4. José Escalona. Ingeniero popular
Los barrios de Barquisimeto huelen a fogón despierto y a leña vieja, a infantil mirada y a canción nueva. Viejos y niñas siguen jugando atardeceres, inventando sonrisas, desayunando sueños.
De lo popular nace la fuerza, el poder creador, la madera prima, el piso firme del proceso. El aliento popular se pare y crece en los barrios, en los maizales, en llanos y montes, en los caminos y asfaltos. El fuego popular se desarrolla al calor del sueño añejo que desató un soñador loco y arañero que se amamantó de su llama y alimentó ese fuego.
Hoy sentimos ese calor cuando conocimos y entrevistamos a un ingeniero popular, de esos que sin pisar aulas ni universidades sentaron cátedra en las manos creadoras del pueblo.
En el barrio de Los Pocitos vive José Escalona, abuelo de un joven a quien todos conocen como Cuba. ¿Por qué Cuba?, le pregunto. «Por el color de mi piel negra». Su abuelo José armó una máquina de mondar plátano que funciona con motor eléctrico o a base de motor de brazo. «En torno a los 80», viejo respetado en la comunidad, todo vecino acude a él cuando de resolver entuertos se trata. Tan pronto pinta un cuadro o endereza una puerta como esculpe el busto de Fidel, arregla una bomba de agua o inventa un artefacto. Ahora anda tramando una máquina para rayar coco y ayudar a una iniciativa de los muchachos del barrio en la que participa Cuba. Cuando de inventar maquinaria se trata, José primero elabora los planos. Como buen cultor, piensa la estrategia antes de pasar a la acción. José representa a la fuerza viva de este loco proceso revolucionario que en 20 años tuvo que enfrentar el asedio de dragones, monstruos, gigantes y otros bichos varios de cuyo nombre no queremos acordarnos. Un proceso que de nuevo, siempre de nuevo, enfrenta uno de sus más delicados momentos, que es lo mismo que decir: nada nuevo bajo el sol venezolano. «El bloqueo empezó hace rato, hace 6 años que empezó el bloqueo. Y el daño es al pueblo. Hay algo que el presidente debe tener muy en cuenta, con todo el trabajo que tiene ese hombre,… pero hay que tratar de enderezar la balanza, la balanza está caída completamente, y los grandes fijan los precios como ellos quieren. (…) Tuvimos un tiempo de las vacas gordas y ahora estamos comiéndonos los huesos», afirma José.
«Yo vivo en este rancho y estoy feliz, el gran problema es que yo sea feliz y usted no lo sea. Tuvimos reuniones con el presidente Chávez y él decía que la felicidad es vivir viviendo. Lo que no podemos es terminar la vida con el materialismo, porque uno entonces tiene el dinero pero no tiene la vida, y entonces cómo vamos a quedar nosotros ahí?». José continúa con su palabra sabia y sencilla, con su verbo crítico y revolucionario. «Hay que tener mucho cuidado también quiénes estamos y para qué estamos. Porque hay muchos que están pero no están». Claro y cristalino. José Escalona.
Junto al rancho precario pero digno de José, un grupo de niñas y niños juegan, saltan, gritan y ríen con sonrisa de pueblo, con verdad de futuro, con voz de arañero, con calor y fuego.
Barquisimeto, martes 13 de agosto de 2019
Texto publicado en Cubainformación,
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