QUIÉN FUE EL LADRÓN
Por Jairo Fuentes
«Los pescadores siguen llegando y se siguen llevando peces y luceros al por mayor»
Hay una canción colombiana de autoría del maestro José Alejandro Morales Pino, el mismo que ya en otra ocasión me sirvió, gracias a una de sus canciones, para otro ejercicio de reflexión tal como el que propongo ahora. Esta canción también magistralmente interpretada por uno de los mejores duetos del folklor colombiano, conocido por sus apellidos (Silva y Villalba), gracias a la magia de la tecnología se puede escuchar, acompañada de un artesanal video, en el siguiente enlace.
Si el lector no se ha tomado el tiempo de escuchar la canción, le será muy difícil entender lo que a continuación propongo, a no ser que ya conozca el contenido de la misma y lo vaya descubriendo a medida que sigue leyendo; pero como en este caso mi propuesta va dirigida sobre todo a un público europeo, espero que sí hayan tenido la paciencia de oírla.
Bien, esperando que haya sido así, o que de lo contrario la oigan después, incitados a entender el por qué de mis opiniones, continúo haciendo algunas preguntas: ¿De quién era el lucero? ¿Quién fue el que lo pescó y a dónde lo llevó? ¿Qué hizo el río después? ¿Entonces quién fue el ladrón? Desde mi punto de vista, el lucero era del río. Claro, no ha de faltar el que me asegure, con toda razón, que en los ríos no hay luceros y cuando mucho es en el mar donde hay estrellas. Pero les ruego que acepten la metáfora y den por hecho que había un lucero en un río; por lo tanto, es el pescador el que saca el lucero y se lo lleva a su bohío (cabaña hecha de madera y ramas, cañas o pajas y sin más respiradero que la puerta).
Lo lamentable de la historia es que el río se desborda, entra al bohío, ahoga al pescador y se “roba” al lucero: pero, insisto en la pregunta: ¿De quién era el lucero? ¿Acaso no era del río? Aun así, pueden alegar en favor del pescador que él no estaba buscando luceros sino peces. De todas maneras se apropió del lucero a sabiendas de que no le pertenecía, pero sobre todo que no lo necesitaba.
Entonces, a mi parecer, queda claro que el dueño del lucero era el río y que quien lo sustrajo fue el pescador; a pesar de eso, fíjense que la canción lamenta que el río celoso se haya desbordado, entrado al bohío y se haya “robado” al lucero. Habrán notado que la palabra “robo” la escribo entre comillas. Espero no sea necesario explicar detalladamente el porqué.
Si me han seguido, mi opinión es que el que se robó el lucero fue el pescador y el río solo efectúo una acción justa, rescatando lo que le pertenecía. Pero, el maestro Morales, acusa de ladrón al río, no al pescador.
Ahora, ¿te has detenido alguna vez al escuchar las canciones, a pensar si éstas expresan el deseo de una realidad o simplemente reflejan la que ya existe? Para mí, es lo segundo. Por lo tanto, sin desconocer lo hermoso de la poesía que contiene esta y tantas otras canciones, en este caso dicha poesía deja ver la manera como se califica a quienes recuperan lo que les pertenece; el ladrón no es el que roba sino el que recupera.
Pues bien, espero que la mayoría de quienes lean este escrito, tengan algunas nociones de historia; pero por favor, si no es así, no se pongan a inventar como cierto presidente latinoamericano, para halagar o para expresar deseos reprimidos. Lo anterior, y he ahí el porqué de a quién va dirigido este artículo, es porque si recuerdan las lecciones de historia, si es que se la contaron realmente como fue, a muchas partes de los continentes americano y africano llegaron muchos pescadores europeos y se llevaron muchos luceros que por aquí alumbraban en ríos, praderas, selvas y montañas, y gracias a los cuales hoy el “viejo mundo” parece nuevo y según las imágenes satelitales, parece brillar con luz propia, mientras los verdaderos dueños de los luceros viven a oscuras.
«El río empezó a desbordarse e hizo desalojar temporal y parcialmente sus riberas»
Pero la coincidencia con la historia de la canción sigue, no solo porque los pescadores siguen llegando y se siguen llevando peces y luceros al por mayor, a pesar de que hace doscientos años, en el caso de América (sin la ayuda de los Estados unidos, en todo caso) y en el caso de África (tampoco), hace apenas sesenta o setenta años, el río empezó a desbordarse e hizo desalojar temporal y parcialmente sus riberas, sino porque ahora amenaza con desbordarse más allá de sus playas y está ingresando poco a poco a los bohíos donde por años han estado los luceros que han y siguen siendo robados.
Espero que ahora entiendan el porqué de tantas olas de migraciones hacia sus países; es la creciente imparable de aquel río a quien muchos de ustedes arrebataron con sus redes más de lo que necesitaban para vivir y que además lo siguen haciendo. Desde luego, es cierto también que muchos otros de ustedes ni siquiera se han asomado por las orillas de esos ríos y mucho menos han intentado navegar en sus aguas para pescar nada; pero de una o de otra manera se han beneficiado tanto de los peces como de los luceros que sus coterráneos han llevado, y el río desbordado, desafortunadamente, pocas veces encontrará la diferencia entre quienes pescaron y entre quienes simplemente comieron o se alegraron con el brillo de los luceros, sin tan siquiera averiguar de dónde procedían.
Hermanos europeos. Tenéis que hacer consciencia de que la creciente del río no se frena levantando diques, ni físicos, ni raciales, ni religiosos, ni políticos. La creciente va a seguir subiendo. Tal vez, si por lo menos dejárais quietos los ríos que desde hace siglos han provocado. Ni siquiera es devolver los luceros que no les pertenecen; es dejar en su lugar los que aún no han pescado. No necesitáis más para mantener vuestro nivel de vida. ¿Por qué seguir privando al río de sus luceros cuando ya vosotros tenéis no solo suficiente sino demasiada luz? Si seguís así, no lograreis más que la inundación total y quién sabe cuándo, el río querrá volver a su cauce.
Enero 11 de 2019
Jairo Antonio Fuentes Díaz
Prisionero político ELN. Rebelde por obligación, revolucionario por conciencia
Gracias compañero por este ejercicio de escucha crítica y de pensamiento. En ocasiones, la metáfora habla de la realidad mejor que la realidad misma. De eso sabe un poco mucho nuestro amigo Sócrates el cual cada vez que notaba que la realidad no era suficiente para explicarse a sí misma recurría al mito para poder de ese modo penetrar en las cabezas y los corazones. Un abrazo!!