HISTORIA PARA DESCONTENTOS. ENTREVISTA A HÉCTOR BÉJAR

Por Matriota

«Los proletarios han sido reemplazados por los precarios. No tenemos proletariado, tenemos precariado. El precariado está conformado por individuos que luchan todos los días por sobrevivir, no tienen derechos, no tienen memoria porque la escuela no se las transmitió, porque la televisión es amnésica, dedicada al peor entretenimiento».

2 de junio de 2022 | Fuente: Matriota
Todos somos El Jinete Insomne que transita los tiempos, el camino, las calles, el reflejo en el asfalto de las ciudades en América Latina; que rememora las luchas y esperanzas compartidas.
Hace poco, en una tarde lúcida, única, conversamos largo y tendido con Héctor Béjar (1935), entre otras cosas, sobre cómo en diecinueve días se puede hacer lo acertado pese a las presiones enardecidas de las elites. También abordamos los retos de América Latina en este contexto de guerra interimperial, sus libros, mucha historia política, cómo han cambiado las formas de lucha y resistencia y en qué consiste la tarea pendiente en estos tiempos para nuestros pueblos. 

Se formó en la Habana, en la guerrilla con el mítico Comandante Barbarroja, era el año 1962, ahí conoció por primera vez al Che y Fidel. Fue fundador del Ejército de Liberación Nacional (ELN). En Bolivia, organizó la guerrilla “Javier Heraud” y dirigió el grupo guerrillero “Ayacucho”.

Escribió Perú 1965: Apuntes sobre una experiencia guerrilleracon el que obtuvo el Premio de ensayo Casa de las Américas de Cuba. Estuvo en prisión entre 1966 y 1970. Frente al peligro inminente de una condena a muerte, una carta firmada nada menos que por François Mauriac, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir , Alain Resnais, Arthur, Adamov, Laurent Schwartz, Jacques Prévert, Claude Bourdet, Charles Bettelheim y Michel Leiris, Joë Nordmann de la Asociación de Juristas Demócratas y Daniel Mayer de la Liga de Derechos Humanos, dirigida al entonces presidente Fernando Belaúnde Terry, solicitando que sea juzgado en procedimiento civil y no militar. 

Es escritor, sociólogo, artista plástico y abogado peruano; catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Pontificia Universidad Católica del Perú. Sirvió brevemente como Ministro de Relaciones Exteriores entre el 29 de julio y 17 de agosto del 2021, durante el gobierno de Pedro Castillo

Estuviste en Cuba durante la crisis de los misiles en 1962 en la primera guerra fría. ¿Cómo ves este retorno a un orden multipolar, esta tercera guerra mundial en ciernes que además entraña la amenaza nuclear?, ¿Qué posibilidades tenemos los latinoamericanos en este escenario de balcanización mundial? 

Durante la Segunda Guerra Mundial, Europa nunca hizo ninguna resistencia seria al fascismo. Los únicos que resistieron fueron los comunistas, por eso eran perseguidos. Francia fue ocupada sin resistencia, Italia era fascista, Alemania era nazi. Inglaterra sí resistió, pero porque la bombardearon implacablemente. Si no, los ingleses no hubieran entrado a la guerra. Como se sabe, fue un error de Hitler abrir un segundo frente contra la entonces Unión Soviética. El mundo capitalista occidental esperaba que los nazis les hagan el trabajo sucio, que acaben con la entonces Unión Soviética. Eso no resultó, como consecuencia aparece la Unión Soviética fortalecida en la posguerra. Entonces se producen tres grandes campos: el campo capitalista, el campo socialista con la Unión Soviética, más China, más Europa del Este, y todo el mundo no alineado, lo que se llamó el Tercer Mundo. Eso logran acabarlo cuando derriban a la Unión Soviética en 1991, entonces entramos en un mundo unipolar. Pero entre 1991 y 2021, durante esos 30 años, surgen nuevas potencias emergentes. Rusia renace, ya no como la Unión Soviética, es simplemente la Federación Rusa. China, por supuesto, India, Sudáfrica, el mismo Brasil, México. Aparecen países grandes, como Turquía, que ya no tienen necesariamente una alineación con Estados Unidos. El propio Israel, que es un aliado de Estados Unidos en el Medio Oriente, pero también aparece Irán. Entonces, ¿qué hacen los Estados Unidos? Empiezan a destruir ese mundo para imponer un orden unipolar. Destruyen Libia, destruyen Irak, destruyen Afganistán. Casi destruyen Siria, pero Siria resiste e interviene el ejército ruso. Rusia traza la línea roja en Damasco como primera resistencia. Y ahora viene Ucrania. Ya no es una lucha de ideologías, porque Rusia ya no es comunista, Rusia es capitalista. China, a pesar de que está gobernada por un partido comunista, no está siguiendo una línea socialista, sino capitalista. Estados Unidos es una potencia que está en una lenta decadencia, no quiere aceptar un mundo multipolar donde operen otros agentes activos: la Federación Rusa y la República Popular China. Para eso están dispuestos a sacrificar al mundo, empezando por Ucrania. Ucrania es una pieza usada en este tablero en este momento, sin ningún respeto por las vidas de los ucranianos, aprovechando, por supuesto, las históricas diferencias que tiene Ucrania. Es lo mismo que Estados Unidos hizo en Irán cuando dieron el golpe contra Mohamad Mosaddeq, que fue el primer golpe de Estado que promovió Eisenhower al comienzo de la Guerra Fría, en 1953. Desde entonces hemos tenido un reguero de golpes de estado, guerras, en este momento tenemos más o menos 14 guerras locales sucediendo en el mundo. Pero Ucrania es un punto peligroso, estamos hablando de un país que fue muy armado por la ex Unión Soviética, tiene cohetes de largo alcance, tiene capacidad nuclear y por supuesto Rusia, que es una potencia nuclear al igual que Estados Unidos.

Lo que deberíamos hacer los pueblos que no estamos metidos en este pleito, especialmente los latinoamericanos, antes que nos metan en el pleito (porque ya Colombia está en la OTAN); si los gobiernos latinoamericanos tuvieran conciencia, — yo creo que no la tienen —, deberían obligar a las Naciones Unidas, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, usando la fuerza del Grupo de los 77 más China y lograr una negociación. Esa negociación entre Rusia y Ucrania debería tener como objetivo que Ucrania sea un país neutral, como Finlandia, Austria, o Suiza; que se retome al Programa de desarme mundial, que estuvo planteado desde la política de coexistencia pacífica allá por los años 60 y que ha sido escandalosamente abandonado. El desmantelamiento de las Naciones Unidas es escandaloso, es prácticamente abominable. Es obsceno, las Naciones Unidas, en vez de ser un organismo creado para la paz mundial, en la época de la guerra de Corea, los Estados Unidos se dieron el lujo de intervenir militarmente contra Corea del Norte con la bandera de las Naciones Unidas, lo volvieron a hacer en la guerra de Irak. Repito, es obsceno.

Colombia, siendo integrante de la OTAN, nos va a traer la guerra al territorio latinoamericano. La Organización de Estados Americanos (OEA), que no sirve para nada, debería estar discutiendo el problema, declarando a América Latina una zona libre de guerra. Latinoamérica: Una Zona Libre de guerra.

En tu libro Mito y Utopía (2012), sostienes que América Latina “padece sus mitos reaccionarios” y que “no podría liberarse sin descomponer sus mitos, sin deconstruirlos” ¿Qué implica en estos tiempos hipercomunicados, de imparable biopoder, en el que han cambiado las formas de lucha popular y resistencia, deconstruir nuestros mitos reaccionarios?

Tenemos que reconstruir toda nuestra historia. La mayor parte de nuestra historia oficial es falsa. Me he dedicado los últimos cinco o seis años a escribir un libro, Historia del Perú para descontentos (2020), allí busco desarrollar una nueva lectura de la historia, por supuesto, diciendo la verdad sobre la conquista de América, diciendo quién era Cristóbal Colón, cosa que ahora es conocida. Sí hay investigadores e historiadores que demuestran quién era Colón, era abiertamente esclavista, a qué vino; cómo eran los contratos de saqueo entre los conquistadores, llamados capitulaciones. Con el lenguaje empieza el problema, les llamamos conquistadores en vez de llamarles asaltantes, saqueadores. Te dicen que fuimos colonia de España, pero en realidad España fue también colonizada por la familia Habsburgo, todo el oro que se llevaron de acá durante 300 años, no fue a España, como todos sabemos, sino acabó en los bancos que le prestaban dinero a los Habsburgo, empezando por los Santángel, que fueron los primeros banqueros judíos, terminando en las familias Fugger y otras de la actual Alemania. En realidad lo que después fue la colonización de África, a partir de 1884 con la Conferencia de Berlín, todo esto empezó aquí en América en 1492. 

Además, tenemos que reivindicar a los líderes indígenas y populares que no cesaron de luchar. Por lo menos en el Perú te dicen que durante los 300 años de la Colonia nadie se rebeló. Incluso nuestro himno nacional dice en una de sus estrofas: “Largo tiempo el peruano oprimido la ominosa cadena arrastró; condenado a cruel servidumbre largo tiempo en silencio gimió”. Eso no es cierto. Aquí tuvimos líderes que lucharon infinidad de revoluciones indígenas, y después también criollas, que resistieron al colonialismo español. Entonces los latinoamericanos tenemos que reconstruir toda esta historia, armar un nuevo relato que dé base a una conciencia liberadora, porque nuestros pueblos en este momento están solamente teniendo una conciencia de mercaderes, nada más.

Portada de Historia del Perú para descontentos (2020), de Héctor Béjar, que se reeditará próximamente. 

En este mismo libro mencionas que Mariátegui vio la importancia de la dimensión intuitiva, espiritual, en definitiva, cultural de todo cambio importante en la sociedad. Rescatas el enfoque multidisciplinario que aporta Immanuel Wallerstein a las ciencias sociales. Esa combinación de sensibilidades que tu generación cultivó, me refiero a la política, el arte, la academia, pero no por un mero ejercicio esteticista, sino articulado a una conciencia crítica del futuro; este rasgo contrasta enormemente con los mandatos de este tiempo de la llamada especialización de los saberes, la falta de espacios de formación que no estén institucionalizados por la lógica neoliberal y una ausencia de visión de futuro, ¿Cómo redefinir a la política?

Mira, Mariátegui, al igual que los grandes indigenistas del Perú y de Bolivia, no fueron sociólogos. Para Auguste Comte el positivismo es positivismo porque encierra una visión empirista de la realidad, Comte quería mejorar la realidad a través de reformas, más bien evitar las revoluciones, de las que abominaba. Así empieza la sociología durante el siglo XIX. En el siglo XX, la sociología es una gran operación global, durante las décadas de los 20 y los 30, los Estados Unidos se apoderan de la sociología con Talcott Parsons, hacen un gran trabajo sociológico, vacían a la sociología de su contenido. A partir de ello aparece la profesión del sociólogo que ignora la realidad social, es curioso, una paradoja. Cuando tú empiezas a analizar la sociología solamente como un sistema de relaciones y de comunicación entre personas que ignoran las contradicciones entre esas personas, sobre todo las contradicciones fuertes, estás vaciando todo el contenido. Eso llegó a su grado máximo con la Ciencia política, curiosamente, la ciencia política ya no trata de la política. Entonces desde Estados Unidos, a partir de los años 30, con mucho apoyo de las grandes fundaciones norteamericanas, especialmente la Fundación Rockefeller, se promueve este tipo de sociología, una sociología más o menos neutral, que ve la realidad sin comprometerse con ninguno de los contendientes. Incluso puede aceptar que hay contendientes y contradicciones en la realidad, pero no toma partido por ninguno de ellos, asumiendo un falso rol de ciencia objetiva. Eso es lo que tenemos que superar en América Latina. Tenemos que retomar una visión de las cosas que sea comprometida con la realidad, que no sea dogmática, por supuesto, tampoco se trata de retornar a un materialismo más o menos mecánico, dogmático, que fue el que tuvimos hasta los años 50. Pero creo que hay que introducir lo mejor del pensamiento europeo y lo mejor del pensamiento indígena, porque ahora en América Latina no solo tienes un pensamiento indigenista, como tuvimos en Ecuador, en Bolivia, en el Perú en los años 30, sino un pensamiento indio. Esa reflexión forma parte de una nueva realidad, tenemos que incorporarla, formar todo un aparato cultural que sirva a la gente para un proceso liberador. Creo que esa es la gran tarea que tenemos. Eso supone investigación, relectura de la historia, trabajo de base. En fin, es un trabajo múltiple.

En Perú el indigenismo fue comprado por los Estados Unidos. Los líderes intelectuales del indigenismo en la Segunda Guerra, con la política de buena vecindad de Roosevelt, fueron, digamos, asimilados. Eso pasó en México también, al igual que en Ecuador. También pasó en Bolivia, donde tuvimos una dirección de pueblos indígenas y un movimiento indígena muy financiado por los gringos. El que manda es el dinero. En el movimiento popular también, porque el movimiento popular tiene muchísimo dinero, como en Bolivia, como la gente del Alto en La Paz, es decir, gente que tiene millones. Esos millones no pasan necesariamente por los bancos. En el Perú hay mucho dinero de empresas. Esta leyenda de los microempresarios no deja de ser realidad en muchos casos. ¿Por qué? Porque hay mucha plata del contrabando, de todo tipo de tráficos, tráfico de personas, tráfico de drogas también. No te olvides que el Perú es la segunda potencia productora de cocaína de alta pureza después de Colombia.

En la poesía peruana, la Generación del 60, el Movimiento HoraZero, fueron movimientos de la vanguardia literaria que participaron en la lucha armada. Dejaron un mapa de la utopía que aparentemente fue borrado, pero que se puede reconstruir en la obra de Javier HeraudEnrique Verástegui, entre otros. ¿Como su compañero de ruta que fuiste, ahora qué porvenir entrañaría la liberación pendiente?

Eso no se produce porque sí, es resultado de la realidad, porque Verástegui, Javier Heraud, César Calvo y Gonzalo Rose, podríamos añadir muchos poetas peruanos son resultado de una época, seguramente es así en otros países. Todavía no estamos en esa época en América Latina, desgraciadamente, por lo menos en el Perú. Esta es una época de mercantilismo, es una época dominada por los mercaderes. Los comerciantes que dominan nuestras sociedades, que dominan los medios de comunicación, que dominan los gobiernos, han logrado que en las escuelas se ignore nuestra realidad. Entonces toda la lucha social es ignorada, aunque la lucha social sigue. Lo que pasa es que la gente lucha sin tener horizontes de referencia. Siempre tengo mucho miedo a generalizar, por eso menciono solamente a mi realidad, la realidad peruana, porque sobre esa sí puedo hablar. Puede que esto no esté sucediendo así en otros países, pero en el Perú uno se encuentra con una paradoja: el mismo peso del crecimiento social, de las luchas sociales hace que grandes sectores sociales emerjan en el Perú. En este momento tenemos un gobierno que podríamos denominar emergente, fruto de la emergencia del movimiento popular, sin embargo, es un gobierno sin horizonte. ¿Por qué no hay horizonte? En los medios populares, los proletarios han sido reemplazados por los precarios. No tenemos proletariado, tenemos precariado. El precariado está conformado por individuos que luchan todos los días por sobrevivir, no tienen derechos, no tienen memoria porque la escuela no se las transmitió, porque la televisión es amnésica, dedicada al peor entretenimiento.

Entonces la poesía, el arte, sobreviven. No se puede decir que no existan porque también hay grupos, sobre todo grupos de jóvenes en Lima y otras ciudades del Perú, que siguen haciendo arte en todas sus expresiones. Pero es un movimiento no reconocido por la sociedad oficial, esa es una situación paradójica. Mientras nosotros no tengamos una cultura reconocida por el pueblo, no por los medios oficiales, reconocida por el pueblo, que sea popular, que sea un poderoso punto de referencia, va a ser muy difícil que el movimiento popular que tenemos, que es muy activo, pueda pasar a una etapa de conciencia generalizada. Ahora solamente tenemos una conciencia reivindicativa, defensiva, respecto a los ataques de las minas, del empresariado. Pero no hay ese horizonte aglutinador que sea capaz de unir a grupos distintos. Entonces la sociedad se queda solamente en sus grupos distintos, que a todos nos gustan, como la multiculturalidad en el Perú. Pero la multiculturalidad se convierte en estéril si no tiene un horizonte, si no es capaz de generar un horizonte común que cubra toda la nación.

Portada de Mito y utopía (2012) de Héctor Béjar.

Esta es una época de mercantilismo, es una época dominada por los mercaderes. Los comerciantes que dominan nuestras sociedades, que dominan los medios de comunicación, que dominan los gobiernos, han logrado que en las escuelas se ignore nuestra realidad. Entonces toda la lucha social es ignorada, aunque la lucha social sigue. Lo que pasa es que la gente lucha sin tener horizontes de referencia.

Retorno a la Guerrilla (2015) es a la vez una novela, un ajuste de cuentas, un diario, unas memorias de tu experiencia en la lucha armada en el Perú en los años sesenta. Los testimonios de la derrota y del cautiverio son portadores de inspiración para nuevas luchas. ¿Qué pueden la literatura, el pensamiento crítico como generadores de mitos, de una nueva utopía liberadora? 

Eso tiene que aparecer inevitablemente, porque es una necesidad. Las utopías no aparecen porque alguien las inventó, aparecen porque son necesarias. El problema es que todavía no estamos en el momento en que son necesarias, por lo menos en el Perú. Todavía estamos en un momento de lucha muy inicial, muy precaria, muy elemental. Es simplemente la defensa contra los ataques de los explotadores. Pero no hay todavía una iniciativa liberadora. Aparecerá, sin duda. Eso tiene que aparecer en la medida en que continúe la situación en que estamos. En este momento, por ejemplo, es claro que en la mayor parte de nuestras sociedades los sistemas políticos son rechazados. Hay un tipo de democracia que ya no tiene legitimidad. Pero cómo reemplazas esa falta de legitimidad por algo que pueda unir por lo menos a la mayor cantidad de la gente, sino a toda.

¿Cuál crees que es el aporte vigente para América Latina de la experiencia que supuso el Ejército de Liberación Nacional (ELN) del que fuiste parte y en general el concepto internacionalista cubano?

Hay algo que no hemos hecho. Es un desafío, es una interpelación. ¿Qué es lo que no hemos hecho en América Latina? La revolución. La palabra revolución está vetada en América Latina. Nadie la pronuncia ya, muy pocos, porque revolución significa distribución de la propiedad de la tierra, distribución de los ingresos, la eliminación de la mayor parte de formas de explotación. Lo que hemos logrado en América Latina a través de muchos años tampoco es desdeñable, pero no es todo. Tienes el problema de Brasil, donde todavía el poder de los fazendeiros es tremendo. En Argentina, donde los sojeros mandan en la economía. En Chile, donde el pinochetismo goza de vida a pesar de los cambios políticos, los Carabineros han dejado semi ciegos a cientos de personas y siguen impunes. Tenemos el caso del Perú, donde la explotación minera y petrolera continúa absolutamente impune, goza de cierto consenso social. En el Perú te dicen que no podemos vivir sin inversión extranjera. Estos son países dominados por el temor. El legado de la Revolución Cubana y de los movimientos de los 60, es decirte: No temas. Hay algo que tienes que hacer todavía para lograr una verdadera liberación. 

Por supuesto, creo que el fenómeno cubano también merece estudio. Es decir, las revoluciones que hemos tenido en América Latina no tienen por qué ser sólo paradigmas. Son experimentos que necesitan tener un análisis desde el punto de vista revolucionario. Es decir: qué cosa es lo que no debes hacer en el futuro, qué cosa es lo que sí tienes que hacer. Creo que esa es la misión, recordar que las bases de la explotación en América Latina y en muchas partes del mundo, continúan intactas.

Participaste activamente del proceso de Reforma Agraria del gobierno de Juan Velasco Alvarado, en alguna de tus charlas rescatas de aquel proceso de reforma, la liberación de los campesinos cautivos hasta entonces de las relaciones feudales latifundistas, para su posterior conversión en asalariados y jornaleros. ¿Queda algo vigente del principio del doble poder del histórico dirigente campesino Hugo Blanco?

Ya no, porque Hugo perteneció al movimiento de sindicalización campesina, esos sindicatos campesinos de los años 60, en la Convención y Lares, fueron los primeros que lograron la Reforma agraria. Cuando ellos lograron expulsar a los terratenientes, quedaron como dueños de la tierra, se la repartieron y quedaron convertidos en pequeños propietarios, que son hasta ahora. Pero la economía continuó, entonces una parte de ellos formaron cooperativas, por ejemplo, la COCLA, que hasta hoy día exporta café y té, una parte se convirtieron en cooperativistas y otra parte en pequeños agricultores. Pero dado que el café es un producto que tiene un precio muy variable, sus hijos emigraron a la ciudad y se convirtieron en precarios. O lo que se llama en el Perú con uno de nuestros eufemismos, pequeños empresarios o microempresarios, que en realidad son gente muy precaria, que apenas puede sobrevivir. Son dueños de su medio de producción, como decimos en el Perú, de su combi, de su pequeño bus, de su mototaxi. Pero no tienen capacidad de capitalización, solamente trabajan como auto explotados, y son millones. Ahora hay también otra categoría de campesinos aquí en el Perú, los pequeños agricultores, también herederos de la Reforma agraria, sobre todo en la parte andina, porque la Convención y Lares más bien es para una parte de selva alta. En la parte andina, la Reforma agraria trató de formar cooperativas, y sociedades agrícolas, pero se repartieron la tierra. Los gobiernos reaccionarios favorecieron mucho ese proceso y ahora están convertidos a una pequeña y micro agricultura familiar que languidece, no es apoyada por el Estado, y sin embargo es capaz de alimentar gran parte de la dieta peruana. Durante la pandemia del 2020 todo falló, menos la agricultura. Es espectacular. Esos campesinos continuaron produciendo, continuaron enviando producción a las ciudades. Es una de las herencias de la reforma agraria, pero ahí quedaron. Ahora los hijos de ellos son, entre comillas, microempresarios. En Lima, en Arequipa, en Puno, hay muchos que son mineros. Muchos han pasado a la minería ilegal, ahora en el Perú hay la locura del oro, hacen agujeros hasta en sus casas buscando oro, están dedicados a eso, sobre todo en la parte rural, en el norte, en Cajamarca. También cerca de Ecuador, en Áncash, un departamento de la Sierra Central y por supuesto, en toda la zona sur. Estos campesinos se van convirtiendo en mineros, pero mineros muy precarios que trabajan con técnicas altamente contaminantes. Ustedes en Ecuador también tienen ese problema.

¿Cómo fue la transición de la lucha armada al proceso de Reforma Agraria en Perú?

En el Perú mataron a todos los guerrilleros, yo fui el único sobreviviente. Pasé un período bastante largo en prisión. Tuve la suerte de que hubo un golpe militar izquierdista en el camino al año 68. Entonces, a los cinco años me amnistían. Me percaté que los militares tenían muchas más armas que las que nosotros podíamos soñar, además, estaban haciendo lo que nosotros queríamos hacer, y algunos de ellos más todavía, porque la Reforma agraria peruana fue muy radical, no fue como la colombiana o la chilena. Aquí fue la toma directa de las tierras. Me uní al proceso, el cual se dio, por supuesto, dentro de un mar de contradicciones sociales y políticas. Ese proceso acabó luego de siete años, entré en 1970 a trabajar con los militares, con la Reforma agraria y otras actividades, y en el año 1975 ya hubo un golpe de estado reaccionario, ese proceso acabó y acabaron con todos, con los militares y conmigo. A Velasco lo depusieron. Después murió. Otros militares más o menos continuaron, pero ya la nueva generación militar no quiso saber nada del asunto y empezó a perseguirnos. Después entraron los Estados Unidos y corrompieron a todos, empezó un proceso de corrupción para evitar que se produzca un nuevo Velasco en el Perú. Tal como fue JJ Torres en Bolivia. 

Una política exterior soberana es fundamental para un proyecto político popular. Después de haber sido Canciller de Perú, ¿cómo encontraste al servicio exterior peruano? ¿Cuál es el rol que juegan estos grupos colegiados dirimentes en las democracias coloniales latinoamericanas?

A mí me llamó el presidente Pedro Castillo, yo no conocía a ninguno de ellos. Un día me llamaron y me dijeron: Ven, en 30 minutos tienes que estar acá. Entonces fui y me dijeron: ¿Quieres ser canciller? Yo pensé unos 30 segundos, me asusté y dije ya, sí, vamos. Entonces aproveché los 19 días para acabar con el Grupo de Lima y con el embajador espurio de Guaidó. Pero por supuesto, ese gozo duró solamente 19 días, porque la derecha levantó un grito histérico tal, no tienes idea, allá a Ecuador no llegan los periódicos peruanos. Pero aquí los periódicos de la derecha me llamaron el canciller de la vergüenza, el canciller del terror. Entonces los que me habían llamado empezaron a morirse de miedo cuando la Marina amenazó con un golpe de estado, me renunciaron. Porque yo no renuncio, me hicieron renunciar.

La Cancillería peruana tradicionalmente ha sido una cancillería subordinada a los Estados Unidos. Con honrosos períodos, muy cortos, como el período de Velasco, por ejemplo, con Edgardo Mercado Jarrín y Miguel Ángel de la Flor, un muy breve período de Porras Barrenechea, que se negó a aceptar la exclusión de Cuba de la OEA. Pero en líneas generales siempre han estado subordinados a los Estados Unidos, eso sigue hasta ahora, incluso con este gobierno. Claro, finalmente normalizaron las relaciones con la República Bolivariana de Venezuela, ya hay un auténtico embajador de Venezuela, porque aquí había un falso embajador. Ahora la Cancillería de Perú es muy moderada, con un gran temor a Washington.

El pacto oligárquico permanece intacto en las pequeñas repúblicas coloniales latinoamericanas. Si bien hemos tenido gobiernos progresistas, esta democracia liberal es ya un estado de facto per se, una democracia privada subyugada a los intereses financieros transnacionales. ¿Cómo revolucionar la noción de democracia?

En el Perú en este momento hay un entrampamiento, hay una especie de gran empate social. Primero, hay un empate entre el Ejecutivo, dominado por el presidente Pedro Castillo y el Parlamento, dominado por el fujimorismo. El fujimorismo quiere vacar, como se dice aquí, quiere destituir a Castillo, y por supuesto, no pueden. Entonces todos los días hay manifestaciones para la vacancia presidencial. El ejecutivo nombra un gabinete, lo derriban, nombra un ministro, lo interpelan, es una cosa caricaturesca. Pero lo más grave pasa en el sistema económico, en el Perú hay más o menos 41 grandes proyectos mineros en cartera, ya aprobados, y más o menos unos diez iniciados, pero que no pueden continuar, pues la gente no quiere. Son más o menos como 15 mil millones de dólares los que están en juego. En este momento, los amazónicos han bloqueado a todas las petroleras, ese bloqueo permanece desde hace dos meses. En este momento la mina más grande de cobre, las Bambas, está paralizada porque las comunidades han bloqueado la carretera, no dejan pasar los camiones de la mina. Igual está pasando en el Cusco, en Cajamarca, los programas de ampliación de la mina de oro que tiene la Manhattan no pueden continuar.

Ningún periódico, ninguna televisora habla de eso. Otro gobierno ya habría mandado al ejército y le habría metido bala a todo el mundo, imponiendo a sangre y fuego los proyectos mineros. Este gobierno no lo está haciendo, ese es también un mérito que hay que reconocerles. Finalmente, reprimieron a las comunidades que estaban ocupando una de las minas de Las Bambas, en el sur del Perú. Las negociaciones entre el gobierno y las comunidades han continuado sin resultado hasta el momento. Entonces ese es el empate que te decía, el Perú en realidad ya le dijo no a la minería en la práctica. Claro que las radios, las televisoras, te hablan todos los días de que la minería es la salvación del Perú, pero en la realidad la gente no lo está permitiendo. Por eso es que desesperadamente quieren destituir a Castillo, quieren sustituirlo por un gobernante que haga lo que han hecho todos los gobiernos. Eso te ayuda a comprobar que el movimiento popular en el Perú, con todo lo que podamos decir en su contra, sigue siendo muy activo, aunque también hay mucha corrupción. El movimiento popular ya no es lo que era hace 50 años, ahora está altamente corrompido, deteriorado, pero tiene una fuerza tal que ha bloqueado el gran programa minero del Perú. 

El presidente Pedro Castillo es un hombre, como digo yo, que está en la izquierda, pero no es de izquierda. Él es un evangelista practicante, empieza a orar cada vez que se reúne. Bueno, también hay evangelistas radicales, conozco pastores metodistas más radicales que yo, pero ese no es el caso de Castillo, es un hombre muy moderado. La gente popular lo votó porque se vio identificada con él. Era uno como ellos, también en su indefinición.

Eso demuestra la porosidad del sistema político, porque la derecha tampoco tiene liderazgo. Todo esto de acabar con la historia y con la ideología también ha castigado a la derecha, porque ahora sus líderes son solamente negociantes, no tienen ideas, entonces no tienen nada que oponer. En el Perú hay un empate estéril, hay gran vacío de liderazgo en ambos sectores, el Perú, que se caracterizó por fuertes liderazgos como el de Haya de la Torre, el de Belaúnde, en fin, ya no los tiene. 

Héctor Béjar ejerciendo como Canciller del Perú en 2021