SENTIRES VENEZOLANOS
9. LA MAGIA, LA POESÍA Y EL POETA. WILLIAM OSUNA
Con relojes
alas de la memoria
escribo encerrado a dos o tres palabras
que siempre se repiten
William Osuna
“Si cae Venezuela cae todo un porvenir revolucionario”
Hay algo en este deambular por la existencia muy difícil de explicar bajo paradigmas racionales. Algo que se desparrama por los caminos, las laderas, las cornisas, las fábricas, los vidrios, los bordillos y hasta los semáforos. Algo que tiene que ver con encuentros y desencuentros, con deambulares y soñares, con vivires y sentires. Algo que rompe las leyes de la lógica, los esquemas, las agendas, las hojas de ruta, los planos y mapas y hasta los calendarios. Ese algo, muchas almas que en la historia han sido lo identificaron con un halo sagrado, una fuente divina. Bienvenidas las respuestas ante preguntas infinitas. Abandonado el paradigma religioso, durante muchos años a ese algo lo llamé casualidad, pero con el tiempo comprendí que tiene más que ver con la causalidad. En América Latina, desechando ropajes eurocéntricos, aprendimos a llamarlo magia. La magia del camino. Sin embargo, tengo la intuición de que no se trata más que de poesía.
Es 29 de julio, el Foro de Sao Paulo ha acabado y camino por las calles de Caracas. Sin bolívares, sin tarjeta de teléfono, debo llegar hasta el centro para cambiar unos dólares y conseguir un chip telefónico. Recuerdo la aglomeración del metro de Caracas y decido ir caminando. Desde Bellas Artes atravieso La Candelaria y subo por la Avenida Urdaneta. Ya en la Plaza Bolívar me encuentro con una compañera argentina del Foro que vive aquí hace un tiempo y me indica dónde resolver los trámites. Consigo los bolívares pero no el chip de teléfono. Debo comunicarme con varia gente acá y no sé cómo carajo hacerlo. Ángel, Katherine, Flor… esperan mi llamada. Creo recordar de mi estancia en 2016 que en la Plaza Bolívar hay wifi gratuito. Regreso junto al libertador. Una pequeña línea que dice Museo está abierta pero mi móvil no llega a conectarse al mundo. Levanto la mirada inquieto y un hombre que no aparenta los 70, con blanco bigote, pelo medio largo y aspecto quijotesco pasa junto a mí. “Disculpe, ¿sabe dónde está el museo?”. “¿A qué museo se refiere, hay muchos museos por acá”, contesta amable. “Mire, en realidad tengo un pequeño problema de comunicación y trataba de conectarme al wifi de la plaza”. “Yo no tengo mucha idea de tecnología, pero presido la Casa de las Letras Andrés Bello,… voy para allá ahora, si quieres vienes y allí resolvemos”. Con la magia del camino gobernando nuestros pies, caminamos hacia el Panteón Nacional conversando sobre lo divino y lo humano. En su palabra la magia se hace poesía. No necesito mucho tiempo para constatar que camino junto a un poeta, en todo el sentido de la palabra poeta. Ya en la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, mi acompañante, como buen poeta y mejor persona, se detiene a conversar desenfadado con trabajadores y visitantes. Llegados al despacho de la presidencia, una compañera me facilita conexión wifi y un teléfono desde el que llamar a mis contactos. La magia llegó para desfacer el entuerto. Debo marcharme por esa cosa tan poco poética llamada tiempo, pero prometo al poeta regresar para seguir conversando y si es posible entrevistarlo. Mi terrible memoria para los nombres me obliga a preguntarle de nuevo antes de marcharme. Los presentes perdonan mi ignorancia solo porque mi acento delata que vengo de lejos. William Osuna, responde el poeta. Esa misma noche, conversando con unos compañeros caraqueños cuento la poética historia del día. “William Osuna, ya, ¿tú sabes que ese hombre es uno de los poetas más importantes de este país?”.
Casi un mes después, tras el periplo venezolano, regreso en busca del poeta. No le gustan mucho las entrevistas por algo así como que encarcelan la palabra y “me aprietan en el zapato”. Sin embargo, accede a sentar su palabra poética frente a nuestra cámara. La primera cuestión tiene que ver con ese nuestro encuentro en la Plaza Bolívar. “Si uno fuera místico diría que las estrellas se confabularon, sin embargo creo que tiene más que ver con la poesía de la vida y el caminar”, le sugiero. “Esto que tú te refieres no obedece tanto a esa zona mística, sino más bien mágica, donde uno deambula por una ciudad y sabe que se va a encontrar con una persona, y que esa persona necesita tener esa sinapsis para buscar esa conclusión afectiva que pueda llevarlo a buen término. En ese momento, fíjate lo que es la intuición, yo te veía en la Plaza Bolívar y veía que eras como un tiovivo, mirabas hacia el frente, mirabas hacia los lados. Había ocurrido el Foro de Sao Paulo. La ciudad se llenó de jóvenes como tú, y uno dice, bueno y por qué lo identifica como yo y no puede identificarlo con otra persona que puede ser vendedor de telas o un buhonero…, vaya usted a saber cómo esa emoción lo lleva a uno a decir “este es uno de los participantes de Sao Paulo”. Me preguntaste y fui asertivo no porque los límites me lleven a eso, sino porque con frecuencia soy despistado cuando se trata de sitios. Pero hay algo… yo nací en esta ciudad, y uno de mis grandes fetiches es el Cerro de Ávila, que ahora se llama Waraira Repano; detrás de ese cerro queda el litoral, la playa, entonces ese es mi norte, y allá queda el Caribe, y nos vamos para las Antillas… Hacia el lado derecho queda el Mediterráneo, nos vamos para España, visitamos Castilla la Mancha, vamos por la ruta del Quijote, y evocando la ruta del Quijote andamos estos caminos, y estos caminos donde buscamos algo muy importante, que es la justicia entre los seres humanos. Eso me ha llevado a mí a buscar algo que tenga como anclaje esto de la justicia, y ese algo es la literatura, la poesía. Jean Paul Sartre decía en aquellos años 60 donde existía esa categoría del intelectual comprometido, que él comprometía era la literatura, y la literatura la basaba en la prosa, no en la poesía… Y yo digo: no así en Latinoamérica. En Latinoamérica es al contrario, los comprometidos son los poetas y la poesía y los narradores están como en otro plano. Ahí recuerdo por ejemplo poetas que han rendido tributo y han quedado con sus nobles huesos en las trincheras como Roque Dalton, Otto René Castillo, Javier Heraud y quién más si no el apóstol José Martí, y son poetas, poetas que se inclinaron a esa fase en el estadio que yo considero más cercano a eso que llaman, ahí sí más los místicos, `el próximo prójimo´, que decía Juan Ramón Jiménez, poeta español, que cuando a los recitales no iba mucha gente decía eso de “la inmensa minoría”. Yo estoy muy contento de conversar contigo y estoy muy contento verdaderamente que tú estés en mi país en busca no de un dogma, porque el dogma no es revolucionario, sino de una verdad lo más objetiva que puede ser, y para mí lo más objetivo es que vivimos en un conflicto. Un conflicto y una guerra que nos han impuesto”.
«Primero comienzan a derrotarnos en nuestra simbología e imponer sus palabras, sus discursos, y después uno lo ve medito en su casa»
La guerra y la poesía. La poesía tiene tanto de batalla y la guerra parece tan poco poética, que uno cuando escribe no sabe si usa la palabra como arma sin bala o deja caer la poesía como racimo de uvas sobre tiempos de guerra. Si los versos se riegan con sangre de pueblo o la rima se espanta con hedor a imperio. ¿La guerra es la continuación de la palabra por otros medios o más bien es la palabra un medio de guerra? Tiempos de desinformación masiva prescriben lo segundo sin negar lo primero. “¿Tiene que ver algo la poesía con el imperialismo o podemos decir que el imperio es la contrapoesía?, preguntamos al poeta. “Tiene que ver como referente, porque cuando uno trabaja con las palabras, sobre todo en la poesía, las palabras son multívocas y polisémicas, en poesía es muy difícil que los signos tengan la referencia inmediata, porque es muy manido, muy panfletario, lo que buscamos es la altura poética, pero que contenga las admoniciones que uno pueda tener ante las injusticias, y ahí recuerdo yo a Vallejo, a Neruda, a Machado, a Lorca, a Cernuda, a los grandes poetas de la tragedia de la guerra civil española, que es la guerra de todos nosotros… Si toda una generación, tus padres o tus abuelos de posguerra todavía están marcados, y quieren sacar al general Franco y todavía se signa y hay una gran polémica… que debe zanjarse porque el fascismo, como dice nuestro cantor León Gieco, `es un monstruo grande y pisa fuerte´. Primero comienzan a derrotarnos en nuestra simbología e imponer sus palabras, sus discursos y después uno lo ve metido en su casa. Hay que tener mucho cuidado con eso”. El poeta sigue tejiendo ideas aparentemente inconexas pero que siempre apuntan en un sentido, en `dirección única´. Su cabeza es como un hormiguero. En cada hueco hay un recuerdo, en cada recodo un poeta, un verso, una idea, pero solo existe una salida. Su poesía, como hormiga, apunta al fuego luminoso.
Al conversar con William pasa algo extraordinario y mágico. Uno siente que cuando hablamos de poesía con este poeta de lo que hablamos es de revolución. “¿Cuál sería la poesía de la revolución, en este caso de la revolución bolivariana?”. Sin disimular el placer de la pregunta, espero su respuesta con curiosidad inquieta. “Es el día a día. Una vez le preguntaron a Marx sobre la Rusia de ese tiempo, si él miraba el etapismo de esa época, es decir, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo, comunismo, y él decía `yo no soy un cocinero, y presiento que no soy marxista´, porque no es algo mecánico sino algo que hacen los pueblos. Igual en la poesía, la poesía la hacen los pueblos… En este momento la poesía la están haciendo desde diversas facetas humanas. Hombres y mujeres la están haciendo. Campesinos, obreros, estudiantes, letrados…”.
En la cabeza del poeta, ideas como hormigas siguen conectando túneles, como para amontonar granitos de imágenes que dibujen respuestas, como para acumular razones para el invierno. “Algún día nos sentaremos con cierta oposición dialogante a ver qué país queremos y dónde podemos confluir… Hay contadicciones antagónicas pero hay contradicciones conciliables. Estas últimas las podríamos zanjar con el diálogo, ahora, las contradicciones antagónicas las tiene el imperio con nosotros. El imperio nos quiere exterminar, no quiere medianía. Nosotros somos el mal ejemplo de toda América Latina y quizás de todo el mundo de lo que podría ser una política autónoma. Ellos quizás desde su lógica tengan razón, si Venezuela logra colocar un polvorín de emoción y político y ese polvorín tributa en una cultura revolucionaria, eso sí va a ser difícil para el imperio. No es como dicen muchos camaradas, que Trump es un bruto, no, él está dentro de su lógica de exterminio, y sabe cómo mover sus brazos y sabe cómo mover sus piezas en sentido bélico, en sentido cultural, en sentido comunicacional… todo eso influye. Ya la guerra no es un campo de batalla, ya la guerra se diseminó en este universo de palabras y cultural…”. El poeta lo tiene claro, “si cae Venezuela cae todo un porvenir revolucionario”. Y sigue apelando al poder de la palabra. “Yo quisiera que volviera ese diálogo… para ver `qué se ficieron las mozas, qué se ficieron nuestros sueños´, hacia dónde podemos ir, venga ese abrazo de afortunado, que prevalezca el ser humano. León Felipe decía en aquella tragedia española: `decidme loqueros, ya no hay locos en España, se murió aquel manchego estrafalario del desierto´, más adelante decía `porque ahora la justicia del hombre vale menos, pero infinitamente menos que el orín de un perro´. Eso ha hecho el hombre con su obsesivo nivel de posesión, no tiene ese sentido comunal que confluya en el amor… Debemos buscar a nuestro próximo prójimo, abrazarnos, sentir que somos tan indispensables, que nos queremos tanto, que no nos queremos matar, que verdaderamente una agenda extraterritorial nos la quieren imponer para eso. Aquí la psique ha variado mucho, y los fenómenos de angustia que traen. Hace un rato hubo un bajón de luz y yo veía los rostros de la gente preocupados ya, preparándose para la oscuridad. Eso es lo que quieren ellos, que la gente se angustie, que se vaya al cerebro reptil, que no piense, que vaya al sentido animal, que vaya a la calle a matar al otro que está allá porque él tributa una política distinta a la tuya. Ni de allí para acá ni de acá para allá. Que sea el diálogo, que sean las palabras, que sea el sentido humano que tienen esas palabras, pero que no lleguemos a lo que ellos quieren, a una guerra entre nosotros mismos. No la queremos”.
Podríamos dejar la cosa aquí. Qué mejor conclusión que un poeta hablando del diálogo y la palabra. Omitiríamos sin embargo luces en la oscuridad que son, a toda luz, luz para el futuro. “Y si tú me preguntas cómo están las cosas, las cosas no están muy buenas. Hay limitaciones. Limitaciones terribles. Hay limitaciones alimenticias, limitaciones de medicinas, una serie de cosas. ¿Qué debemos hacer nosotros entonces, poeta, comunicólogo…? Buscar la sencillez de la causa y efecto, es una ecuación muy sencilla, hay limitaciones: `el culpable es Nicolás´, vamos a ver, ¿dónde está la culpa de él?, `no, es que él tiene los barcos, tiene los bancos y una serie de cosas´, sí, pero la gran banca internacional y los grandes negocios internacionales quién los tiene y de dónde vienen esos grandes negocios, de quién es el Citybank, de quién es el Banco de Inglaterra que tiene nuestro oro, de quién es Citgo, que está dentro del territorio de ellos. A mí me llamó mucho la atención la posición de Moncada, nuestro canciller, qué inteligente, cuando dijo, `el comunismo más acérrimo es el que hizo EEUU con Citgo: exprópiese´, quién iba a decir que EEUU iba a aplicar una categoría del socialismo revolucionario de 1959 en Cuba, cuando Fidel dijo, `Chévrolet… exprópiese´. Es un ejemplo que las analogías históricas tienen sus diversas aristas y sus diversas rizomas, que no es igual cuando Fidel lo decía que lo diga EEUU que tiene todo el dinero del mundo y todo el poder del mundo, que lo diga un país pobre pero un país luminoso, como Cuba”.
El poeta sigue con su verbo como hormiga en hormiguero de única salida. Pero ahora sí, aquí lo dejamos, hablando del fuego luminoso. En los tiempos de guerra que vivimos necesitamos más luces que sombras, más poesía que coaching, más creer que joder, más magia que supermercado, más camino que antidepresivos, más versos que balas, más hormigas que paramilitares.
Navaluenga, Ávila, 27 de septiembre de 2019