¡VIVA CHILE MIERDA!

Por Ángel González

«Desde estas pioneras experiencias organizativas a nivel comunitario se comienzan a denunciar problemas más estructurales que se vivían en el país como la recluta contra los jóvenes del barrio, la corrupción de los gobernantes y la complacencia de la jerarquía eclesial. En poco tiempo la comunidad se convirtió en un referente de lucha, de organización y movilización social».


Con el “larguiruchu” pueblo chileno tenemos un cariño, una hermandad muy cercana que se remonta a varias décadas, a momentos y personas que han marcado ese profundo cariño. Los terribles acontecimientos acaecidos el 11 de septiembre del 73 con su secuela de muerte, desapariciones y exilio de cientos de miles de chilenos y chilenas, cambiaron circunstancialmente no sólo el destino y el proyecto social y político de todo un país sino también determinaron otros procesos personales y colectivos en otras tierras.

A Venezuela llegaron cientos de refugiados y exiliados políticos chilenos, muchos de ellos a Barquisimeto a mediados de los 70 y 80, en su mayoría atraídos por la aparente estabilidad política, social y económica que se proyectaba en el extranjero sobre nuestro país. Muchos de estos chilenos se adaptaron e integraron rápidamente, en algunos de los casos lograron estabilizarse en lo económico y social acoplándose a la dinámica del país; otros a veces en difíciles o estables condiciones continuaron ejerciendo la resistencia desde el exilio, creando los comités de refugiados políticos, quienes recibieron diferentes muestras de solidaridad particularmente de los partidos y colectivos de izquierdas, dado que para la época era común la creación de comités de solidaridad con otros piases como Cuba, Nicaragua, El Salvador. Haciendo un paréntesis habría que señalar que era evidente las contradicciones y diferencias dentro de la izquierda chilena en la alianza política del Gobierno de la Unidad Popular las cuales se acrecentaron aún más luego del golpe tanto para los que se quedaron y sobre todo para muchos de los militantes de la izquierda chilena en el exilio y en su retorno luego del regreso de la “democracia” burguesa. Heridas que aún quedan abiertas y que merecerían ser analizadas en otro espacio.

De los chilenos exiliados que llegaron a Barquisimeto recordamos a una extraordinaria mujer comprometida con su pueblo desde el rol que le tocó asumir como periodista en la Tv publica chilena durante el gobierno de la Unidad Popular y por su entrega y cariño al proceso venezolano a mediados y finales de los 70. Tatiana Carvajal, como rostro visible de la televisora nacional y militante del PS de Allende, salvó su vida y la de su familia milagrosamente, con un niño y una niña ambos muy pequeños cuando salió de Chile y luego de un periplo por varios países llega a Venezuela y se instaló en la ciudad de los Crepúsculos desde donde inmediatamente comenzó a organizar la resistencia vinculándose al mismo tiempo con la realidad social y política de nuestro país.

Aquí en Barquisimeto la Tatiana llegó a conocer a otro exiliado de Chile, de nacionalidad Francesa, un “cura Rojo” llamado Roberto Lebegue, sacerdote obrero quien junto a otros curas y laicos antes y durante el gobierno de la Unidad Popular desarrollaron un extraordinario proceso de organización política en las comunidades pobres en varias regiones del país, acompañando a los obreros mineros, a las diferentes formas de organización social y comunitarias surgidas al fervor del proyecto de Salvador Allende. Estos curas y cristianos comprometidos llegaron a tener una expresión orgánica propia en todo el proceso de la Unidad Popular en el movimiento “Cristianos por el Socialismo”, quienes desde la corriente de la Teología de la Liberación aportaron con trabajo material e intelectual a la causa de un Chile diferente: “Crear, Crear Poder Popular”, como decía la consigna de la época. La militancia cristiana de Roberto en Chile, su apoyo abierto al proceso de la Unidad Popular y las denuncias sobre los ataques de la derecha los meses y días previos al golpe le valieron a Roberto el mismo destino del exilio, coincidiendo con Tatiana en las actividades desarrolladas en el “Comité de Solidaridad con Chile” en Barquisimeto a mediados del 70.

Roberto ya se había instalado en la comunidad de la Ruezga Norte, una urbanización popular construida en el primer gobierno del social cristiano Rafael Caldera, urbanismo que a los pocos meses de ser habitada las casas por la gente comenzaron a agrietarse y caerse como uno de los tantos engaños y estafas de los gobiernos adecos/copeyanos de la llamada cuarta república en Venezuela. Siguiendo la tradición de lucha desarrollada en Chile e inspirado por el evangelio, el padre Roberto junto a un equipo de misioneros y laicos desarrollaron un proceso de organización en la comunidad de la Ruezga, creando la primera junta de vecinos desde donde las principales luchas se centraron durante años en la denuncia por la estafa de las casas mal construidas y la contaminación de la quebrada de la Ruezga, cuyas aguas contaminadas y pestilentes comenzaban a generar grabes problemas de salud a la población. De la misma manera, desde estas pioneras experiencias organizativas a nivel comunitario se comienzan a denunciar problemas más estructurales que se vivían en el país como la recluta contra los jóvenes del barrio, la corrupción de los gobernantes y la complacencia de la jerarquía eclesial. En poco tiempo la comunidad se convirtió en un referente de lucha, de organización y movilización social. Tatiana se incorporó a este proceso invitada por el inquieto y visionario Roberto. Se crean los círculos de estudios sobre todo con la participación de adultos, algunos ya muy mayores, obreros y amas de casa, gente muy humilde y sencilla donde Tatiana y algunos otros chilenos invitados por ésta compartían temas de la realidad política nacional e internacional bajo el método del estudio de los clásicos del marxismo. Una combinación de la militancia cristiana y la formación política e ideológica que en la época ya estaba siendo motivada desde hacía rato en la región de América Latina bajo la consigna “Entre Cristianismo y Revolución no hay contradicción“. La propia experiencia chilena con los curas obreros, la participación de los cristianos en la guerra revolucionaria en Centro América y la opción armada del Cura Camilo Torres en Colombia caído en combate, eran el mejor ejemplo para ilustrar las diferentes formas de asumir, vivir y morir dando testimonio de un Jesús que se identifica con el sufrimiento de su pueblo, que vive, muere y resucita en cada lucha de este continente en permanente martirio.

Tatiana se apegó rápidamente a la comunidad de la Ruezga, al entusiasmo y mística del padre Roberto y la comunidad cristiana. La gente recibía “a la profesora» en el solar de la casa, en la cera del frente, sentados bajo un árbol compartiendo un café, intercambiando frases chilenas con el humor típico del venezolano…

Lamentablemente este extraordinario y lindo proceso se frustra por dos acontecimientos terribles suscitados seguidamente, uno fue la expulsión de la Parroquia y del propio país en el año 78 del padre Roberto, quien fuera víctima de los ataques inescrupulosos y del pase de factura de la jerarquía eclesial en contubernio con la mafias adeco/copeyanas para quienes el Cura “comunista” era un estorbo. La segunda aún más terrible fue la muerte de Tatiana al año siguiente, quien padecía de un tumor cerebral, dando el último suspiro el 10 de Octubre de 1979.

En lo personal tengo muy pocos recuerdos de Tatiana en vida porque apenas contaba con 10 años de edad, pero tal vez por el impacto que causó en mi familia, sobre todo en mi madre, tengo muy claro en mi memoria el día de su muerte, de su velorio realizado en la comunidad de la Ruezga en casa de las monjas, calle 10 a pocos metros donde aún conservamos nuestra casa materna. Recuerdo mucho el dolor, el llanto de mi mamá al recibir la triste noticia de parte de Patricio, compañero de Tatiana para la época, otro de los aventureros, un Irlandés venido junto con Roberto de la experiencia en Chile a Venezuela, que determinaron mi opción de vida con la infancia de los sectores populares hasta el día de hoy. El velorio y sepelio de Tatiana causó un revuelo tremendo no sólo en la comunidad por el aprecio que ella había generado, sino también el escándalo de los medios de comunicación y de algunos de los personajes más reaccionarios de la época. Éstos utilizaron imágenes de las banderas del Partido Comunista de Chile en el exilio y del Partido Comunista Venezolano, así como las muestras de solidaridad de organizaciones revolucionarias que se ofrendaron en las actividades fúnebres de Tatiana, para “demostrar” el carácter subversivo que se estaba desarrollando en la comunidad de la Ruezga Norte y en particular en la Parroquia Cristo Redentor por parte del padre Roberto, lo que generó durante muchos años la estigmatización de los Cristianos comprometidos, muchos de los cuales optaron por abandonar los espacios eclesiales asumiendo su compromiso personal y político en otros ámbitos culturales, estudiantes sociales; otros en cambio, sobre todo señoras formadas políticamente por Tatiana y en la fe militante por Roberto, permanecieron firmes resistiendo dentro de la iglesia, como fue el caso de mi querida madre y de muchas otras de las “mamás catequistas” de la comunidad de la Ruezga.

Para quienes nos formamos al fragor de ese proceso en la comunidad de la Ruezga y hoy nos hemos mantenido firme en nuestras convicciones, la experiencia Chilena toca nuestras fibras, nuestra sensibilidad, nuestra memoria histórica personal, familiar y colectiva. La memoria de una mujer como Tatiana Carvajal y del Padre Roberto Lebegue. Este último, luego de ser expulsado de Venezuela, regresó a Chile, aun con el riesgo que suponía para él. En su retorno continuó su labor pastoral y social en las comunidades de Copiapó, Huasco y Freirina… En esas comunidades, tuve la oportunidad de reencontrarme con él en los años 95 y 96. Mantenía el mismo espíritu rebelde que le caracterizó durante toda su vida. Allí, en el desierto de Atacama, pude compartir con él los recuerdos de su paso por Venezuela, del cariño que le brindó este pueblo, de los momentos críticos pero también esperanzadores que vivió junto a este pueblo. Un paso que en apenas 3 años y poco más nos marcaron para siempre a mí y a mi familia como también a muchos de la Comunidad de la Ruezga, quienes aún recuerdan al padrecito. Allí en su Chile lindo murió Roberto en el año 98 en la humildad y pobreza con la que siempre vivió, al lado de los suyos, en las comunidades y pueblos de esa región de Chile donde está viva la memoria del Roberto, en nombre de plazas, radios comunitarias, centro de atención a la infancia y refugios pero sobre todo en la marca personal, espiritual y política que dejó a muchas generaciones que durante más de 50 años compartieron con este profeta de nuestros tiempos.

Ya comentábamos al principio sobre la salida de Tatiana Carvajal de Chile junto con sus dos pequeños hijos chilenitos, Martín y Carolina, quienes ahora son tan Barquisimetanos (Guaros) como el suero criollo y los crepúsculos larenses. Los compañeros que perdieron a su madre aun estando muy pequeños junto al viejo y recordado Chacho, siempre mantuvieron su memoria viva. Crecieron en Barquisimeto y como jóvenes militaron en las diferentes expresiones del movimiento estudiantil luchando siempre por el derecho a la gratuidad de la Educación, por el pasaje preferencial estudiantil, por los comedores y transporte en la universidad. De la misma manera vinculados desde Venezuela a la causa chilena desde los años de la dictadura pasando por la llegada de la falsa democracia a finales de los 80 y 90. Los compañeros siempre promovieron y apoyaron innumerables iniciativas sociales, culturales y políticas en apoyo a la resistencia en Chile en compañía de otro de los históricos chilenos de Barquisimeto en lucha permanente como es el viejo Carlos Ricardo Cisterna que con su programa radial “Latinoamérica” por más de 40 años mantuvo viva la causa de Chile y la solidaridad de los pueblos del Mundo.

Los hijos de Tatiana han acompañado de diferentes formas, tareas y compromiso al proceso bolivariano en Venezuela en sus diferentes etapas, con las contradicciones y apuestas que esto supone.
Hoy ellos están allí en Chile, regresaron a la tierra que los vio nacer movidos por las circunstancias personales y colectivas que les ha tocado vivir, pero también movidos por esos ciclos históricos que producen y reproducen acontecimientos que nos marcan individual y colectivamente. Están junto a Tatiana y Roberto abriendo las grietas del sistema chileno construido a sangre y fuego durante todos estos años, están ahí junto a miles y millones en las calles que desde el 18 de Octubre del año pasado irrumpen y abren las grandes alamedas como lo predijera el compañero presidente salvador Allende; están ahí en los que se concentran en la plaza de la Dignidad, en las barricadas populares, en los que cantan a gritos los cantos victoriosos de la Unidad Popular pero también de las otras generaciones que ahora cantan “El baile de los que sobran” de Los Prisioneros de Chile; Están en los típicos murales pintorescos que gritan en las paredes de los barrios y de las alamedas; están junto el grito desgarrador y el rostro fruncido del pueblo mapuche en pie de lucha desde hace 500 años reclamando sus territorios porque ellos son la tierra misma; están ahí junto a las células del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que aún permanecen en el silencio conspirativo “como ha tenido que ser” esperando el momento para la acción; están ahí junto a los millones que hoy acudirán al llamado plebiscito de la consulta popular con las limitaciones que el propio sistema impone pero confiados en la urgente necesidad de la combinación de las diferentes formas de lucha como estrategia para seguir dando golpes al sistema hasta lograr la victoria final.
Ellos están allá y nosotros desde aquí, como decía el Che, «hermanados en esta mayúscula América”. Hoy junto a mis hermanos chilenos y chilenas gritamos “VIVA CHILE MIERDA”

Ángel González, 25/10/20