GOLPE DE ESTADO EN BOLIVIA
«Este es momento de combatir al fascismo. De defender la democracia y el proceso de cambio (que es más que el propio gobierno) frente a la agresión antipopular»
América Latina vive un nuevo golpe a la dignidad. Desde el corazón de América Latina, ese territorio nacional donde hace más de 50 años el Che apostó por iniciar una masa madre libertadora que se extendiera por la región, nos llegan de nuevo noticias del accionar de las fuerzas infames de la historia. Y la infamia, en tiempos de crisis, regresa rauda y veloz a su condición.
Lo que está pasando en Bolivia tiene un nombre claro: GOLPE DE ESTADO. Golpe de estado cívico. Está por concretarse, aunque todo indica que sí, si también militar. Como dice la compañera Adriana Guzmán, del movimiento Feminismo Comunitario de Bolivia, se trata de un golpe fundamentalista y profundamente racista. El golpe está encabezado por el Comité Cívico de Santa Cruz, liderado por Luis Fernando Camacho, un fundamentalista religioso católico muy cercano también al extremismo evangelista. Según publican algunos medios, antes de las elecciones en Bolivia tuvo varios encuentros con el presidente fascista de Brasil, Jair Bolsonaro. Dueño del Grupo Empresarial Nacional Vida S.A, está involucrado en el escándalo de evasión fiscal Panamá Papers y prometió “llevar a Dios de vuelta al Palacio Quemado”. Su enemigo queda claro: todo lo que huela a pensamiento popular e indígena.
Hablamos de un golpe de Estado colonial con violencia y persecución política. La militancia y las organizaciones sociales, en especial los pueblos indígenas originarios, están siendo perseguidos y agredidos. Las sedes de las organizaciones sociales, indígenas y campesinas quemadas. Sedes de embajadas como la de Venezuela han intentado ser tomadas con dinamita. Los golpistas han secuestrado familias, asaltado y quemado casas de dirigentes afines al MAS, amarrado a árboles y golpeado a comunicadores populares,… En definitiva, la oposición fascista ha comenzado una cacería, una venganza por todos estos años de proceso de cambio popular.
Hablamos de un golpe de Estado perpetrado por la derecha extremista de Bolivia con el apoyo de la derecha internacional. Con el accionar de grupos armados mercenarios con preparación militar que utilizan la violencia, también violencia sexual, con el apoyo de la policía y finalmente del elemento clave en términos de fuerza que parece haber decantado la balanza: las Fuerzas Armadas bolivianas, esas mismas que a fines de los 60 fueron entrenadas por la CIA y colaboraron en el asesinato al Che y algunos de sus compañeros. Medio siglo después, tras años de proceso de cambio e intentos de descolonización y democratización, expresan rápidamente su verdadera condición, regresan a su ser ideológico, gestado en la Escuela de las Américas y el vientre anticomunista de la Doctrina de Seguridad Nacional. Hay realmente mucha ambigüedad respecto al papel de los militares en esta nueva partida de ajedrez de la lucha de clases. Pero hay algunos hechos evidentes. El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas pidió en el día de ayer al presidente legítimo que renunciara. El ejército no solo ha actuado por omisión: no defendiendo el proceso ante el golpe fascista, sino que hay lugares donde salió a reprimir a manifestantes en apoyo al gobierno legítimo. El proceso de cambio boliviano ha hecho esfuerzos en intentar democratizar el elemento castrense. Recordamos cuando en 2016 asistimos a la Cumbre de Descolonización, Despatriarcalización, lucha contra el racismo y toda forma de discriminación, celebrada nada menos que en El Círculo de Oficiales del Ejército. Ese mismo año se inauguraba en Bolivia la primera Escuela Militar Antiimperialista de la región, contraparte de la citada Escuela de las Américas. Hay mucha confusión y quedan piezas por mover en esta nueva partida de la historia. ¿Podría ser que una parte de las Fuerzas Armadas demuestren lealtad al proceso de cambio y se decanten por los históricamente oprimidos de Bolivia? ¿Asumirán por el contrario los militares el control después del golpe cívico? ¿Veremos una nueva junta militar en América Latina? ¿Tiene el pueblo capacidad de articulación y resistencia frente a un golpe de tal velocidad, con parte de las bases desorientadas, no articuladas para una defensa o que directamente han claudicado?
Inexplicablemente, las organizaciones mineras que siempre apoyaron el proceso, como la FSTMB o la COB, el día clave de ayer, 10 de noviembre, se bajaron del carro y en un mensaje ingenuo donde después de elogiar a Evo le pedían que dejara el poder al pueblo, como si estuviéramos ante una insurrección popular, pidieron la renuncia de Evo. Finalmente éste, como sabemos, acabó renunciando junto al vicepresidente Álvaro García Linera “para garantizar la paz”, según sus propias palabras. Algo que por la información que nos llega está lejos de estar garantizado. El MAS ha cometido muchos errores. Uno de los últimos aceptar una auditoría vinculante de un organismo golpista como la OEA, que ayer adelantó el resultado de la auditoría para acelerar el debilitamiento del gobierno. Pero no es este el momento de ver los errores del gobierno MAS. Ya habrá tiempo de análisis sesudos, de vislumbrar errores e incluso desvíos del proyecto histórico y revolucionario. Este es momento de combatir al fascismo. De defender la democracia y el proceso de cambio (que es más que el propio gobierno) frente a la agresión antipopular.
Predomina como decimos la incertidumbre, pero voces compañeras afirman que Evo está resguardado y protegido en su territorio por las comunidades, que estarían preparando una defensa. De ser cierta esta información, las organizaciones sociales estarían reorganizando una posible resistencia ante la infamia. La lucha sigue.
Rechazamos el golpe de Estado fascista y expresamos todo nuestro apoyo al hermano pueblo boliviano.
Texto publicado en Rebelión, Tercera Información y ContrahegemoníaWeb
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