HACE 55 AÑOS. POR ALEIDA GUEVARA MARCH
Por Aleida Guevara March
«Poco a poco fuimos leyendo sus escritos y discursos y encontramos un inmenso caudal de sabiduría, en pocos años de vida escribió mucho y lo que es mejor, realizó lo que decía».
9 de octubre de 2022 | Fuente: Centro de Estudios Che Guevara
El tiempo es algo impresionante, es como un soplo, eres consciente del momento que el aire pasó a tu lado, pero no te das cuenta de cuántos años pasaron desde entonces; cuando miras a tu alrededor te sorprende ver a las personas muy cambiadas con relación al momento que tú recuerdas como ese soplo. Quizás en ese instante, comprendes que ha pasado toda una vida desde entonces.
Siempre digo que soy la mayor de esa camada, mi hermana Hildita es el fruto de un primer matrimonio de mi padre y no convivíamos en la misma casa, pero los otros cuatro éramos una escalera de edades muy cercanas y fuimos las ramas de un mismo árbol, del hermoso amor que protagonizaron mis padres. Como hermana mayor de esta prole recibí la noticia de la muerte de mi padre por mediación de mi madre, nunca olvidaré ese momento. El recuerdo de ese instante es aún muy nítido.
Resulta que cuando la noticia comenzó a circular, como medida de protección, nos sacaron de la escuela y fuimos a una casa en Santa María. La verdad es que no puedo asegurarlo, pero es lo que recuerdo que me decían. Lo extraño es que no estábamos de vacaciones y mami estaba trabajando fuera de provincia, pero no les puedo mentir, estábamos felices de no tener que ir a la escuela. Lo insólito es que tampoco estábamos disfrutando de la playa, apenas salíamos de la casa, algo diferente se sentía, había tristeza en las personas que nos cuidaban, los compañeros que siempre gritaban y reían, ahora estaban muy callados y nos miraban con pena, no tenía idea de lo que pasaba, tenía 6 años de edad.
En esos días comencé a tener dolor de muela y me llevaron al dentista, era diferente, las calles estaban como vacías y veía carteles grandes con las fotos de papi, pero no lograba leer lo que decían debajo, preguntaba y nadie me respondía o cambiaban de tema.
No recuerdo con exactitud cuándo fue, pero una noche mi tío Fidel nos invitó a mi y a mi hermana mayor a cenar con él. Fui feliz, mi tío era el depositario de toda mi ternura como hija. Cenamos los tres en su apartamento de calle 11, al finalizar él dijo que quería contarnos algo. Nos explicó que había recibido una carta de mi padre, donde nos pedía que, si algún día el moría en combate, no debíamos llorar por él, porque cuando un hombre muere como quiere, no se debe llorar por él.
La verdad es que yo no entendía a que venía esto, pero cuando tío nos pidió nuestra palabra como pioneras de que si esto ocurría, no lloraríamos, recuerdo claramente que mi hermana dijo que lo haría, y que yo salté y le dije, “pero tío, yo no soy pionera todavía”, a lo que él contestó, “entonces dame tu palabra de revolucionaria”, y esa se la di de inmediato.
Al siguiente día me volvieron a llevar a la casa de mi tío y allí estaba tía Celia (Celia Sánchez Manduley), en la cocina, me hizo tomar el medicamento y me pidió que llevara un plato de sopa a mi madre que estaba en su habitación. Que alegría, mi mami estaba por fin en casa y yo le llevaba una sopa de maíz que le gustaba mucho. Fue muy fuerte la impresión, mi madre lloraba desconsoladamente y yo no entendía qué pasaba. No recuerdo mucho que ocurrió después: me veo sentada frente a ella, ha logrado calmarse algo, saca un papel y comienza a leerme una carta, escucho con mucha atención, es difícil entender lo que ella dice, pero el inicio de la misiva explica algo como que él ya no está entre nosotros, el final dice un beso grande de papá y fue en ese momento cuando esa pequeña niña supo que ya no tenía padre.
Piensen en ese instante, mi madre llora y lee una carta que entiendo es de despedida, una lágrima corre por mi mejilla, pero evoco la palabra empeñada a mi tío Fidel y me incorporo en la cama y le digo “mamá, no llores, mi papá ha muerto como quería, no podemos llorar por él”, algo así fue, no lo sé con exactitud, pero mi mamá debe haberse sentido impresionada por la fuerza de esa niña, no sabía que estaba repitiendo exactamente lo que mi tío me había dicho la noche anterior. Así, a través de mí, tío Fidel nos ayudó a superar ese momento.
Los años pasaron y con el tiempo la imagen de papi fue creciendo dentro de mí con la dimensión humana que hoy intento conocer más profundamente. Poco a poco fuimos leyendo sus escritos y discursos y encontramos un inmenso caudal de sabiduría, en pocos años de vida escribió mucho y lo que es mejor, realizó lo que decía. Es quizás unos de los hombres más coherentes que conocimos, y como dijo Fidel, se convirtió en el ejemplo más completo de revolucionario, el modelo del hombre nuevo que todavía hoy, tantos años después de su muerte continúa mostrando a las nuevas generaciones el camino a seguir.
Sé que no es nada fácil imitar ese extraordinario ejemplo de vida, pero para mejorar y perfeccionar nuestra sociedad nos hace mucha falta que ese ejemplo se multiplique en los niños y en los jóvenes, necesitamos que lo estudien y lo lleven a la vida cotidiana, su sentido de justicia social, su desinterés por las cosas materiales, su regio respeto al ser humano, sobre todo a los más desposeídos y necesitados, su forma de practicar la solidaridad con cada uno de los seres humanos y con los pueblos del mundo.
Nuestro Che no puede morir, debe continuar junto a nuestros pioneros cuando dicen “Pioneros por el Comunismo, seremos como el Che”, debe continuar vivo junto a este pueblo que a pesar de las dificultades inmensas que sufrimos sabe que aquí no se rinde nadie, debe continuar su quehacer cotidiano como constructor de una sociedad más justa unido a los brazos y las mentes de nuestros médicos que se inspiran en su ejemplo de galeno revolucionario para realizar miles de proezas que practicamos en muchas partes del mundo, pero sobre todo las que realizamos junto a nuestro pueblo, al único soberano al que servimos.
Nuestro Che debe continuar luchando, sin miedo, con la verdad y la justicia como armas. Continuar su obra significa continuar el socialismo. Puede ser difícil, seguro lo es, pero él nos decía que todos podemos cansarnos, tenemos derecho a ello, pero entonces no seremos de vanguardia y hermanos todos; porque este pueblo es la vanguardia, es la esperanza de millones y millones de personas que ven en nuestra resistencia y lealtad la posibilidad de un mundo mejor.
No lloremos su pérdida física, continuemos su obra para que siga viviendo en cada uno de nosotros ¡Hasta la victoria Siempre!