MATAR A UN PUEBLO
«Estas masacres de población civil, desarmada y no combatiente no son los daños colaterales de una guerra, se trata de bajas previamente seleccionadas, monitoreadas y coordinados por los servicios de inteligencia militar para infligir terror extremo y castigo, con el propósito de erradicar a un pueblo, cortar sus raíces».
23 de diciembre de 2024 | Fuente: La Jornada
Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial no se había presentado un caso de genocidio, término de origen griego que literalmente significa “matar un pueblo”, tan planetariamente exhibido en tiempo real por heroicos periodistas palestinos y no palestinos, y a pesar de la censura de los grandes medios de comunicación y los controles estrictos de las redes sociales; tan exhaustivamente comprobado por numerosas organizaciones de derechos humanos; tan unánimemente condenado por millones de personas que con horror son testigos diarios de la masacre indiscriminada y selectiva, de los ataques a hospitales, convoyes, refugios, campos de desplazados, escuelas, casas, templos y a toda la infraestructura urbana y de servicios, que el gobierno sionista de Israel lleva a cabo contra la población palestina en Gaza y en todos los territorios ocupados.
¿Qué hacer? ¿Cómo detener este holocausto? ¿Cómo vivir la propia cotidianidad mientras la cifra de muertos y heridos, incluyendo miles de infantes y mujeres, crece en cada bombardeo, en cada acción punitiva, en cada medida represiva? ¿De qué sirven la Organización de Naciones Unidas y toda su estructura de defensa de los derechos humanos si no pueden detener estos crímenes de guerra contra la humanidad, cometidos por un Estado abiertamente terrorista, con la complicidad de los gobiernos de Estados Unidos, sus aliados europeos y los que en el mundo entero permanecen en un ominoso silencio?
¿Cómo no sentirse interpelados cuando nos enteramos de tantos periodistas asesinados en tan poco tiempo? Al 13 de diciembre de 2023, ya son 89 muertos en Gaza, según Al Jazeera. Varios miembros de la familia del jefe de esta cadena de noticias, Wael Al-Dahdouh, su esposa, su hijo adolescente, su hija pequeña y su nieto murieron por el ataque de Israel a un campo de refugiados en el centro de Gaza, llamado Nuseirat. El presidente de Reporteros sin Fronteras declaró que: “nunca se ha visto una matanza de periodistas como la vista en Gaza. Todos son asesinatos, crímenes de guerra y, como tal, las hemos puesto en conocimiento del Tribunal Penal Internacional.” Estas masacres de población civil, desarmada y no combatiente no son los daños colaterales de una guerra, se trata de bajas previamente seleccionadas, monitoreadas y coordinados por los servicios de inteligencia militar para infligir terror extremo y castigo, con el propósito de erradicar a un pueblo, cortar sus raíces, esto es, genocidio en toda la extensión del concepto, que la propia ONU ha definido en numerosas declaraciones, normativas, articulados, que constituyen letra muerta a la hora de cubrir la impunidad de los terrorismos de Estado.
Acorde con Amnistía Internacional, el bombardeo a Gaza está causando un sufrimiento inimaginable a quienes ya se enfrentan a una grave crisis humanitaria. “después de 16 años sometida al bloqueo ilegal de Israel, Gaza tiene su sistema de atención de la salud prácticamente en ruinas y la economía por los suelos. Los hospitales se colapsan, incapaces de atender al escalofriante número de personas heridas, y sufren graves carencias de medicamentos y equipos vitales”. Amnistía Internacional ha instado a la comunidad internacional a pedir a Israel que ponga fin a este asedio total que impide a la población de Gaza el acceso a alimentación, agua, electricidad y combustible, y que permita urgentemente que llegue ayuda humanitaria a Gaza. Asimismo, debe presionar a Israel para que levante el largo bloqueo impuesto a Gaza, que constituye un castigo colectivo a su población civil, un crimen de guerra y una pieza fundamental del sistema de apartheid israelí. Por último, las autoridades israelíes deben rescindir su orden de “evacuación”, que podría equivaler a desplazamiento forzado de la población.
¿Cuántos más niños de Palestina deben morir para que las sacrosantas academias de las prestigiadas universidades estadunidenses y europeas, y sus contrapartes extractivistas en América Latina, condenen a sus gobiernos por complicidad en la matanza de un pueblo, por avalar la impunidad del Estado sionista de Israel? ¿Seguirán nuestros colegas de la Minerva Iniciative sufragando investigaciones sobre las amenazas del terrorismo para las democracias del “mundo libre”, ignorando y satanizando los análisis centrados en las expresiones más letales para los pueblos y la humanidad en su conjunto, que constituyen los terrorismos de Estado?
Es urgente demandar el cese el fuego en Gaza y los territorios ocupados, la libertad inmediata e incondicional de los presos políticos palestinos, la ruptura de relaciones diplomáticas con el Estado sionista de Israel. Es perentorio exigir que todos los responsables de los crímenes de guerra y lesa humanidad sean llevados ante la justicia internacional, para ser juzgados y castigados. La humanidad no puede tolerar otro genocidio. Millones de personas en el mundo entero claman por el fin de la ocupación colonial de Israel sobre Palestina.