UN BRILLO DORADO QUE ENCEGUECE Y MATA

Por Jairo Fuentes

«En la extracción de 1 gramo de oro se gastan cerca de mil litros de agua y se remueve cerca de una tonelada de tierra para que el 75 % de ese oro vaya luego a parar a los dedos, muñecas, cuellos, pechos y casas»

14 de marzo de 2023

Otro paro minero en el bajo Cauca antioqueño. Otra vez imágenes de televisión mostrando el desastre ecológico causado por la minería ilegal. Otra vez, los interminables operativos de la policía nacional persiguiendo mineros y destruyendo maquinaria para la extracción del codiciado mineral. Otra vez el oro como protagonista de una historia de violencia, riqueza y poder.

La primera vez que se presentó este fenómeno en lo que hoy se llama el continente americano, tuvo sus inicios el 12 de octubre de 1492, con la llegada de Colón y sus forajidos a las islas caribeñas, en las que el metal amarillo, como el sol, los deslumbró y los llevó a cometer asesinatos, masacres y genocidio, pues «con el oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo, y llega incluso a llevar las almas al paraíso».

Desde entonces, por estas tierras ronda esa bendita fiebre que obnubila las mentes y corroe todo sentimiento: las vidas -ajenas y propias- se entregan por un gramo de lo que nos promete hasta la entrada al paraíso. Sin tetas, parece que sí puede haber paraíso, pero no así sin oro.

Es así, como un metal mítico por la simple coincidencia de reflejar el espectro de la luz, que llevó a sus primeros observadores a compararlo con trocitos de sol y a endiosarlo como tal, sigue determinando principalmente el lujo y la economía del mundo. Es de época muy reciente que el dichoso metal se viene empleando en otros usos como la electrónica y la medicina. Según el portal lenntech, las proporciones de uso del oro son las siguientes:

«Cerca de tres cuartas partes de la producción mundial del oro se consume en joyería. Sus aplicaciones industriales, especialmente en electrónica, consumen 10-15%. El remanente está dividido entre los empleos médicos y dentales, acuñación y reservas para el gobierno y particulares».

Es decir, de cada 100 toneladas de oro 75 se emplean en joyería; de 10 a 15 toneladas en electrónica;  y el resto, otras 10 a 15 toneladas, se emplean en monedas y lingotes que se guardan en bóvedas de seguridad como respaldo a las reservas monetarias de todos los estados del mundo.

En otras palabras, en la extracción de 1 gramo de oro se gastan cerca de mil litros de agua y se remueve cerca de una tonelada de tierra -en la que además hay bosques y animales- para que el 75 % de ese oro vaya luego a parar a los dedos, muñecas, cuellos, pechos y casas de un mínimo de millonarios y uno que otro arribista, sin otra función que ostentar lujo. ¿De que le sirve eso al bienestar de la humanidad?

Por otro lado, el oro se usa -como ya se vio- en el respaldo de las economías de casi todos los estados del mundo. Es decir, unos cuantos lingotes de oro, guardados con extremas medidas de seguridad en bóvedas bancarias, nos da la confianza de que tenemos una economía fuerte o débil. Un acto de fe pura. Confianza en que lo que hay en los bancos de los Estados es oro; tal como confiar que en los cielos está Dios, que todo lo puede.

Según larepública.co,

«De acuerdo con las últimas cifras publicadas por el Consejo Mundial del Oro, hasta septiembre de 2021, el total de reservas de oro en manos de los bancos centrales superó las 36.000 toneladas. Este fenómeno se da por primera vez desde 1990, reflejando el momento de estrés económico mundial».

Así las cosas, la utilidad real del oro está en el poco porcentaje del mismo, que se usa en electrónica y en medicina. Lo demás es lujo y especulación. Aún así, la humanidad sigue fincando sus esperanzas y labrando su desgracia en algo que bien pudiera ser una piedra más de las que existen en el planeta y en el universo, con menos usos prácticos que el hierro, la caliza o el granito, que por lo menos sirven para la construcción de infraestructuras.

Esas son las razones para que hoy, en una región de Antioquía, se esté presentando otro paro minero, movido por los intereses de quienes han encontrado en ese oficio su medio de subsistencia y otros el medio para enriquecerse.

¿Qué diferencia hay entre nuestros ancestros que adoraban el sol y nuestros magnates que hoy adoran el oro? Los dos se ven deslumbrados por su brillo. La gran diferencia está en que el sol es fuente de vida; en cambio el oro, por donde se mire, mayoritariamente es causa de muerte.

Por Jairo Fuentes