NUESTRA AMÉRICA DESPUÉS DE LA PANDEMIA
Por Guillermo Cieza
«Si pretender hacer política obviando la cuestión nacional, la disputa de políticas del Estado y el propio Estado, era un error en que incurría buena parte de nuestras izquierdas sin costos evidentes, repetir esos posicionamientos en la nueva etapa de crisis, conducirá a la peor marginalidad política».
El recorrido histórico previo de la actualidad nuestramericana.
En Nuestramérica tuvimos un proceso de alza de luchas populares a principios del nuevo siglo cuyos antecedentes fueron el Caracazo en 1989 y la insurrección neozapatista en 1994. Esta alza de lucha tuvo sus puntos más altos con las guerras del Agua y del Gas en Bolivia, la insurgencia piquetera y la rebelión popular que derrocó al gobierno en Argentina y las movilizaciones de la CONAIE en Ecuador, que contribuyeron a la destitución de los presidentes Abdala Bucaran en 1997 y Jamil Mahuad en 2002.
Como resultado de ese proceso de lucha hubo un retroceso de las políticas neoliberales y, en algunos países, quienes habían sido protagonistas directos del enfrentamiento a las políticas de ajuste llegaron al gobierno como fue el caso de Bolivia y Venezuela. En otros países se impusieran líneas progresistas dentro de partidos tradicionales como fue el caso de Argentina; y en otros, llegaron al gobierno nuevos partidos y alianzas de centroizquierda como fue el caso de Brasil, Honduras, Uruguay, Paraguay y Ecuador. Estos gobiernos a los que se agrupó bajo el rotulo de «progresistas» tenían en común la promoción de políticas distributivas, la revalorización del papel de los Estados y alianzas diplomáticas que favorecían su posición de distanciamiento frente a la política exterior de Estados Unidos, pero no compartían horizontes estratégicos. En particular había diferencias con Venezuela, que tomando el ejemplo que propuso Cuba hace 50 años, se manifestaba a favor del socialismo y, en menor medida, con Bolivia, que gobernada por un partido que se define como socialista se propuso un modelo de transición que Álvaro García Linera, definió como capitalismo andino amazónico.
Este «bloque progresista» fue casi aniquilado en la segunda década de los 2000. El anticipo fue la destitución de Luis Zelaya en Honduras en 2009, y después vinieron el golpe palaciego contra Fernando Lugo en Paraguay en 2012, la destitución de Dilma Roussef en 2015 en Brasil, el triunfo electoral de Macri en la Argentina en 2015, el viraje neoliberal del sucesor de Rafael Correa, Lenin Moreno elegido presidente de Ecuador en 2017, y el golpe de Estado contra Evo Morales en 2019. En todos estos acontecimientos se advirtió una injerencia directa del gobierno de Estados Unidos que trató de sacarse de encima a presidentes y proyectos de gobierno que no estaban alineados con su política.
A finales de esa década triunfante para el neoliberalismo en Nuestramérica aparece otro ciclo de resistencia popular que se expresa en la rebelión en las calles en Chile contra el gobierno de Piñera que se inició en 2019, en las movilizaciones impulsadas por la CONAIE y los estudiantes en Ecuador, en los paros y jornadas de protesta en Colombia y en las luchas de los pobladores en Haiti.
Esta impugnación a las políticas neoliberales, que ha vuelto a extenderse en el continente, ha contribuido a la supervivencia de Venezuela y Cuba y también a la derrota electoral de los referentes más alineados con la política de Estados Unidos en México y Argentina.
Y en eso estábamos cuando llegó el coronavirus….
Los números rojos de Nuestramérica
La pandemia y la crisis global sorprende a todos los países de Nuestramérica con economías muy debilitadas, endeudados con acreedores internacionales, con modelos productivos insostenibles y con condiciones de vida de la mayoría de la población muy deterioradas. En la última década Nuestramérica ha crecido poco y en forma desigual. El promedio de los PBI de los países apenas subió un 1,9 % anual (cifras CEPAL), pero al distribuirse desigualmente ese crecimiento, los números de la erradicación de la pobreza y sus índices de salud, educación y vivienda son mucho peores.
A modo ilustrativo, Argentina culminó el período macrista con un 35% de pobreza, la deuda externa pública ascendía, en diciembre de 2019, a 323.177 millones, cifra que representaba el 91% del PBI. El país tiene dos millones de desocupados, otros siete millones son trabajadores informales, y 360.000 cobran planes sociales.
Tiene el 43 % de su capacidad industrial ociosa, su producción industrial y sus exportaciones están vinculadas a cadenas de valor que van a ser afectadas por la crisis global. Esto va afectar el ingreso de divisas pero también la provisión de insumos. No llega a autoabastecerse con la extracción convencional de petróleo y la gran apuesta del gobierno anterior y el actual ha sido la reserva de Vaca Muerta a la que se puede acceder solo con la tecnología de fractura hidráulica (fraking). A los daños ambientales que provoca este modo de extracción, se suma que, por la baja de los precios del petróleo, los costos de producción son superiores a su valor en el mercado.
En un momento histórico en el que se anuncia escasez y suba de alimentos en el mundo, el modelo de producción agropecuario está encontrando sus límites. Por el lado de lo agrícola nuestras principales exportaciones no son de alimentos sino de forrajes para alimentar animales confinados. Este modelo de ganadería industrial, al que se considera uno de los grandes responsables de la mutación y propagación de las nuevas enfermedades virósicas, empieza a ser muy cuestionado en el mundo por su evidente peligrosidad. Se agrega además que la casi totalidad de la producción agrícola es insumo-dependiente de herbicidas y fertilizantes que dependen en la mayoría de los casos de las importaciones y del petróleo. Esta dependencia pone obstáculos económicos en un país donde las divisas son escasas.
Agregando nuevas dificultades en el país crece un proceso de desertificación promovido por la agriculturización intensiva, el desmonte y el avance de la frontera agrícola sobre suelos no aptos o más vulnerables, generan un proceso de desertificación que avanza anualmente. Como ejemplo ilustrativo en la Provincia de Santiago del Estero se plantaron 600.000 Ha de soja en tierras que fueron posteriormente abandonadas.
Por el lado de la ganadería nuestro país no puede ilusionarse tampoco en obtener grandes ingresos, sin afectar los precios internos. Es correcto que el mercado mundial va a ser un gran demandante de alimentos de origen animal, que podrían criarse y engordarse a pasto. Pero el stock vacuno es similar a los de la década del 60 del siglo pasado. El ovino ha descendido de 50 millones de cabezas en 1950, a 15 millones en 2019. El ganado porcino y aviar se cría en ciclo completo en condiciones de confinamiento, con las prevenciones comentadas. La producción de leche es la misma que hace 20 años.
El mundo después de la pandemia
Habiendo citado los antecedentes, e ilustrado con algunos números la situación de nuestra economía, intentaré encuadrar mi opinión sobre lo que puede suceder en Nuestramérica, en algunas ideas ya expresadas en un artículo anterior «El mundo después del coronavirus», donde proponía como hipótesis principales:
- La pandemia del coronavirus ha adelantado una crisis global del capitalismo que desde hace tiempo venía siendo pronosticada por analistas. Esta crisis será más profunda y duradera que la del 2008-2009.
- La pandemia también adelantará el recambio de liderazgo mundial de las potencias, donde China tomará la delantera sobre Estados Unidos. Quienes se sintieron superados, en otros momentos históricos de recambio de liderazgos, apelaron a incrementar la confrontación bélica. Esto podría repetirse en las actuales circunstancias.
- El efecto inmediato de la crisis ha sido el retroceso de la globalización y la profundización de la desconexión política y económica entre los países, cuyo ejemplo más ilustrativo es el proceso de desintegración de la Unión Europea. Esta desconexión provocará un repliegue sobre los Estados Nacionales, cuya expresión más extrema es el actual y transitorio cierre de fronteras.
- Desde lo político-ideológico la crisis ha expuesto el carácter criminal de las políticas neoliberales por desarmar las políticas de salud pública implementadas por los Estados Nacionales, dejando la atención de la salud, la investigación científica y farmacológica en manos del mercado.
- También ha demostrado que la Naturaleza puede tomarse revancha y que todas las advertencias de ecólogos y científicas de que este modelo económico de producción y de consumo nos lleva a la catástrofe, no eran alarmistas.
- Finalmente advierte que la próxima crisis puede generarse a partir de la escasez y aumento del precio de los alimentos, provocada porque el actual modo de producción empieza a encontrar límites objetivos. El caso de la peste porcina en los criaderos de cerdos de China y otros países asiáticos, es ilustrativo. Se genera un vacío de oferta que no puede todavía ser reemplazada por la producción agroecológica .
Los Estados Nacionales sacan pecho.
Vivíamos en un mundo que presentaba la contradicción evidente de un mercado internacionalizado y poderes políticos en manos de los Estados Nacionales, con claro predominio de las grandes potencias. Esta contradicción tenía dos posibilidades de resolverse desde el punto de vista capitalista. A partir de una mayor globalización política con la construcción de un Estado supranacional, o con un retroceso en los procesos de globalización económica. Los teóricos del hegemonismo estadounidense, sumaban a la primera variante la promoción de una periferia caótica donde se disolverían Estados e identidades nacionales y los pueblos quedarían envueltos en luchas fraticidas, facilitando el saqueo de sus bienes naturales (modelo Libia).
La cuestión es que esa encrucijada no se daba en un tubo de vacío, sino en el marco del desarrollo de las contradicciones del capitalismo mundial. Quienes avisoraron que la crisis de 2008 no estaba resuelta y que volvería a repetirse con mayor intensidad y duración, no dudaron en cuál era el camino a elegir. Mientras buena parte de la izquierda confundía sus deseos con la realidad, de cómo funciona el mundo y se entusiasmaban con la idea de que las revoluciones serían mundiales y que desaparecerían las fronteras nacionales, mientras el presidente Macri deliraba con que si hacían los deberes lloverían inversiones extranjeras; la derecha neoconservadora encarnada por Donald Trump en Estados Unidos y Boris Johnson en Inglaterra, cerraban fronteras, intentaban acortar cadenas de valor y se preparaban para la nueva etapa.
Este movimiento no es de una lucidez exagerada, apenas supone conocer la historia de la humanidad y sacar conclusiones. En momentos de grandes crisis como han sido las guerras mundiales, el movimiento reflejo de los Estados ha sido replegarse sobre sí mismos tratando de disciplinar a toda la sociedad, incluso a los burgueses, para salvar los intereses estratégicos del capitalismo local. Este movimiento, que partía de la conciencia de que se avecinaba una crisis global, se impuso en todos los países, incluso el nuestro, cuando la pandemia se adelantó a la crisis global. Lo que no previeron Trump y Johnson fue el coronavirus y por eso hoy enfrentan los problemas que tienen. Conviene aclarar que el hecho de que estos personajes hayan sido más perspicaces que Macri, los socialiberales europeos y buena parte de nuestra izquierda, sobre el camino que tomaría el mundo, ese camino no significa necesariamente mayores ventajas para la derecha.
En Venezuela, por ejemplo, un país bloqueado y fuertemente golpeado por la guerra híbrida desatada por Estados Unidos, al iniciarse la epidemia, los analistas de derecha diagnosticaron que era el empujón que faltaba para derrumbar el gobierno de Maduro. Por el contrario, la lucha contra el coronavirus ha fortalecido la unidad nacional en torno al gobierno y ha permitido revalorizar lo existente en salud pública creado por el chavismo, e incluso ha permitido al gobierno tomar mejores decisiones que las que venía tomando.
En el caso argentino: durante décadas los trabajadores de la salud y de la educación lucharon defendiendo los sistemas públicos y gratuitos y por no dejar cuestiones tan sensibles en manos de las empresas privadas. Hoy es evidente que lo quedó en pie de la salud pública, cuyo ejemplo ilustrativo es el desfinanciado Instituto Malbrán, son los baluartes de la lucha contra la pandemia.
En todos los casos ha quedado demostrado que la planificación estatal es la única que ha podido enfrentar la pandemia con resultados satisfactorios. El ejemplo más potente ha sido el de China, cuyo accionar desnuda las incapacidad del capitalismo lumpenizado de Estados Unidos de dar respuestas coherentes. Pero también resulta muy interesante comparar los resultados entre países muy pequeños pero densamente poblados como Cuba y República Dominicana, o aún de países como Colombia y Venezuela donde el papel del Estado, y de la planificación estatal es muy diferente.
Una primera conclusión sobre el tema: La crisis global va a profundizar la desconexión mundial y a reforzar el papel de los Estados Nacionales, y habrá una revalorización popular de sus políticas y una mayor preocupación por quiénes gobiernan. Si pretender hacer política obviando la cuestión nacional, la disputa de políticas del Estado y el propio Estado, era un error en que incurría buena parte de nuestras izquierdas sin costos evidentes, repetir esos posicionamientos en la nueva etapa de crisis, conducirá a la peor marginalidad política
La búsqueda de la manada
El segundo aspecto que me parece necesario considerar, es que en momentos de crisis profunda habrá un movimiento masivo que denominaría «búsqueda de la manada». La manada es la forma natural en que pastaban los rumiantes cuando la Naturaleza incluía la presencia de depredadores. Los animales sabían que el que se aislaba corría peligro de muerte. Esa manada presuponía además la presencia de liderazgos fuertes. Sobre el punto me parece necesario hacer la aclaración que el movimiento de búsqueda de la manada, no significa necesariamente una orientación transformadora. Como para provocar: es muy probable que para enfrentar la crisis el pueblo norteamericano se unifique garantizando la reelección de Trump.
Pero ocurre que este momento histórico de revalorización de los Estados Nacionales y de búsqueda de la manada se da en un contexto particular de fuerte impugnación a las políticas neoliberales.
La ofensiva neoliberal en el plano de lo político, pero también desde lo ideológico que han sufrido los pueblos de Nuestramérica en la última década ha sido enorme. La cultura emprendedora, el culto del individualismo, la prédica anticolectiva y antiorganización, la furia antiestatal como lugar donde pudiera expresarse algún interés colectivo, la promoción de la diferencia sin ninguna pretensión de obtener síntesis mas abarcadoras, la exaltación de los ganadores que son los que existen en los medios o acumulan fortunas y poder, todos los valores del capitalismo exacerbados por la prédica neoliberal quedan desnudados. Los nuevos héroes empiezan a ser los y las médicas y enfermeras, los que juntan la basura y las que atienden comedores comunitarios, los y las productores de alimentos, los pequeños comerciantes, etc.
Las posibilidades de supervivencia se empiezan a medir en cada país en términos de la capacidad de atención y contención de su salud pública. Potencias que se presentaban como grandes líderes mundiales aparecen desbordados por los infectados y los muertos. Pueden ocultar los cadáveres pero no pueden tapar los testimonios de una población aterrada ante la evidencia de que ya no están seguros. Quienes fueron educados en el miedo pero también en la certeza de que en su país estaban protegidos, descubren que están a la intemperie.
Me parece importante señalar entonces que este «volver a la manada» que significa juntarse, cerrar filas, disimular o postergar diferencias, tratar de actuar juntos, tiene en Nuestramérica el condimento especial de que se viene una reanimación de las luchas populares con una fuerte impugnación al neoliberalismo. Entonces cuando hablamos de juntarnos, la cuestión es juntarse en torno a qué o a quién. ¿Podrán los chilenos y chilenas, juntarse en torno al gobierno de Piñeira, que antes de la pandemia tenía un 6% de aprobación? ¿Podrán los ecuatorianos y ecuatorianas juntarse en torno del gobierno de Lenin Moreno, que reprimió al pueblo y hoy oculta cifras de infectados y muertos pero no puede disimular los cadáveres tirados en la calle? ¿Podrán bolivianos y bolivianas aceptar transitar la crisis que se avecina liderados por la ilegítima y racista presidente Jeanine Áñez?
Lo más probable, entonces, es que como dice el compa venezolano Reinaldo Iturriza «Tras la cuarentena, en las calles, nuestros pueblos, tal vez incluso el estadounidense, sabrán hacer lo que corresponde: continuar y profundizar la lucha ya iniciada y saldar las debidas cuentas».
La amenaza contra Venezuela
Las amenazas del gobierno de Estados Unidos poniendo una recompensa por la cabeza de Maduro y amenazándolos con una invasión, quedan muy mal parados ante el hecho objetivo que quien se ofrece como salvador tiene un sistema de salud desbordado por la epidemia y se encamina a tener un millón de infectados, mientras la supuesta “dictadura que oprime al pueblo” está controlando la pandemia. De todas maneras, la historia de Estados Unidos demuestra que no necesita buenos argumentos para iniciar una incursión guerrerista, cuenta una red de no menos de 20 países obsecuentes que pueden apoyar cualquier aventura, entre ellos algunos vecinos a Venezuela como Colombia o Brasil y el apoyo del impresentable Secretario de la OEA. Sus límites no son las Naciones Unidas, sino la decisión de resistir del pueblo venezolano, y el apoyo que puedan prestarle China y Rusia. La pregunta a formularse en todo caso es: ¿Estados Unidos está dispuesto a buscar en lo inmediato una válvula de escape militar a su enorme crisis política, financiera y civilizatoria y a su pérdida de liderazgo mundial? Si la respuesta es afirmativa, no sería descabellado suponer que empiece con una agresión a Venezuela.
Oportunidades y posibilidades
La confluencia de dos factores positivos para las transformaciones sociales, como son el debilitamiento de las burguesías locales por la mayor desconexión mundial y la creciente impugnación a las políticas neoliberales, por parte de amplios sectores populares en Nuestramérica, da marco a una oportunidad de cambios pero no necesariamente los determinan.
Hacen falta una fuerza popular organizada, una institucionalidad revolucionaria y un liderazgo capaz de vincular todas las potencialidades con vocación transformadora. También, la capacidad de sumar sectores que, desde su conciencia e intereses, no superan la condición de victimas dolientes de las políticas extremas del capitalismo. En las grandes crisis mundiales, quienes pudieron capitalizar las crisis en una dirección revolucionaria contaban con esos atributos.
¿Lo construido en las protestas populares y en una larga acumulación previa en Chile, Ecuador y Colombia, será suficiente para voltear en la próxima década a gobiernos represores y corruptos? ¿Podrán en esta nueva etapa de crisis global construir alternativas políticas que se impongan frente a quienes hoy gobiernan sin proyectos de país que contemplen los intereses populares?
Lo que tenemos en nuestro país, por ahora, es un gobierno que se ha manejado bien en la crisis sanitaria, escuchando más a los médicos que a los empresarios, pero que deberá afrontar la crisis financiera global con una economía muy deteriorada y con todas las limitaciones que le impone su proyecto, que no contempla ir a fondo contra los grandes poderes económicos.
Por el lado de quienes manifestamos vocación revolucionaria, estamos bastante lejanos de cualquier posibilidad de poder transformador. Quienes apostaron a subirse al proyecto del candidato que podría derrotar a Macri, parecen haberse desdibujado en el oficialismo y no demuestran haber ganado en incidencia en un momento de grandes definiciones políticas. Quienes en plena crisis sanitaria matizan su cuarentena limitándose a tirarle piedras al gobierno, corren el riesgo de aumentar su marginalidad política. Quienes se quedaron presos de la agenda globalista de la izquierda, se han quedado sin política en la coyuntura y seguirán así por bastante tiempo. Son tiempos de ponerse al hombro la crisis y demostrar que además de buenas propuestas, realizamos acciones concretas para enfrentar la pandemia. Las buenas propuestas han sido las campañas por la auditoria y suspensión de pagos de la deuda externa, a las que se han sumado el reclamo de aumentar la presión impositiva sobre los más ricos, de que se implementen medidas urgentes como la nacionalización de los depósitos bancarios, de control de fuga de capitales, de prohibición de despidos y de garantizar una canasta básica de alimentos y servicios para todos aquellos que pierden la posibilidad de trabajar. Es importante que todas esas propuestas sean formuladas desde una legitimidad política, que sólo se construye poniendo el cuerpo junto a quienes sostienen los servicios esenciales, mitigan el hambre desde los comedores comunitarios, denuncian los abusos represivos y acompañan la bronca de los y las despedidas y de los que, nunca como ahora, no llegan a fin de mes.
En vísperas de una crisis alimentaria mundial deberíamos preocuparnos, no solamente por presionar al Estado para conseguir recursos y repartir solidariamente comida, sino porque cada vez seamos más quienes nos comprometamos en producirlos. La construcción de alternativas revolucionarias que den batalla en todos los terrenos no puede estar despegada de bases materiales que permitan sustentarse con autonomía del Estado.
Son los momentos de crisis los que ponen las manos en el fuego de quienes aspiran a ser revolucionarios. Los que desnudan las construcciones huérfanas, la pobreza política de las sectas, la mediocridad de los burócratas, las falsas ilusiones que promueven quienes formulan sus apuestas desconectados de los procesos populares, o sin tomarse el trabajo de estudiar la realidad.
Son los momentos de crisis los que determinan respetos y la posibilidad de ser escuchados, los que valorizan las construcciones sociales y políticas enraizadas, la capacidad de unir al pueblo, los liderazgos estudiosos, creativos y con las orejas abiertas para aprender y escuchar, la decisión de no confundir nuestros deseos con la realidad concreta a transformar.
Seguramente después del coronavirus en muchos lugares del mundo los pueblos saldrán a «saldar las cuentas». Por experiencia de lucha acumulada, Nuestramérica seguirá estando a la vanguardia.
Guillermo Cieza, 10 de abril de 2020