CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE GUSTAVO PETRO
«Sin querer dictarle a nadie lo que deba o no deba hacer, un país que se llame República Bolivariana, por respeto y lealtad al Libertador y por identidad, no puede acogerse a instituciones que son antagónicas a sus ideas y a su pensamiento».
Caracas | 16 de noviembre de 2022
Señor Gustavo Petro Presidente de la República de Colombia
Respetado presidente Petro, me tomo el atrevimiento de escribirle a fin de hacerle llegar algunos comentarios respecto de ciertas opiniones que Usted ha emitido en días recientes con relación a Venezuela.
Mis amigos colombianos, algunos de los cuales son comunes, podrán dar fe de mi apoyo irrestricto a su propuesta de gobierno y a la lucha que ha emprendido por cambiar a Colombia para llevar a su pueblo a una situación de vida mucho mejor para todas y todos.
Seguramente, usted no sabe quién soy yo o no se acuerda de mí, finalmente usted es un jefe de Estado y yo un “Nadie”, como se autodefiniera hace unos días el escritor argentino Mempo Giardinelli en carta similar dirigida al presidente Alberto Fernández. Si Mempo, que es un colosal literato y ensayista, periodista y profesor, orgullo de Nuestra América, considera que es un Nadie, ¿qué podrá quedar para mí?
Tres veces hemos conversado, me tocó recibirlo en Miraflores en 2006 cuando usted acudió a una reunión con el Comandante Chávez. Después, en 2009 con ocasión de las elecciones de El Salvador que llevaron a la presidencia a Mauricio Funes y en 2013, en el momento que conversamos un poco más ampliamente en el Hotel Alba cuando usted, superando mezquindades y pequeñeces que no le son propias, estuvo en Caracas rindiendo postrer tributo al Comandante Chávez que había fallecido unos días antes. No creo que Usted recuerde ninguno de esos momentos y mucho menos que los relacione, pero para mí, ese contacto cercano aunque breve, hizo que pudiera conocer algo de su pensamiento, en particular me impresionó el verbo diáfano y la fuerza con que exponía sus ideas ante un desconocido, solo referido en cada caso, por amigos comunes.
Por interés personal, pero también profesional y político di puntual seguimiento a la campaña electoral y a estos primeros 100 días de su gestión de gobierno. He abrazado con entusiasmo su político de “Paz Total” que creo es el mecanismo más acertado para revertir definitivamente la espiral de violencia que aqueja a su país casi desde la independencia. Rescato su valor para llevar adelante tal política a pesar de vientos y tempestades en contra.
Como dije antes, en realidad a lo que quisiera referirme, es a algunas opiniones suyas con relación a Venezuela, seguramente hechas en su afán de establecer los mejores y más fraternos vínculos de hermandad, pero debo decir que ha habido algunos planteamientos que no comparto. Ante todo, reitero que aprecio y valoro su gran esfuerzo y decisión para restablecer al más alto nivel los vínculos entre nuestros países, sin embargo no puedo estar de acuerdo con algunas ideas que Usted ha emitido y que lo colocan en el umbral de la injerencia.
En una reciente y larga entrevista para medios gubernamentales de radio y televisión francesa Usted dijo una frase que incluso fue utilizada como titular de esta: “Las elecciones de 2024 en Venezuela deben ser un pacto social”. No señor presidente, las elecciones en Venezuela deben ser lo que los venezolanos decidamos. Nosotros valoramos altamente que Usted haya confiado en nuestro país para ser garante y sede de los diálogos que su gobierno realizará con el ELN en el marco de la búsqueda de la “paz total”, de la misma manera que el presidente Maduro ha acogido con beneplácito varias de su propuestas.
Antes de su triunfo electoral del 20 de junio y después de realizarse la primera vuelta en los comicios que consagraron que entre Usted y el señor Rodolfo Hernández se decidiría quién sería el próximo presidente de Colombia, Diosdado Cabello, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), manifestó que “gane quien gane” la presidencia en el vecino país, eso no repercutirá en territorio nacional, porque “Venezuela no depende de quién gane en Colombia, dependemos de los venezolanos”, estableciendo claramente que debían ser los colombianos los que debían decidir en las urnas quién querían que los gobernara. En ningún momento se intentó caracterizar esa elección. Usted tampoco debería opinar acerca de cómo deben ser las nuestras.
Por otro lado, la “paz total” no es aplicable a Venezuela. Entiendo que ninguna de las organizaciones armadas a las que Usted le ha propuesto que se acojan a esta política, llámense guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares o delincuencia organizada sirven a los intereses de una potencia extranjera o se subordinan a ella. No es el caso de Venezuela. Aquí un sector de la oposición se ha asumido como apéndice de la política estadounidense llamando a la intervención militar extranjera, a la imposición de sanciones y bloqueos que han hecho mucho más difícil la vida de los venezolanos en medio de la crisis. En cualquier país del mundo, invitar a una potencia extranjera a invadir el país propio se llama traición. Eso no tiene que ver con diferencias políticas
Una vez que Usted fue elegido presidente y visitara Venezuela por primera en esa calidad, en la reunión con el presidente Maduro hizo una serie de propuestas que según dijera el mandatario venezolano serían estudiadas atentamente.
Creo que casi todas ellas apuntan a mejorar y elevar la relación bilateral y a establecer alianzas para avanzar en la integración latinoamericana así como actuar de conjunto en algunos escenarios internacionales para fortalecer el peso de nuestras acciones. En particular es muy loable su cruzada a favor de la protección y salvación de la selva amazónica.
Es muy plausible también su interés en que Venezuela regrese a la Comunidad Andina de Naciones de donde -según mi opinión- nunca debió salir como se lo hice saber al Comandante Chávez en forma verbal y por escrito.
Pero lo que no comparto para nada es su propuesta de que Venezuela se integre al Sistema Interamericano de Derechos Humanos que es una institución dependiente de la OEA, estructurada bajo la égida monroista de carácter panamericano. Sin querer dictarle a nadie lo que deba o no deba hacer, un país que se llame República Bolivariana, por respeto y lealtad al Libertador y por identidad, no puede acogerse a instituciones que son antagónicas a sus ideas y a su pensamiento.
Usted sustenta su propuesta en argumentos de carácter jurídico que incluso lo llevaron a superar una acusación política que le hicieran sus opositores y detractores. Lo felicito por eso, pero también podríamos traer a colación, muchos, muchísimos casos en que el fallo no ha sido a favor de la verdad y la justicia, mostrando que tal órgano es político y actúa a favor de los intereses de Estados Unidos. Una ex presidenta de esa institución, la actual canciller chilena, opera ahora como una de las peores enemigas de Venezuela en las instancias internacionales.
Usted presidente, es un bolivariano hasta la médula, siempre lo ha sido. Lo atestiguan sus palaras al tomar posesión como máxima autoridad de Colombia. Al explicar por qué exigió que la espada del Libertador debía presidir tan magno evento dijo: ”Llegar aquí, junto a esta espada, para mí es toda una vida, una existencia. Esta espada representa demasiado para nosotros, para nosotras. Y quiero que nunca esté enterrada, quiero que nunca más esté retenida. Que solo se envaine, como dijo su propietario, el Libertador, cuando haya justicia en este país”.
Usted presidente también dijo durante su visita a Caracas que: «Es antinatural que Colombia y Venezuela se separen. Alguna vez ocurrió en algún momento. No puede ocurrir porque [tenemos] lazos de sangre». En la declaración conjunta firmada por Usted y por el presidente Maduro se lee: “Somos lo mismo, estamos mezclados por la historia, por una raíz común, estamos mezclados por la sangre”. Por favor, presidente, no nos pida que traicionemos la memoria y el ideal bolivariano que está explícitamente indicado en el preámbulo y en el artículo 1 de nuestra Constitución.
Cuando Usted vino a Caracas, estimado Presidente, pudo apreciar que los soldados de nuestra gallarda Guardia de Honor Presidencial, creada por el Libertador precisamente en Mompox, en territorio neogranadino, entonaron a viva voz el himno nacional de Colombia. Esa es una herencia del Comandante Hugo Chávez que exigió que la tropa debía aprender ese canto de libertad y vida como si fuera el propio.
Señor presidente, cuando el Comandante Chávez propuso y el pueblo venezolano en referendo aceptó que nuestro país se llamara y fuera una República Bolivariana, no lo hizo por un asunto solamente semántico. Como dije antes, tiene que ver con nuestra identidad. Eso nos obliga a defender, respetar, promover y venerar el ideal bolivariano. Por eso señor presidente, me parece que Venezuela no debería reincorporase a la OEA ni a la CIDH, más allá de cualquier argumento jurídico a favor.
Si somos bolivarianos y Venezuela lo es, debemos fortalecer nuestros instrumentos, los bolivarianos: CELAC y Unasur, amparémonos en los mecanismos de derechos humanos que seamos capaces de fundar, creamos en ellos y acojámonos a su majestad. No puede ser Estados Unidos el que dicte lo que es correcto y lo que no lo es en Nuestra América.
Cuando estamos a punto de entrar en el año del Bicentenario de la Doctrina Monroe, la deberíamos desterrar para siempre, a fin de construir instituciones que provengan del genio y la figura de nuestro Libertador. Nuestra integración será bolivariana y nuestramericana o no será
Reciba, señor presidente, las muestras de mi más alta estima , respeto y consideración.
Twitter:@sergioro0701
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