LA DERECHA Y LA PANDEMIA

Por Guillermo Cieza

«Frases como: el virus no existe, es pura exageración; a mi no me pasó y conozco a uno que apenas tuvo una “gripecita”; algo habrá hecho para contagiarse; ya estaba muy enfermo, etc., actúan como caparazones para quienes no pueden o no quieren asumir la gravedad de los hechos. Por eso el negacionismo de la derecha tiene clientela cautiva».

La Plata, Argentina | 30 de mayo de 2021 | Foto: Diario Río Negro | Fuente: Tramas

La pandemia es un suceso que incomoda y lastima a toda la sociedad. No son solamente las pérdidas humanas y las experiencias traumáticas de quienes transitaron situaciones de internación, son tambien las cuarentenas vividas como interminables, las dificultades para trabajar de quienes están ligados al turismo, la gastronomía y el comercio no esencial, o el desorden familiar que produce que los chicos no puedan ir a la escuela o vayan exponiéndose a más contagios. Los saldos inevitables de la pandemia son la pérdida de seres queridos, el daño psicológico que presupone el encierro y la afectación de muchas economías familiares.

Sobre esa incomodidad y esos daños ha venido trabajando la derecha que, frente a las advertencias de los epidemiólogos, despliega una línea argumental que combina el negacionismo de la epidemia con una supuesta defensa de la libertad. La derecha es floja en argumentaciones pero cuenta con condiciones favorables para ser escuchada. Una de las formas más frecuentes que eligen las personas y los pueblos para soportar las situaciones más duras es apelar a la negación. Frases como: el virus no existe, es pura exageración; a mi no me pasó y conozco a uno que apenas tuvo una “gripecita”; algo habrá hecho para contagiarse; ya estaba muy enfermo, etc., actúan como caparazones para quienes no pueden o no quieren asumir la gravedad de los hechos. Por eso el negacionismo de la derecha tiene clientela cautiva.

Pero la derecha no se limita a eso. El peor conservadurismo se disfraza de transgresor y convoca a la fiesta, a la alegre confraternidad, a la rebeldía compartida. También aquí la derecha encuentra territorio propicio. La ideología posmoderna, que ha venido ganando terreno y cabezas, a caballo del neoliberalismo, ha aportado a disociar consignas como transgresión, fiesta y rebeldía, de cualquier entronque histórico, contenido de clase, vocación de síntesis o interés comunitario. La derecha promueve una diferencia entre los “fiesteros” y los “aguafiestas”. Por suerte la predilección de Patricia Bullrich por las vestimentas militares, sus antecedentes como represora y su defensa del policía Chocobar, ponen en duda sobre el tipo de “fiesta” a la que está convocando.

Por otro lado, la derecha, con los reparos a las vacunas que promociona, no se hace cargo de cuestiones obvias. Combatir al Coronavirus y prepararse mejor para las futuras pandemias, no puede reducirse a aprovisionarse de vacunas. Debe garantizarse además que todos los habitantes de este país tengan agua disponible para lavarse las manos, baños higiénicos; estén bien alimentados y tengan buenas defensas orgánicas, habiten viviendas confortables y cuenten con una buena atención primaria de salud. Las preocupaciones de la derecha van por otro lado, demostrando la capacidad de unificar a los “antivacunas”, con los lobbistas de la vacuna Pfizer; a los que satanizan a las vacunas de países enfrentados con Estados Unidos, con los que promocionan recetas caseras como la hidroxicloroquina y la invermectina, y a los que viajan al exterior a vacunarse, con los que se quejan por la demoras en la vacunación. También, en ese terreno de descalificación de las vacunas y de los tiempos de vacunación, la derecha tiene territorio propicio. Si bien es indiscutible que haber creado vacunas en el plazo de un año para una epidemia nueva es un importante logro científico, también es cierto que el principal objetivo de las empresas farmaceúticas es el lucro, lo que facilitó una rápida acaparación por parte de los países ricos del 80% de las vacunas disponibles. Las farmacéuticas incumplieron plazos de entrega particularmente a los países más pobres y la Argentina no fue la excepción, con el agravante de que la empresa Astrazeneca elabora el principio activo en el país con el laboratorio de Hugo Stigman, en un proceso que contó con apoyo estatal. Debido a esos incumplimientos el plan de vacunación se retrasó y hoy el virus avanza más rápido que la inmunidad generada por la vacuna.

La discusión sobre la conveniencia o no de la presencialidad escolar, fue convertida por la derecha, con el inestimable y esperado apoyo de la Corte Suprema de Justicia, en una discusión sobre la Educación. La discusión no es exclusiva entre las autoridades de Provincia de Buenos Aires y CABA. También los gobernadores de Córdoba y Santa Fe, que son aliados del Frente de Todos, apostaron a defender la presencialidad. Esa apuesta por la presencialidad tiene consenso en muchos padres de estudiantes, que advierten que la virtualidad educativa desordena sus rutinas, genera situaciones no deseables en sus vidas familiares y que por no contar con medios para conexiones virtuales, sus hijos tienen retrasos en el aprendizaje. La derecha no hace nada por promover la educación. No construye edificios educativos, precariza y paga muy mal a los docentes, no entrega a los estudiantes los medios que faciliten conexiones virtuales; pero aprovechándose de la molestias que la pandemia genera en los padres de los y las estudiantes, se presenta como muy preocupada por ese tema.

Además, desde hace tiempo, la derecha se ha apropiado de la referencia de “el campo”, que se presenta como una síntesis de vocación emprendedora, vida al aire libre, valores de familias decentes, desconfianza por los pobres urbanos y amor por la tierra. Durante la pandemia desde “el campo” se ha promocionado la rebeldía con la organización de fiestas clandestinas organizadas en establecimientos o parajes rurales y la proliferación de la Invermectina, un desparasitario de uso animal, como poción mágica para combatir el coronavirus. El aumento de los contagios y fallecidos en los pueblos del interior, con cifras escalofriantes en relación a la cantidad de habitantes, es el resultado de la explosión de estas burbujas camperas. Por las dudas, los medios de la derecha no se han enterado que esto haya sucedido. Los medios oficialistas tampoco.

Resumiendo, me parece necesario advertir que la fortaleza que tiene la derecha para expandir sus mediocres argumentaciones durante la pandemia, reside en que durante las grandes crisis aparece la peor dimensión de los seres humanos, sus lados más oscuros. De ese barro se alimentan sus monstruos.
Pretender enfrentar a esa amenaza desde una sociedad desmovilizada es una conducta suicida. Si la disputa se reduce a los medios de comunicación la batalla está perdida. La derecha controla más del 80% de los grandes medios de difusión y las redes sociales. Los que responden al oficialismo están más preocupados por defender al gobierno que a la verdad.

Es importante considerar cuáles son los resultados de esta ofensiva de la derecha en otros países, que tambien están transitando la crisis de la pandemia. Por ejemplo, en España y a diez años de la aparición de los Indignados, en las elecciones a la alcaldía de Madrid, arrasó Isabel Díaz Ayuso. Esta lideresa no se sonroja cuando la acusan de fascista y aseguró que la alternativa es “libertad o comunismo”. Esta es una advertencia de cuáles son los resultados que le esperan a las sociedades desmovilizadas.

Los pueblos de Nuestrámerica parecen transitar otros caminos. Lo demuestran las movilizaciones en Bolivia, Chile, Haití y ahora Colombia. Me preocupa lo que pueda suceder en la Argentina, con un gobierno que se ufana de tener bajo control a los movimientos sociales y alineados a los sindicalistas, mientras crece la desocupación y se deterioran los ingresos de jubilados y trabajadores.