Gaucho de bisabuelo charrúa, Albérico de nombre,
payador de esta ingente tierra que por Uruguay responde.
Trovador como allá se llama, poeta para que el universo convenga.
Albérico de ojos menudos y mirada de horizontes.
Los bravos versos que salen de su perfilada boca
son los eslabones rojos de la inquieta memoria,
que surcando los campos productores de la papa,
alimentan los cerebros deformados por la historia.
Concretemos algo, este hombre es una rareza
y para estos tiempos, no es ni poca ni liviana cosa;
pues la deuda que dejó el «glorioso» conquistador
fue el silencio perpetrado por la vara en el costado.
Hoy ser poeta, es ser una proeza superviviente
un ave fénix renacido de los ecos orientales
de estas leales tierras artiguistas,
ahorcadas con la soga de la reina Europa.
Viejos indios puros, cierto es, no quedan,
pero sí jóvenes charrúas, de sangre batida
consecuencia del despojo que necios ojos solo dinero querían
sacar del territorio donde otros vivían.
¡Héroes que quieren su pueblo renacer!
Mujeres y hombres arando los surcos de la sesera
despertando el genocidio fatal con el que falsamente
los sepultó los rectos renglones de un dios criollo.
Albérico responde con sus batallas y guitarra
a la discreta pregunta de ¿quiénes son los olvidados?
Aquellos oriundos originarios que libertad y justicia querían,
son el recuerdo vivo de este solitario hombre herido.
Hoy merece estas líneas aquel que un día lloró,
al ver perderse esta tierra presa de la ambición.
Anacrónico mas eterno, sus palabras nos llevamos
y con ellas este poema damos por cantado.
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