«Las legítimas protestas contra la gentrificación no son exclusivas de la Ciudad de México, sino apenas un eslabón más de una cadena de expresiones de rabia en grandes ciudades europeas, como Barcelona o Venecia, que se cruzan con la inconformidad ante el turismo de masas.»

9 de julio de 2025 | Fuente: La Jornada

Cientos de jóvenes marcharon el pasado viernes en la primera protesta contra la gentrificación en la Ciudad de México. Fue convocada con la consigna: “Gentrificación no es progreso, es despojo”. Se llamó a llevar carteles, pancartas y calcomanías. Recorrió calles de las colonias Condesa y Roma. Comenzó en el Foro Lindbergh, en el parque México, y terminó cerca de la embajada de Estados Unidos.

En el contexto de la manifestación pero separada de ella, unas 20 personas vestidas de negro y encapuchadas, atacaron instalaciones de restaurantes, cafeterías como Starbucks, bancos y comercios. Pintaron paredes de los edificios y un vehículo Mazda deportivo. Rompieron vidrios y destruyeron el anexo de un restaurante ubicado en un cajón de estacionamiento. Según la alcaldía Cuauhtémoc, fueron dañados al menos 13 inmuebles, siete estructuras de mobiliario urbano y grafiteadas más de 30 fachadas.

Decenas de pancartas escritas a mano, gritos a pleno pulmón y grafitis dieron cuenta de sus demandas contra la gentrificación, en su esencia legítimas, aunque desafortunadamente algunas se acompañaran con expresiones xenófobas. Muchos de estos mensajes estaban en inglés. En parte, fue una movilización contra los estadunidenses que rentan departamentos en las colonias Hipódromo, Condesa, Roma, Escandón y (muchos de ellos, en su origen nómadas digitales que llegaron al país a partir de 2020), en la que varios participantes no distinguieron el capital inmobiliario trasnacional (y nacional) de los usuarios de vivienda.

Abundaron los “Gringo, go home” (“Gringo, vete a casa”), y no faltaron los ofensivos “Fuck off, gringo” (“Jódete, gringo”), y hasta inadmisiblemente violentos como “Kill a gringo” (“Mata un gringo”). O más elaborados como: “You are a colonizer. Not a fucking ‘expat’” (“Eres un colonizador. No un jodido ‘expat’”, esto es, alguien que vive temporal o permanentemente fuera de su país de origen, por motivos laborales, educativos o personales). Y los politizados “Fuck Trump” (“Jódete, Trump”). También exigencias como “Pay your taxes. Learn spanish. Respect my culture” (“Paga tus impuestos. Aprende español. Respeta mi cultura”).

Las cartulinas y pintas en español fueron prolíficas en mensajes políticos como “¡Gentrificación es colonización y despojo!”. Pero, también, hubo expresiones muy cercanas al chovinismo, como: “Los extranjeros aman México, pero odian a los mexicanos” y “Expulsa al gringo de tu ciudad”. O de patrioterismo como un letrero rotulado con los colores de la bandera nacional que proclamaba “México para los mexicanos” o una pinta que reivindicó “México es para los pueblos mexas». No faltaron pintas internacionalistas, como “Palestina libre”. Tampoco denuncias de los problemas generados, como “La salsa pica. El agua se está acabando” y demandas, como “Fuera gentrificadores”, “Fuera colonizador” y “Exigimos regulación. Airbnb impuestos”, “El techo es un derecho” y “Urge control de rentas”. Y acusaciones como “No pagan impuestos. No vinieron a integrarse”.

Abundaron los reclamos lingüísticos tipo “Aprende español, perro”, “Aquí se habla español” o “No hablaré inglés para tu comodidad”. Y la rúbrica con espíritu de Fuenteovejuna: “Fuimos todos”.

El creador de contenido Luisito Comunica, conocido por sus reportajes a modo con el sátrapa salvadoreño Nayib Bukele, tuvo la mala fortuna de cruzarse con la protesta. Los manifestantes lo abuchearon y acusaron de ser parte del problema. Puso pies en polvorosa.

Multitud de cuentas en redes sociales reaccionaron desplegando racismo y clasismo. Acusaron a quienes protestaron de ser “ixtapalacras, cucarachas, porros, huevones, resentidos, mantenidos, mamadores, nacos, marginales, simios, primates, orangutanes, vándalos, chairos”.

Dijeron que se trató de una “Marcha que huele a pachuli y mota”, un “Atentado contra la propiedad privada”, y que sus protagonistas eran “comunistas de Iztapalapa que odian el dinero”.

Enrique Krauze se lució en X, elucubrando: “¿Se imaginan el conflicto que causaría la muerte de un ciudadano americano a manos de los agresores de la colonia Condesa? El gobierno de la CDMX es cómplice. El gobierno federal debe actuar”.

Según ONU-Hábitat, “la gentrificación sucede cuando un proceso de renovación y reconstrucción urbana se acompaña de un flujo de personas de clase media o alta que suele desplazar a los habitantes más pobres de las áreas de intervención”.

Como resultado de ella, cada año, más de 20 mil hogares de menos ingresos fueron expulsados de la ciudad por falta de una opción de vivienda asequible. Sin embargo, gran parte de esa población aún labora y consume servicios básicos en la capital, lo que genera más de 1.5 millones de viajes diarios entre las zonas conurbadas y el monstruo capitalino (https://shorturl.at/n9hIA). El aumento del costo de la vivienda y el impacto ambiental son avasalladores.

Las legítimas protestas contra la gentrificación no son exclusivas de la Ciudad de México, sino apenas un eslabón más de una cadena de expresiones de rabia en grandes ciudades europeas, como Barcelona o Venecia, que se cruzan con la inconformidad ante el turismo de masas. Los inquilinos de viviendas en barrios históricos han sido desplazados de sus departamentos para destinarlos a Airbnb. El costo de la vida y los servicios se han incrementado. El inglés se ha vuelto lengua preferente.

Estamos ante nuevas formas de sensibilidad y conflictividad social.

Como señala Raúl Romero, las luchas antigentrificación parecieran parte de un movimiento social inédito, también presente en quienes se movilizan a favor de la jornada laboral de 40 horas, y en las protestas universitarias contra la violencia, a favor de comedores universitarios y el acompañamiento a las madres buscadoras. A ellas se suman la nueva ola del movimiento feminista, la trama asociativa de los trabajadores de aplicaciones y las redes contra la explotación de quienes chambean en hostelería. Para comprenderlas hay que escuchar lo que sus participantes dicen y, en lugar de mirar hacia arriba para imaginar complots, ver hacia abajo.

X: @lhan55