gobierno. Demostraron capacidad y olfato para empalmar con los sentimientos populares.

La derecha trató de disimular que Diego siempre les fue ajeno y frunciendo la nariz se enfocaron en resaltar sus virtudes como futbolista.

El velorio que comenzó como una ceremonia fúnebre muy concurrida, empezó a cambiar cuando en la masividad creciente, se hizo más fuerte la presencia de un sujeto inesperado: los pibes y pibas de los barrios populares. Esos jóvenes no lo vieron jugar a Diego, pero se identificaron con él, sintiéndolo como uno propio, porque crecieron en el mismo barro y cargaron con las mismas mochilas: villero, drogón, parásito social. Y ellos saben que Diego, sufriendo infinitas presiones, nunca los despreció.

La presencia de esos pibes y pibas de los barrios populares en un escenario acordonado por la policía, pronosticaba bardo. Ellos tienen cuentas pendientes desde hace años con el capitalismo argentino y su resguardo, la policía. La chispa fue la decisión de acortar el velorio, pero pudo haber sido cualquier otra. Allí se acabó el show político fúnebre y empezó la pelea cuerpo a cuerpo, las balas de goma, las pedradas. Como le gusta a decir a un conductor televisivo oficialista apareció «la realidad que todos ocultan «. También ese periodista trataba de ocultar la realidad responsabilizando a la familia, Larreta, etc.

Hacía un tiempo que no veía a esos pibes y pibas de barrios en la calle, los fieritas, como decía Diego. No puedo menos que recordar con nostalgia los tiempos de la Anibal Verón. Aquellos años en que todos los analistas del sistema coincidían en que constituían el mayor peligro para la estabilidad política e institucional.

Por un instante se acabó la careteada y las cosas aparecieron como son.
Diego se hubiera cagado de risa

Guillermo Cieza- 27 de noviembre de 2020

Volvemos a publicar lo que dijimos de Diego el 13 de noviembre, cuando salió de la internación. Era casi una despedida (Guillermo Cieza)

Diego fue el mejor futbolista de todos los tiempos. Y si alguien pudo superarlo en condiciones técnicas, él lo superó por picardía y personalidad. Quienes alguna vez transitamos por este deporte, sabemos que se juega al fútbol como se vive. Quienes pudimos disfrutarlo vamos a recordar siempre aquellos dos goles a los ingleses que permitieron el pase a la final en el Mundial de México. ¿Cuál fue mejor? ¿El que hizo con la mano de Dios? ¿O el que gambeteó a cinco jugadores y humilló al arquero? Yo creo que a los rivales les dolió más el primero. Porque que un sudaca le haga trampa a los ingleses…

Son incontables las patadas que recibió Diego en una cancha, pero nunca se lo llevaron por delante, nunca arrugó. Nunca su respuesta fue como la de aquel cabezazo artero que le pegó Pele a José Agustín Mesiano, cuando le rompió el tabique nasal. Si lo expulsaron alguna vez, fue por protestar.
Son incontables las patadas que recibió Diego en la vida. Desde la infancia pobrísima en Villa Fiorito, hasta la oleada de amigos que siempre traen la fama y el dinero, y las secuelas que dejan las drogas del aguante. Hizo cagadas en su vida, pero nunca cagadas grandes.

Pudo conservar un instinto de clase que le permitió denunciar al mandamás de la FIFA, Joao Havelange como «traficante de armas», a Macri como »cartonero». Perdió millones de dólares en contratos publicitarios por hacerse cargo de la revolución cubana y bolivariana.

Eligió dirigir a Gimnasia y Esgrima de La Plata. Quizás por que ese club, se parece más que ninguno a la Argentina. Si fuera por merecimientos, si fuera por pasión, hubiéramos ganado varios campeonatos, el país sería una patria bonita. Pero al final siempre nos joden. Falta suerte, puntería…. Que se yo.

Seguirá la historia de Diego y lo seguiremos queriendo así. En la cancha: el mejor de todos. En la vida: el desorejado, el que no quiso seguir el guion de los mercaderes del fútbol y la política, mostrando las costuras de su falibilidad. Como diría Galeano: «un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses».