Ponencia pronunciada en el conversatorio «Comandante Fidel Castro Ruz», realizado en el Convenio Andrés Bello, La Paz, Bolivia, lunes 12 de agosto de 2024.

La Paz, Bolivia, 13 de agosto de 2024 | Fuente: Correo del Alba

[…] si nosotros estamos hoy aquí y la Revolución cubana está aquí, es sencillamente porque Fidel entró primero en el Moncada, porque bajó primero del Granma, porque estuvo primero en la Sierra, porque fue a Playa Girón en un tanque, porque cuando había una inundación fue allá y hubo hasta pelea porque no lo dejaban entrar […], porque tiene como nadie en Cuba la cualidad de tener todas las autoridades morales posibles para pedir cualquier sacrificio en nombre de la Revolución.

Ernesto Che Guevara

I

Isla de Pinos, sur occidente de la isla de Cuba, Fidel Castro se apresta a cumplir los 15 años de reclusión a los que ha sido condenado por un Tribunal a raíz de los sucesos del 26 de Julio. Tiene 27 años y los días se le van entre escribir cartas a sus familiares, sostener algún tipo de comunicación con sus compañeros, y leer y leer y leer[i].  

Halla sosiego en Víctor Hugo, Stefan Zweig, Roman Rolland, en Dostoievsky –autor de la novela autobiográfica El sepulcro de los vivos, donde narra sus años de prisión en Siberia–, en Kant, Carlos Marx, Anatole France, en los escritos del general independentista José Miró Argenter –español de nacimiento y cubano de espíritu–, en los trabajos del también compatriota historiador Julio Le Riverend… Y, por supuesto, en José Martí, quien en la revista infantil La Edad de Oro –publicada recientemente por la Editorial del Estado– había dicho que:

Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana.

No hay vuelta atrás, Fidel ha decidido seguir los pasos de Martí, “ese misterio que nos acompaña”, al decir de José Lezama Lima… ese “misterio” que acompaña al pueblo cubano desde hace más de una centuria y media. Es cierto, ya ha pasado por la experiencia de Cayo Confites, del Bogotazo… del Moncada. Le atormentan las luchas de Maceo, Gómez y Agramonte, la “guerra necesaria” de Martí –de quien dijo fue el autor intelectual del Moncada–, de los jóvenes comunistas Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, de Tony Guiteras y de su fiel compañero Carlos Aponte, comunista venezolano universal.

En El dieciocho brumario de Luis Bonaparte Marx escribió: “la tradición de las generaciones muertas oprime como pesadilla el cerebro de los vivos”. ¿La tradición de Fidel? El nacionalismo revolucionario… donde independencia y soberanía van de la mano con la reivindicación de los más avanzados derechos políticos y sociales, de valores humanos. ¿Y sus “generaciones muertas…”? Acaso esas de las que cantó Silvio Rodríguez, la de “los muertos que alumbran los caminos”.

Es así que, pluma en ristre, ese joven Fidel confinado confiesa a su hermana Lidia lo que piensa y siente:

Valdré menos cada vez que me vaya acostumbrando a necesitar más cosas para vivir, cuando olvide que es posible estar privado de todo sin sentirse infeliz. Así he aprendido a vivir y eso me hace tanto más temible como apasionado defensor de un ideal que se ha reafirmado y fortalecido en el sacrificio. Podré predicar con el ejemplo que es la mayor elocuencia. Más independiente seré, más útil, cuanto menos me aten las exigencias de la vida material. ¿Por qué hacer sacrificios para comprarme guayabera, pantalón y demás cosas? De aquí voy a salir con mi traje gris de lana, desgastado por el uso, aunque estemos en pleno verano. ¿No devolví acaso el otro traje que no pedí ni necesité nunca? No vayas a pensar que soy un excéntrico, o que me haya vuelto tal, es que el hábito hace al monje, y yo soy pobre, no tengo nada, no he robado nunca un centavo, no le he mendigado a nadie, mi carrera la he entregado a una causa. (…) Si nada gano en estos instantes, lo que tenga me lo tendrán que dar, y yo no puedo, ni debo, aceptar, ser el menor gravamen de nadie. Mi mayor lucha ha sido desde que estoy aquí insistir y no cansarme nunca de insistir, que no necesito absolutamente nada; libros solo he necesitado y los libros los tengo considerados como bienes espirituales.

II

1968. Un antes y un después en la Revolución cubana. Se estrena enero con el Congreso Cultural de La Habana, le sucede aquel mítico concierto en Casa de las Américas donde se congregan Silvio, Pablo y Noel Nicola, es la antesala de lo que un lustro más tarde formalmente asumiría el nombre de Movimiento de la Nueva Trova… ¿Y en el campo político? La incómoda –para Cuba– incursión de las tropas soviéticas en Checoslovaquia…

Y la Revolución corre que corre… en la pantalla grande se aprecian Lucía de Humberto Solas,  Aventuras de Juan Quin Quin de Julio García Espinosa, mientras que Tomás Gutiérrez Alea, Titón, voltea el tablero con Memorias del subdesarrollo y su legendaria escena del cartel de la Segunda Declaración de La Habana que dice: “Esta gran Humanidad ha dicho basta y ha echado a andar…”, seguido de las palabras de un Sergio Corrieri cavilante: “…y como Laura y mis padres no pararán hasta llegar a Miami”.

En las letras el Chino Heras León se toma la escena con La guerra tuvo seis nombres –relatando la historia cotidiana de los héroes anónimos de Girón–… y Antón Arrufat sienta un antes y un después en el teatro con Los siete contra Tebas.

¡Vaya qué largo 68! ¡Vaya qué denso 68!

…y Fidel con la zafra de los 10 millones… que cambió la vida para siempre, y de paso parió a los “Van Van”…

…y Fidel con la ofensiva revolucionaria…

y Fidel, cara a cara con los estudiantes de la Universidad de La Habana, el 13 de marzo, apuntando las deficiencias, apelando al aprendizaje permanente en demanda de la creación de hombres nuevos y mujeres nuevas:

Nosotros no debemos, ni deben nunca los revolucionarios negar las dificultades. Negar las dificultades equivale a una política de avestruz. Pero además, no deben los revolucionarios rehuir nunca responsabilidades.

Si se dijera que todos nosotros o la inmensa mayoría de nosotros éramos grandes ignorantes cuando la Revolución triunfó, se estaría diciendo sencillamente una verdad.  Se dice o se diría una verdad también, si se afirmara que en una buena parte estábamos conscientes de nuestra propia ignorancia.  Siempre nos remitimos a aquel 8 de enero, cuando nosotros expresábamos una sensación que ya habíamos conocido de antes: al llegar a la capital, la misma sensación que cuando el 2 de diciembre desembarcamos en el Granma; o no la sensación de aquel día, sino la conciencia que después tuvimos de que aquel día nos quedaba mucho por aprender en el terreno de la lucha guerrillera y en el terreno de las armas.  Y como teníamos aquella experiencia, esta vez no nos había tomado desprevenidos, y comprendíamos que nuestra situación era similar y que cuánto tendríamos que aprender en los años venideros.

Creemos que la conciencia de esas verdades, la conciencia de todo revolucionario de sus propias limitaciones y de su ignorancia, es algo sumamente útil.  Porque quien no sea consciente de su ignorancia no aprenderá jamás, no progresará jamás.

…Hoy podemos decir que todos en este proceso hemos aprendido algo, aunque una vez más habrá que decir que nos queda todavía mucho por aprender.  Porque, desde luego, ningún revolucionario debe nunca, jamás, avergonzarse de reconocer cuáles son sus limitaciones; si la vida de todo revolucionario debe ser siempre un eterno aprendizaje.

III

1970, septiembre. Es el “Año de los diez millones”. No se ha cumplido la meta de la zafra.

Un paréntesis: resulta curiosa la Revolución cubana, porque sufre un revés en el Moncada, sufre un revés cuando el desembarco del Granma, sufre un revés en la Huelga General de abril de 1958, sufre un revés en las negociaciones de la Crisis de Octubre… sufre uno y otro revés, ¡y ahora la zafra!

Es jueves 3, y la noche del día siguiente se conocerá del triunfo de Allende en Chile, ese Salvador al cual el Che regaló Guerra de guerrillas con la dedicatoria: “Para Allende, que por otros caminos trata de obtener lo mismo”.  

Es jueves 3… y Fidel, el mismo que asumió la responsabilidad de la “derrota” –como la calificó– por el incumplimiento de la zafra diciendo: “teníamos un pueblo para hacer los diez millones, y ese pueblo no nos ha fallado. Pero no teníamos el aparato administrativo para hacerlo”;

…el mismo que no maquilló una sola cifra –porque, como insistía, “la verdad es siempre revolucionaria”–, de cara al pueblo remarcó: “preferiremos siete millones y medio con la verdad, que once millones con mentiras”.

Ese Fidel, aquel jueves 3, al proletariado congregado en el Teatro de la Central de Trabajadores de Cuba les explicaba qué debía caracterizar al socialismo:

Nosotros llegaríamos muy lejos si con el trabajo de masa ganamos esta batalla.  Nosotros llegaríamos muy lejos si introducimos hasta su grado máximo la democratización del proceso.  No puede haber ningún Estado más democrático que el socialista, no puede; ni debe haberlo.  Es más: si el Estado socialista no es democrático, fracasa.  Porque el Estado socialista es la sociedad organizada para la solución de los problemas de las masas, y mediante resortes que son de conciencia y no de vida o muerte como en el capitalismo.

Si nosotros usáramos los resortes capitalistas para resolver nuestras dificultades, qué hombre comunista, qué hombre de mentalidad, de cultura, de conciencia superior, íbamos a crear por ese camino.  ¡De ninguna manera!  No podemos ser socialistas con métodos capitalistas.

Luego, el socialismo si no es de masas fracasa, porque tiene que trabajar para las masas y los problemas solo los puede resolver con las masas.  Porque ya no es el capitalista que está ganando dinero cuidando su timbiriche, cuidando su fábrica, cuidando lo que sea, todo el día metido allí y utilizando los resortes de la economía capitalista; ya es la administración de la economía por todo el pueblo, es el trabajo de todo el pueblo.

Y entonces sin las masas el socialismo pierde la batalla: se burocratiza, tiene que usar métodos capitalistas, tiene que retroceder en la ideología.  Así que no puede haber sociedad más democrática que la socialista sencillamente porque sin las masas el socialismo no puede triunfar.

IV

2005. Ha corrido mucha agua debajo del puente. El internacionalismo en África, el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, el desenmerengamiento de la URSS y la extinción del campo socialista, el Periodo Especial… la crisis de los balseros, el niño Elián, los Cinco Héroes…

La isla ha recuperado apenas el crecimiento del PIB de 1987; han sido tres lustros de sobrevivencia…

Bush amenaza a los “rincones oscuros” del plantea con guerras preventivas, en idéntico lenguaje al empleado por Hitler… Por supuesto, Cuba es uno de esos “rincones oscuros”…

Pero Fidel, otra vez en la Universidad, con las y los jóvenes, enmudeciendo el Aula Magna con sus advertencias…

Pienso que la experiencia del primer Estado socialista, Estado que debió arreglarse y nunca destruirse, ha sido muy amarga. No crean que no hemos pensado muchas veces en ese fenómeno increíble mediante el cual una de las más poderosas potencias del mundo, que había logrado equiparar su fuerza con la otra superpotencia, un país que pagó con la vida de más de 20 millones de ciudadanos la lucha contra el fascismo, un país que aplastó al fascismo, se derrumbara como se derrumbó.

¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben? Podría añadirles una pregunta de inmediato. ¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse? ¿Lo han pensado alguna vez?  ¿Lo pensaron en profundidad?

Con el desarrollo de las tecnologías modernas era ingenuo pensar o pedir o esperar que aquella potencia luchara contra la otra si intervenía en la islita que estaba aquí a 90 millas, y llegamos a la convicción total de que ese apoyo jamás ocurriría. Algo más: se lo preguntamos un día directamente varios años antes de su desaparición: “Dígannoslo francamente”. “No”. Respondieron lo que sabíamos que iban a responder y  entonces, más que nunca, aceleramos el desarrollo de nuestra concepción y perfeccionamos las ideas tácticas y estratégicas con las cuales triunfó esta Revolución y venció, con una fuerza que inicia su lucha con siete hombres armados contra un enemigo que disponía de 80 mil hombres, entre marinos, soldados, policías, etcétera, tanques, aviones, cuanta arma moderna para aquella época podía poseerse, era infinita la diferencia entre nuestras armas y las armas que tenía aquella fuerza armada, entrenada por Estados Unidos, apoyada por Estados Unidos y suministrada por Estados Unidos.  Más que nunca, después de la respuesta, nos arraigamos en nuestras concepciones, las profundizamos y nos fortalecimos al nivel tal que nos permite afirmar hoy que este país militarmente es invulnerable y no en virtud de armas de destrucción masiva.

Les sobran a ellos todos los tanques, y a nosotros no nos sobra ninguno, ¡ninguno!  Toda su tecnología se derrumba, es hielo al mediodía en medio de un parque caluroso… Hoy tenemos mucho más que siete fusiles, tenemos todo un pueblo que ha aprendido a manejar las armas; todo un pueblo que, a pesar de nuestros errores, posee tal nivel de cultura, conocimiento y conciencia que jamás permitiría que este país vuelva a ser una colonia de ellos.

Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra.

*

En su Elegía a Lenin el poeta Vicente Huidobro, en un diálogo imaginado con el líder bolchevique, remató: “Desde hoy nuestro deber es defenderte de ser Dios”.

El expresidente argelino Abdelaziz Bouteflika alguna vez dijo: “Fidel viaja al futuro, regresa y lo explica”.

Interrogado hace poco tiempo atrás acerca de esta eventual extraordinaria condición que habría tenido Fidel, el economista cubano José Luis Rodríguez no vaciló en discrepar de tal evaluación. Paso seguido, explicó que la mayor cualidad que pudo distinguir en Fidel durante los años en que trabajaron juntos fue el verlo estudiar día y noche a finales de la década del 80 –cuando todo parecía indicar que desaparecería el llamado  “socialismo real”– para poder enfrentar con estatura el nuevo tiempo histórico que se aperturaba… el de quedarse solos… el del “fin de la Historia”.

Fidel para nosotros, pienso que puede estar en muchas partes, pero nos urge aprehenderlo en al menos dos: visión estratégica y unidad de propósitos…

Las revoluciones son hijas de lo imposible… no de lo posible.

El socialismo sigue siéndonos una tarea pendiente…

El socialismo, como estatuto civilizatorio antagónico al capital, asentado en una profunda revolución cultural ¡que parta desde nosotros mismos!, nos requiere con la claridad y ética de aquel joven Fidel del Presidio Modelo y no “soñando desvíos”; asumiendo las responsabilidades que a cada uno le competen y no exculpándonos por los errores cometidos, insisto y repito las palabras de Fidel: “la verdad es siempre revolucionaria”; laborando cuerpo a cuerpo, a diario, con la clase trabajadora, con las masas, porque las revoluciones deben ser “de los humildes, POR los humildes y para los humildes”… no de dirigentes ni de fuerzas políticas… sino “de los humildes, POR los humildes y para los humildes”… Por si caso el POR es con letras mayúsculas… porque como nos enseñó el pedagogo brasileño Paulo Freire: “nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión”; y, ciertamente, con la mirada cristalina y la palabra transparente, conscientes de que somos seres humanos y todas nuestras actividades son históricas y por tanto reversibles… nada es “siempre eterno e indestructible”… como apuntaban los viejos manuales… Todo dependerá de qué hagamos a diario cada una y cada uno de los que se encuentran hoy en esta sala.

Las generaciones actuales contamos con un cúmulo de experiencias y conocimientos y niveles de instrucción de los cuales carecieron quienes nos precedieron… es nuestra tarea, por tanto, conocer al dedillo los aciertos y desaciertos, las luces y sombras, las victorias y derrotas, de los comuneros de París, de los soviéticos, de los vietnamitas, de los chinos, de los granadinos, de los chilenos de la UP, y de todos quienes a lo largo de la Historia se han propuesto “subir la cuesta del gran reino animal”.

Fidel no falló en ello, la pelota está de nuestro lado: ¿qué papel jugaremos nosotros a partir de hoy?

Por Javier Larraí, Jefe Editorial de Correo del Alba. Ponencia pronunciada en el conversatorio «Comandante Fidel Castro Ruz», realizado en el Convenio Andrés Bello, La Paz, Bolivia, lunes 12 de agosto de 2024.