APUNTES PARA PENSAR «LA NUEVA NORMALIDAD»

Por Guillermo Cieza

«La mayor desconexión de la economía mundial, la revalorización del poder de los Estados, y la crisis financiera por la enorme cantidad de deudas impagables que acumulan los Estados y las empresas,  mejora las posibilidades de que se expresen proyectos nacionales en distintos países con mayor posibilidad de autonomía».  

Si quisiera representar en una imagen la nueva normalidad postpandemia pensaría en un trabajador que está feliz porque ha conseguido cobrar lo que considera una buena remuneración por un trabajo ocasional y utiliza la aplicación de su celular para comprar una ropa de marca. Esta prenda ha sido elaborada en una empresa clandestina donde trabajadores hiperflexibilizados trabajan turnos de 12 horas, sin cobertura sindical o asistencial. Esta fábrica depende de la multinacional dueña de la marca que a su vez es controlada por un fondo de inversión. El trabajador recibe la prenda a domicilio por otro trabajador que cubre el servicio puerta a puerta en su propia bicicleta. Y que debe asumir además del esfuerzo del transporte en un día de calor insoportable, los riesgos de ser asaltado porque el lugar de envio está caracterizado como un barrio peligroso. En el lugar donde vive quien debe recibir el envío, la mayoría de los jóvenes ni trabajan, ni estudian, pero se ilusionan con que, con un golpe de suerte, podrán comprarse el celular de última generación.  

La crisis mundial del capitalismo que anticipó la pandemia, plantea la emergencia de una «nueva normalidad», que va a profundizar algunas líneas que serán continuidad de las que ya se han venido desarrollando:

– Se profundiza el dominio del capitalismo financiero y la apropiación de empresas monopólicas por fondos de inversión, que acentúan la concentración de riqueza en un reducido número de supermillonarios.

– Se valorizan las inversiones en inteligencia artificial, y el llamado «capitalismo de plataformas». El dueño de Amazon ganó en un día 13 mil millones de dólares al subir las acciones de sus empresas el 8%.

– Se valorizan las inversiones en las llamadas energías alternativas, ante la evidencia de que los combustibles fósiles empezarán a escasear a partir de 2025.

– Se valoriza la minería.  Porque en la producción de equipos de inteligencia artificial se utilizan minerales conocidos como «tierras raras». Porque países y empresas que son concientes de la fragilidad del capitalismo de papeles y de las monedas,  buscarán resguardarse con la acumulación de reservas de oro.

– Desaparición de amplios sectores de la clase media que se ocupan de la producción agropecuaria, el pequeño comercio o el suministro de servicio en pequeña escala. Proletarización de la clase profesional: médicos, docentes, ingenieros, etc. Los médicos pasaron de ser profesionales liberales a ser carne de cañón para enfrentar la pandemia. Valorización de los empleos de cuidados como nuevo servicio para quien pueda pagarlos.

– Se agudizarán los efectos de la crisis del 2008 sobre el empleo. Habrá una pérdida de millones de empleos formales, flexibilización, uberización y  teletrabajo. Aumento de los procesos de automatización y robótica, proliferación de maquilas y trabajo esclavo, reemplazo del empleo por el empleo basura. Aumento de los desempleados netos o encubiertos, que viven de planes sociales.  Aumento de la «población sobrante». Control de la natalidad

– Cambios en la hegemonía mundial. Así como las empresas de inteligencia artificial dieron saltos de años aprovechando la pandemia, las pretensiones de China de disputar la hegemonía mundial a Estados Unidos  está dando un salto de no menos de un lustro, en el escenario de crisis capitalista y de la pandemia. La administración Trump, que no pudo recuperar la economía de su país, ni tampoco construir alianzas sólidas con sus amigos de Europa, Medio Oriente, Latinoamerica y Oceanía, tampoco pudo cumplir sus objetivos de frenar el crecimiento de China. El pésimo manejo de la crisis sanitaria y la rebelión de los afroamericanos expuso todas las miserias de Estados Unidos.  Se espera que cuando a fin de año, se haga el balance la economía china va a crecer un 1% y que la economía norteamericana tendrá un rendimiento negativo entre un 6 y un 8%. Pero más allá de estos números China ha ganado prestigio mundial conteniendo rápidamente la crisis sanitaria y ofreciendo ayuda a países de materiales sanitarios y créditos, mientras que Estados Unidos no ha podido contener la epidemia ni hacer gestos de colaboración con sus aliados.

– Ruptura de las cadenas globales de producción. En la actualidad el 80% del mercado mundial es intrafirmas (multinacionales). Se va a fortalecer el papel de los Estados que tratarán de relocalizar empresas y tratarán de acortar cadenas, apuntando a lo local y regional.  Esto afecta la geopolítica porque Estados Unidos va a privilegiar el control de su patrio trasero. Por ejemplo asegurarse el petróleo de Venezuela.

– Los Estados Nacionales se valorizarán además como un factor de contención de un número cada vez mayor de desempleados y precarizados. Cooptación de movimientos sociales para convertirlos en apéndices del aparato de contención. Promoción de la guerra entre pobres y aplicación de mayores tecnologías para ejecutar políticas represivas.

– Aumento de la pobreza y la indigencia. Paralelo a la concentración de riqueza cada vez en menos manos, en todo el mundo se extenderá el flagelo del hambre.  En la Argentina se calcula que al iniciarse la pospandemia la pobreza rondará el 50% de la población.

– Redefinición del consumo. Si con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, en las sociedades reguladas por Estados de bienestar se desarrolló un variado consumo de productos industriales (electrodomesticos, automotores) y con posterioridad a la crisis de 2008 el consumo se orientó al turismo y a los grandes eventos (deportivos, artísticos), en la postpandemia el consumo va a centrarse en la comida y las nuevas tecnologías de comunicación y divertimento, con una reducción de los consumos anteriores. Esto ya lo anticipan quienes viven desde hace 15 años de los planes sociales, que se alimentan en comedores comunitarios, que no tienen automóviles pero sí celulares. En los últimos 70 años los sueños de consumo proletarios pasaron del automóvil, al viaje, y finalmente a la play station o el acceso a una plataforma virtual de entretenimientos.

– Valorización de la producción de granos y carnes en gran escala. La alimentación es una condición indispensable para la producción aún en condiciones infrahumanas. Recordar que los saladeros del Río de La Plata producían tasajo para alimentar a los esclavos de Brasil y Centroamérica. En nuestro país quienes producen carnes y granos no fueron afectados por la pandemia y compensaron la caída del consumo local con un incremento de las exportaciones. China compró 655.000 toneladas de carne vacuna al Mercosur en el primer semestre de 2020, un 55% mas que el año pasado.

– Agudización de la crisis climática, aumento de la temperatura promedio en 1,5 grados en cinco años. Catástrofes ambientales. Mayor incidencia de sequías e inundaciones, aumento de temperaturas máximas y mínimas. Aumento de la frecuencia y potencia de ciclones, tsunamis, etc. Pérdida de la biodiversidad. Escasez de agua para consumo e higiene. Aparición de nuevos virus contagiosos, y mayor vulnerabilidad para enfrentarlos. En el mundo, 3000 millones de personas no tienen agua suficiente para higienizarse las manos en la forma requerida por los protocolos de salud.

Sintetizando podría decirse que para países como el nuestro lo que viene es una reprimarización de la economía, un aumento de la destrucción del empleo y los convenios laborales, un crecimiento importante de las familias que viven de los subsidios estatales y una mayor demanda de productos de inteligencia artifical que son importados.

Politicas posibles en un escenario complejo.

La mayor desconexión de la economía mundial, la revalorización del poder de los Estados, y la crisis financiera por la enorme cantidad de deudas impagables que acumulan los Estados y las empresas,  mejora las posibilidades de que se expresen proyectos nacionales en distintos países con mayor posibilidad de autonomía.  

En el caso argentino es evidente que no es lo mismo negociar deuda externa en un momento en que todos pagan, que en un momento en que el default y la ruptura de las cadenas de pagos es un fantasma que recorre el mundo y donde incluso se dan créditos multimillonarios a países, con tasas muy bajas y períodos de gracia extremadamente largos, como los otorgados por la Unión Europea a España e Italia.
Lo mismo ocurre con la decisión de aportar fondos públicos para subsidiar a los que perdieron el trabajo, o nacionalizar o estatizar empresas, que son medidas que se están tomando en casi todos los países capitalistas.  
Podría decirse que, desde lo ideológico, hay mejores condiciones para tomar medidas que en otros momentos históricos se considerarían extremas dentro del capitalismo.

El gobierno argentino cobró impulso en el tema sanitario al incorporar como protagonistas a epidemiólogos y sanitaristas que aportaron a que durante los primeros meses, hubiera un buen manejo de la epidemia y se pudieran recuperar algunos servicios médicos para enfrentar en mejores condiciones el pico de contagios y urgencias. Cuando el gobierno empezó a negociar con los poderes económicos y mediáticos que reclamaban aperturas de la cuarentena, la situación derivó en el momento actual, que es muy grave, con pronóstico de saturación de la capacidad de atención de los casos graves en el AMBA, para dentro de quince días, si no se consigue bajar las cifras diarias de infectados.

En el tema económico al gobierno le ha ido mucho peor por su apelación, desde el principio, a la negociación y «el consenso». Esto se puede advertir en los temas cruciales: Deuda externa, Vicentín, impuesto a las grandes fortunas. El gobierno no ha promovido la movilización y ha sido superado en ese terreno por la derecha. El famoso «consenso», no proviene de un debate abierto entre todos y todas las habitantes del país, sino de lo que en otros tiempos se llamaban «las fuerzas vivas», o los poderes fácticos. Como si fuera una provocación, a una de esas reuniones de palacio el gobierno invitó a los peores dirigentes de la CGT, que desde hace años vienen acompañando todos los planteos patronales. Nadie desconoce que el Presidente sea un hábil negociador, pero para afrontar estos tiempos difíciles, con una política con alguna pretensión de ser popular, se necesita algo más que un eficiente rosquero de palacio.

Las posibilidades de aprovechar lo que se viene con «la nueva normalidad», que además de las malas noticias, presenta algunas aristas favorables, no dependen exclusivamente del gobierno, sino y principalmente del conjunto de las fuerzas populares.

Un relevamiento de las fuerzas disponibles da cuenta la continuidad de algunos procesos de largo recorrido pero que se incentivaron durante el gobierno de Macri:

– Un retroceso en la autonomía de los movimientos populares territoriales, que nacieron como expresiones de lucha y progresivamente han ido mutando a apéndices del Estado, lo que no tiene que ver necesariamente con la ocupación de cargos políticos, sino a su subordinación a las lógicas del Capital. Como lo hizo el gobierno anterior, el nuevo gobierno promueve el engorde de estos movimientos, y en la medida que se ha impuesto una lógica corporativa, el  crecimiento cuantitativo se hace en detrimento de la politización y de la valoración de la militancia.

– Una situación compleja para los trabajadores formales donde por un lado se ha reforzado en lo ideológico su carácter esencial, definición que durante años cuestionó el postmodernismo; y por otro enfrentarán un escenario donde verán peligrar sus empleos, lo que reduce su capacidad de lucha.

– Una fuerte ofensiva ideológica del pensamiento neoliberal sobre el conjunto de la izquierda y sectores nacionales y populares, que se expresa por un lado en el crecimiento del institucionalismo: donde la vocación de gestionar reemplaza a la aspiración de transformar. Y por el otro lado, se expresa en la promoción del espontaneísmo y el basismo: con su secuela de oposición a toda decisión revolucionaria de organizarse, de promover la politización para unir fuerzas y empujar cambios colectivos, y de abocarse al estudio sistemático de la historia y la realidad a transformar.

– El hecho que nuestros pueblos hayan vivido la pandemia y transitado la experiencia traumática de las largas cuarentenas abre una gran oportunidad para la reflexión política colectiva sobre los límites físicos y ambientales del capitalismo. Por ejemplo, toda la discusión sobre si nos conviene una inversión extranjera para instalar 25 granjas con 20.000 cerdas madres cada una, tiene el condimento de la imprescindible evaluación del daño ambiental. Masificar esta discusión era impensable años atrás cuando la cuestión ambiental era empujada por grupos reducidos y asambleas locales cercanas a lugares afectados. Hoy tenemos la posibilidad de masificar la preocupación por el daño que el capitalismo está haciendo en el planeta y de proponer alternativas sistémicas. Como ocurre con otros temas la reflexión crítica sobre lo ocurrido con la pandemia y la cuarentena, va a ser disputada por el Capital promoviendo la sociofobia y el miedo. Con ese objetivo la prensa de la derecha tiñe de rojo las pantallas televisivas machacando con la inseguridad y la proliferación de asaltos y asesinatos.  

Podría agregarse la cuestión de lo programático, pero francamente creo que es el tema menos relevante. En nuestro país, en Nuestramérica y en el mundo hay experiencias actuales y propuestas históricas, que permiten delinear otro país posible. En los programas del movimiento obrero de mediados del siglo pasado, como los de Huerta Grande y La Falda, hay propuestas que deberían ser revaloradas. Entre las experiencias actuales, hay construcciones sociales que demuestran que podemos vivir respetando valores comunitarios y produciendo alimentos sanos cuidando el ambiente.

Por mencionar algunas de las propuestas programaticas: estatización y socializacion de los servicios esenciales; transición agroecológica; reducción de la jornada de trabajo; jubileo de la Deuda Externa; reforma fiscal para gravar al Capital; control estatal y social de la moneda, la banca y las exportaciones e importaciones; recuperación de la soberanía sobre los bienes naturales; acceso a la tierra de las comunidades despojadas y de quienes estén dispuestos a producirla; etc, etc.

Estoy convencido de que si somos capaces de dar una respuesta adecuada a los nudos y oportunidades mencionadas, tendremos las posibilidades de que se articulen las fuerzas populares para estar a la altura de las dificultades y los desafíos que nos plantea «la nueva normalidad capitalista».  

Guillermo cieza,  31 de julio de 2020.