Por Guillermo Cieza

«A Mujica la derrota le llegó a los huesos y el viejo revolucionario se fue convirtiendo en una caricatura potable para los dueños del Uruguay.»

19 de mayo de 2025 | Fuente: Huella del Sur

Dicen que la cárcel y la tortura nos hace mas fuertes, que el exilio nos hace más duros, que la clandestinidad enseña, que el terror nos blinda….. Mentiras, puras mentiras, eso lo dicen los que nunca estuvieron allí, o perdieron la memoria.

Este verano estuve en Montevideo y comprobé que a Mujica ya lo estaban velando en vida. No había murga que no lo despidiera, no había librería que no exhibiera algún texto sobre su figura. Si hasta el Gato Silvestre había publicado un libro con un reportaje.

Y pensé: qué triste forma de morirse, en un paisito que ya no puede enorgullecerse de que no hay personas durmiendo en la calle. Que triste morirse adulado por los que combatió, reducido a una versión oriental del Viejo Vizcacha, aquel que aconsejaba: “hacete amigo del Juez y no le des de que quejarte…”.

Los uruguayos son duros y las yoruguas también. Yo lo conocí al Flaco Arturo Dubra, quien cuando lo estaban torturando lo desafiaba al verdugo diciéndole que le cambiaba una grapa por un submarino. Lo conocí al Lechero Zabalza, muerto en sus trece, reclamándole a Mujica y al Ñato Huidobro: ¿Para esto seguimos vivos? Lo conocí al Bebe Sendic, que en sus últimos meses de vida además de escribir en el Mate Amargo, trabajar en la organización del Movimiento por la Tierra y soñar con Las ligas de la Pobreza, estaba diseñando un inodoro de campaña por si había que volverse a alzar en el monte.

¿Herencia de Artigas? Vaya a saber. A Artigas le mandaron a su propio hijo, José María, para que lo convenciera de regresar a Montevideo, donde sería recibido como un héroe. Fue invitado por Fructuoso Rivera, asesino de charrúas y cómplice directo de las intrigas británicas. El viejo líder de los orientales no se quiso volver. Se quedó en Paraguay tomando mate con el Negro Ansina y sus amigos guaraníes, antes de validar la traición al sueño de la Patria Grande. .

Pero los hombres, no son todos iguales, y las mujeres tampoco.

Cuando se murió Sendic, “el Ñato” Fernández Huidobro que se había convertido en el biógrafo oficial de los Tupamaros, escribió un texto extraño. Dijo algo así como que: Sendic salió como un pajarito herido de la cárcel, apenas pudo dar sus últimos vuelos. El ”Ñato” sugería que haberlo liberado en esas condiciones, y no antes, era como un mensaje de la dictadura, ratificando que ellos habían vencido.

Y lo debe haber sentido así el Ñato. Le estaba cargando a Sendic su propio fracaso. De allí en más, fue exponiendo su propio quiebre interno. Dicen, que en su velorio solo había milicos.

En el velorio de Mujica seguramente estarán las fuerzas vivas del Uruguay (o los vivos de la fuerza, como decía Perón) y también una parte del pueblo que siguió pensando que de no haber estado “El Pepe” estarían peor. Al menos, no tienen un Milei.

Pero en tiempos de homenaje, y por una cuestión de respeto al primer Pepe, que fue parte de la fundación de Tupamaros, que se bancó el combate y la cárcel con una enorme dignidad, digámoslo con toda crudeza. A Mujica la derrota le llegó a los huesos y el viejo revolucionario se fue convirtiendo en una caricatura potable para los dueños del Uruguay.

Vivir humildemente, mantener la vieja chacra, hacer reflexiones humanistas, no compensan haber abandonado los sueños de transformación social. Mujica fue en sus últimos años un converso, no por el hecho de dejar las armas, sino porque cambió sus ideas. Porque se convirtió en la cara decente y paternal de políticas injustas.

El “Uruguay Natural” que promovía el Frente Amplio se convirtió en el país de las pasteras, el eucalipto, la soja y la extranjerización de la tierra. El paisito amable y tranquilo donde en las casas se dormía sin poner llave en la puerta, se convirtió en un país más inseguro que la Argentina. Punta del este, siguió siendo Punta del Este y los bancos uruguayos siguieron lavando dinero de todos los colores. El país que lo tuvo como un gran protagonista político en sus últimos años, es un lugar en el mundo donde falta agua potable, sobra impunidad y la pasta base ha empezado a hacer estragos en la juventud de las barriadas populares.

Dicen que los años nos hace más sabios y más valientes. Mentiras, puras mentiras.

Los años nos traen no solo dolores articulares y enfermedades. También nos pica el bichito del reconocimiento personal. De morirnos populares, a cualquier costo. Habrá algunos y algunas que los años los hacen más sabios y valientes, no voy a discutirlo. Pero a la mayoría, no parece.