EXPROPIACIÓN DEL BANCO DE CRÉDITO DEL PERÚ MIRAFLORES, ABRIL DE 1962

Por Walter Palacios Vinces

«Personalmente considero que se pudo estar de acuerdo o en desacuerdo con sus ideas estratégicas o prácticas políticas, pero se debe reconocer su calidad de consecuente luchador revolucionario por un mundo más justo dentro de una sociedad socialista».

Lima, Perú | Abril de 2023

Hace 61 años, el 12 de abril de 1962, un comando urbano del Partido Obrero Revolucionario POR, integrante del Frente de Izquierda Revolucionario FIR, incursionó armado en las instalaciones de una sucursal del Banco de Crédito del Perú BCP, ubicada en el distrito de Miraflores, y se llevó un jugoso botín para esa época de 2’945,500 soles peruanos. (Cifra proporcionada por la administración del BCP). Los medios informativos calificaron la expropiación como “El asalto del siglo”.

El grupo expropiador estuvo integrado por nueve miembros, tres extranjeros y seis peruanos. Daniel Pereyra y Eduardo Creus, argentinos y José Martorell, español. Los peruanos fueron Raúl Tersi, Pedro Candela y Juan Nuñes, trabajadores, y los estudiantes Jorge Tamayo, Joel Silva y Fernando “bichito” Aliaga, de la Universidad Nacional de Ingeniería UNI. Este comando estuvo bajo la dirección y responsabilidad del argentino Daniel Pereyra.

La finalidad de la expropiación era conseguir recursos económicos para solventar los trabajos de sindicalización campesina que desarrollaba el dirigente trotskista del POR, Hugo Blanco Galdós, en el valle de La Convención en Cusco, con miras a organizar la autodefensa campesina con milicias armadas.

El operativo fue un éxito ya que se realizó tal como había sido planificado y ejecutado por el equipo organizador. Lamentablemente una circunstancia fortuita permitió identificar a sus integrantes. Fue cuando al retirarse ordenadamente del banco y al quitarse las capuchas, antes de subir al auto que conducía Adalberto Fonkén y emprender la fuga, Jorge Tamayo fue reconocido por un condiscípulo suyo, Alfonso Tello Campodónico, de la UNI que llegaba al banco donde realizaba prácticas pre-profesionales. Con la manifestación policial de este testigo casual, los organismos de inteligencia tuvieron la pista para identificar fácilmente a los autores de la expropiación y a la organización política a la que pertenecían.

Esto obligó a que los directivos del POR/FIR cambiaran de improviso los planes y pusieran en práctica medidas de emergencia, como el traslado al Cusco por vía terrestre de los nueve miembros del comando. Lograron conseguir un camión por gestiones del poeta proletario Leoncio Bueno. Acondicionaron una carga con decenas de marcos de madera para puertas donde los nueve subversivos pudieron camuflarse hacinados. Leoncio Bueno, como miembro del POR, se incorporó al equipo apoyando el complicado viaje hacia la ciudad imperial que duró cuatro largos días con sus noches.

Es historia conocida que al ingresar en el camión al Cusco —por circunstancias igualmente fortuitas— fueron ubicados por una patrulla policial y luego de un breve enfrentamiento armado lograron dispersarse, pero fueron perseguidos y apresados, salvo unos pocos que lograron sortear la persecución de las fuerzas represivas. El resto fue trasladado a Lima donde fueron juzgados junto con otros miembros de su organización por tribunales de justicia que les impusieron diversas penas privativas de la libertad.

De esta manera se truncó el apoyo que el trotskismo argentino de Nahuel Moreno, organizado en el POR, había acordado brindar prioritariamente a Perú, específicamente al trabajo de Hugo Blanco en el Cusco. Para ello habían aprobado centralizar parte del trotskismo de algunos países de América del Sur, en el Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo SLATO, y trasladar al Perú sus medios, recursos y cuadros dirigentes. Así se explica la llegada de Pereyra, Creus y Martorell, como experimentados cuadros políticos internacionalistas.

Después del fracaso del proyecto que el POR de Nahuel Moreno quiso aplicar en el Perú, se desarrollaron dentro de este partido y sus organismos generados el SLATO y el FIR, intensas discusiones y debates con duras críticas y acusaciones entre sus integrantes, lo que motivó una profunda crisis interna, según queda registrado en sus documentos que ahora son de conocimiento público.

Como resultado de todo ello, Hugo Blanco quedó bastante aislado de su partido, sin contar con los recursos y cuadros políticos que requería. Pocos meses después fue detenido, procesado y sentenciado a 25 años de cárcel. En 1970, después de siete años de estar en presidio, fue indultado y recobró su libertad.

Daniel Pereyra, responsable del operativo de expropiación en el BCP, y jefe del comando armado, cumplió una pena de cinco años de prisión en diversas cárceles del Perú. Tuve la oportunidad de conversar con él en el verano de 1963, cuando nos encontrábamos presos en la isla del Frontón. Yo era del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR y él dirigente trotskista. Llegamos a establecer, pese a nuestras diferencias políticas, una cordial relación de amistad. Pereyra estaba junto con Jorge Tamayo, Joel Silva, Fernando “bichito” Aliaga y otros militantes del FIR. Yo, entre decenas de integrantes de la izquierda peruana, llegamos al Frontón trasladados de la colonia penal del Sepa, donde nos había recluido la dictadura militar de Pérez Godoy y Nicolás Lindley.

Cuando Pereyra obtuvo su libertad regresó a su tierra, Argentina, integrándose nuevamente a las actividades revolucionarias. Militó en el Ejército Revolucionario del Pueblo ERP, de Mario Roberto Santucho del que se separó. Perseguido por los gorilas argentinos en 1978 llegó como asilado político al Estado Español donde participó políticamente en la Liga Comunista Revolucionaria LCR.

Daniel Pereyra vivió los largos años del exilio junto a su esposa Juanita y su familia. Acaba de fallecer en una residencia de reposo a las afueras de Madrid, el 6 de febrero de 2023. Tenía 95 años de edad. Dejó constancia de sus experiencias políticas en su libro MEMORIAS DE UN MILITANTE

Personalmente considero que se pudo estar de acuerdo o en desacuerdo con sus ideas estratégicas o prácticas políticas, pero se debe reconocer su calidad de consecuente luchador revolucionario por un mundo más justo dentro de una sociedad socialista.

No quiero terminar esta crónica sin recordar que las experiencias del operativo revolucionario que Pereyra comandó en Perú, fueron recogidas en un libro escrito por Guillermo Thorndike titulado ABISA A LOS COMPAÑEROS (con la falta de ortografía adrede, como César Vallejo lo escribió en su poema Pedro Rojas). Posteriormente fue llevado al cine en una película, con el mismo título dirigida por el cineasta Felipe Degregori, fallecido también recientemente poco antes de la partida definitiva de Daniel Pereyra.

Lima, abril de 2023