«El genocidio palestino encarna un proceso colonizador y civilizatorio, donde Israel juega desde su ocupación un papel central de Norte-mundo en un espacio geográfico recluido dentro del Sur global, trayendo consigo este hecho una insondable potencia ideológica»

20 de marzo de 2025 | Foto: Zoilo Llorente

Durante el inicio de la década de los 70, quien fuera uno de los más célebres periodistas de fines del siglo XX, Ryszard Kapuściński, anotaba en su cuaderno: impulso reflejo, producto de la extrema desesperación y desesperanza. Los daños que les infligen son muy superiores a los que infligen ellos (Kapuściński, p. 25). Este impulso reflejo, esta experiencia colectiva palestina que vivió recorriendo el Valle del Jordán de la mano de cuatro jóvenes fedayines durante su breve visita a esa tierra, de nombres Ahmad Shury de Bet Shemesh, Kamal Bakr de Jericó, Hassan Jatib de Ramala y Zuhair Saadeh de Balatah, fueron anotados para conservar su memoria, pues tal vez estos muchachos ya no están entre los vivos (Kapuściński, p.25).

Aquel veredicto de la muerte no sólo se cumplió, sino que probablemente sea una condición de vida de todo joven palestino que nazca en su tierra.

El 15 de enero de 2025 se produjo un alto el fuego entre la resistencia palestina y el ejército sionista de Israel, tras no un año, ni dos ni tres, de un conflicto que parece borrarse en una lejanía tanto histórica como geográfica. Ha resultado ser que este alto el fuego ha significado para el Estado sionista de Israel un mero paréntesis en su masacre, pues el 18 de marzo de 2025 ha vuelto a matar de forma indiscriminada a más de 400 palestinos. El alto el fuego ha sido finalizado por la barbarie del Estado de Israel.

Pareciera, si cabe, que el genocidio del siglo XXI, que es netamente nuestro, tendiera a solucionarse con imágenes sucesivas generadas por Inteligencia Artificial, en una equiparación de ambos actores políticos, donde si el pueblo palestino fue quien más bajas tuvo -en todo ese lenguaje militarizado- no fue por una asimetría previa, sino por el propio desarrollo del conflicto mismo. Parece terroríficamente más realizable el resort planteado por Trump a que el pueblo palestino pueda recuperar su tierra en plenitud, libertad y paz. El espectáculo de la barbarie se espectaculariza.

Si acaso podemos reflexionar sobre lo que acontece de este conflicto es, en primer lugar, que como tantas veces se ha ido diciendo a lo largo de esta nueva oleada de violencia indiscriminada, es que hemos visto y por tanto somos testigos de una masacre y un genocidio en directo. Esta inmediatez de la barbarie no responde a complejas lógicas del espectáculo como en el siglo pasado a través del cine, la literatura o la fotografía, entre otras, donde el relato del vencedor -que salvo contadas excepciones siempre ha sido la fuerza imperialista- se posaba durante décadas de propaganda. Si algo puede tener de positivo la ‘democratización’ de internet es que aun estando dentro de empresas multinacionales con una clara tendencia a perpetuar las lógicas de dominación y otorgar pleno apoyo a las figuras políticas que las conlleva, es que, a pesar de todo ello, existen pequeños espacios de resistencia que permiten acciones contra hegemónicas y poder comprender los contextos más allá o, mejor dicho, en y fuera de los márgenes establecidos por el concilio del capital. En este sentido padecemos una especie de síndrome de la incapacidad donde observamos una masacre en riguroso directo a través de X, Tik Tok, Instagram y demás, un relato mediático de equiparación de los actores, una clase política del Norte subordinada a las decisiones norteamericanas y, por otro lado, multitudinarias manifestaciones a favor de la dignidad del pueblo palestino, intelectuales denunciando la barbarie en espacios multitudinarios, activistas poniendo en prime time la bandera palestina e infinidad de artículos explicando el origen y desarrollo del conflicto, no sin que cada cual siga con su vida, proyectos y divertimentos.

Tal vez, el haber llevado a cabo la Guerra Total ha conllevado a la víctima principal, el pueblo palestino, a una limpieza étnica casi total y, a nosotros, los espectadores principales, a un in pass casi total. Quizá el desarrollo de las guerras de este siglo comulgue en un tránsito intermedio entre la estatización y la privatización del mercado de la misma.

Como bien ha definido el periodista Antony Loewentein, en su obra El Laboratorio palestino, estamos asistiendo no a un cisma de las leyes de la guerra, sino a lo que va a responder las nuevas contiendas bélicas en los próximos años, pues el conflicto palestino-israelí guarda en sus entrañas las lógicas estructurales de expansión colonial y capitalista a través de la apropiación, institucionalización y profesionalización de la máquina de guerra pero también donde los medios de exposición de esta masacre si han resultado novedosos en lo que confiere a la visualización de la misma.

La diferencia entre una guerra y la Guerra Total es aquello que definió Lazzarato en diferentes características. En primer lugar, que para obtener la victoria, hay que arremeter contra las fuentes materiales y ‘morales’ de la nación y de la población […] en su totalidad (Lazzarato, p. 155). En segundo lugar, el genocidio palestino también encarna un proceso colonizador y civilizatorio, donde Israel juega desde su ocupación un papel central de Norte-mundo en un espacio geográfico recluido dentro del Sur global, trayendo consigo este hecho una insondable potencia ideológica, en tanto que la fuerza prometeica que busca civilizar a los bárbaros ha desarrollado una absoluta rotura de las lógicas bélicas previas, en tanto que la antigua separación espacial entre el centro […] y la periferia […] tiende a difuminarse. La frontera entre el interior y el exterior ya no es necesariamente una frontera geográfica (Hippler, p.126. Citado por Lazzarato p. 158).

La tercera de las características, la Guerra Total tiene lugar en este conflicto por el carácter vertebral, principal y cardinal del Capital y su necesaria expansión, en tanto que como ha ido desarrollándose una guerra centrada en la movilización de todas las fuerzas productivas (trabajo, ciencia, técnica, organización, producción), sociales y subjetivas de una nación […] La guerra total es el modelo […] en el sentido de una extensión del dominio de la producción (Lazzarato, p. 164).

De esta manera, la Guerra Total liderada por parte de Israel sobre Palestina no está teniendo lugar únicamente en los tiempos que corren o su agudización por los tiempos de crisis regentes en la totalidad del planeta, sino que la postura colonial de Israel frente al pueblo palestino yace en las entrañas mismas del inicio del conflicto. Ahora bien, además de este carácter expansionista, creo que es necesario acentuar la mirada en la cuestión cultural. Esta cuestión acerca de lo cultural remite a la equivalencia de un enemigo conjunto entre, si se quiere definir, Norte/Sur, Centro/Periferia, Occidente/Mundo, Cultura/Barbarie. Para defender esta postura de polos, me remito a las palabras de Theodor Herzl, quien fuese líder sionista y creador del sionismo moderno: El Estado Judío formaría ‘parte de una muralla de defensa de Europa en Asia, un baluarte de la civilización frente a la barbarie (Khalidi, pp. 29-30).

Lejos de pensar que el proceso librado por parte del Estado de Israel responde únicamente a cuestiones contemporáneas, su propia configuración inicial implica las bases teóricas de  las lógicas modernas de la lucha por la conquista, donde la postura  del ‘Ego Conquiro’ (Yo conquisto) -que antecede al ‘Ego Cogito’ (Yo pienso) que desarrolló Enrique Dussel cuando demostró los dos procesos necesarios, inherentes e interdependientes en los procesos coloniales- no es resultado del proceso, sino la parte necesaria para el desarrollo del mismo.

A pesar pues de que la Historia no se desarrolla en una línea recta, etapista y clara, es cierto que el proceso colonizador e imperialista de Israel sobre el pueblo y la tierra palestina sí responde a una clara necesidad histórica durante todo el siglo XX, necesaria, a su vez, para intentar esclarecer las bases en las cuales se vertebran dichas acciones. Esta ‘necesidad histórica’-necesidad entendida como condición a priori necesaria para el desarrollo teórico colono y la política imperialista del Estado de Israel- se inició con la Declaración Balfour el 2 de noviembre de 1917, cuyos integrantes -Gran Bretaña y la cuestión judía, que a su vez se conformaría en Estado sionista- iban a desarrollar las políticas coloniales tras el acuerdo Sykes-Picot con Francia para el reparto, no sólo de Gaza, sino de los países árabes en su conjunto, demarcando las fronteras de los emergentes países como Irak o Siria.

A juicio de Rashid Khalidi, una vez que las élites palestinas no tuvieron más opción que aceptar la condición legalista colonial, la Sociedad de Naciones promulgó en 1922 su Mandato para Palestina, que oficializaba el gobierno británico del país [……] el Mandato no solo incorporaba […] la Declaración de Balfour, sino que […] ampliaba […] los compromisos de esta última […] La clara implicación de esta secuencia es que en Palestina solo había un pueblo […] el judío (Khalidi, p. 65).

Si en la actualidad los Centros Internacionales (tales como la ONU), no apoyan una clara independencia del territorio de Gaza a la ciudadanía palestina, no reconocen de forma unánime su territorialidad, nación y país, se debe también al hecho de que la Sociedad de Naciones reafirmara la postura sionista en la década de 1920, donde solo existía como proyecto nacional y representación oficial el Estado de Israel, el proyecto sionista y la legitimación generalizada de los procesos coloniales en tierra palestina.

Desde 1917 hasta el mismo día de hoy, el pueblo palestino se encuentra en una triple atadura, una situación que probablemente sea única en la historia de la resistencia a los movimientos de ocupación colonial (Khalidi, p. 91), una triple alianza entre el sionismo, una superpotencia occidental -y todas las fuerzas Occidentales apoyando la decisión de ésta- y la potencia mandataria de la Sociedad de Naciones (actualmente nos sirve la ONU, pero no sería la única), donde no es aceptado como miembro.

De este modo, en Gaza nos encontramos ante una bisagra histórica, pues por un lado el cenit del colonialismo, el imperialismo y el modelo capitalista tan desarrollado desde los confines modernos, transformando a sus hijos sanos en una falacia hobbesiana del Behemoth -como si fueran los palestinos culpables de un proceso de falsa guerra civil por un tierra que debiera ser disputada-, y por otro lado, la novedosa tecnificación de las nuevas guerras del siglo XXI, no sólo en la máquina de guerra perfeccionada al estilo del nacionalsocialismo alemán -que también-, sino además en las nuevas formas narrativas o meta-narrativas en este mundo plenamente interconectado, donde los crímenes de guerra ya no se intentan ocultar lo más mínimo y ya no esperan a que entre un Ejército Rojo para eliminar sus crímenes, sino que ahora los filman, los distribuyen y se enorgullecen de ellos. Parece que el Estado Sionista de Israel lejos de desarrollar una postura no beligerante, que respete la vida digna de ser vivida y, sobre todo, el derecho a existir después de que éstos fueran  una  de las víctimas directas de los horrores del siglo XX, sigue decidiendo, desde hace más de un siglo, representar y encarnar la manifestación más contundente de la barbarie, donde ahonda en su propio avance una tecnificación de las formas de matar, aniquilando a un pueblo entero, intentando sepultar su nombre y soterrando su esperanza.

Ahora bien, lejos de ser profundamente pesimistas -con razones claras para ello-, el pueblo palestino ha logrado no solo resistir de forma plenamente heroica la triada genocida, imperialista y colona del Estado de Israel y sus mandatarios occidentales, sino que ha demostrado que la única alternativa para poder habitar este mundo en los albores que le confieren, es la clara oposición a las lógicas de muerte representadas en su máxima por el Estado sionista de Israel. De igual modo, si antes mencioné que la condición de vida del pueblo palestino tendía a un veredicto de la muerte, ciertamente tiende a un veredicto de la vida, pues si a pesar de un proceso cientifizado en la tecnificación de la limpieza étnica, a pesar de un proceso imperialista amparado tanto por las potencias occidentales como por el carácter discursivo de los acontecimientos, a pesar de sufrir un apartheid 2.0, a pesar de miles de civiles muertos, a pesar de familias erradicadas, desaparecidos, torturados, encarcelados, vigilados y des-humanizados, a pesar de sufrir en sus carnes toda la vorágine colonial, todo el peso de la barbarie, toda la presión del cercamiento, a pesar de una realidad mucho más dramática que cualquier idea que pueda imaginarse, a pesar de todo esto y más, la resistencia palestina ha resistido, ha logrado girar la rueda de la conquista cambiando el orden, pues nadie, salvo un pueblo heroico, podría haber resistido a la aniquilación tan premeditaba que yacía sobre sus cabezas.

Tal vez estemos en un momento histórico donde el mundo puede descarrilar, no sólo trayendo los espantos del pasado siglo -si es que alguna vez se han ido-, sino que ante la pérdida evidente de la hegemonía mundial por parte de Occidente, el Capital agoniza, y con ello la guerra es su máxima y única manifestación. Comienza la preocupación de armarse en Europa, los nacionalismos vuelven a adueñarse del Norte y comienza la exportación de fronteras militarizadas. Vuelven los enemigos de paja, el odio al extranjero racializado, la invalidación de gobiernos alternativos a la administración norteamericana. Ante este mundo nitroglicerino, no se puede tomar la ambigüedad como postura política ante los conflictos internacionales que afligen, pues aunque las bombas aún nos queden lejos siguen cayendo, aunque las muertes aún nos queden lejos siguen sucediendo y debemos recordar que los terrores del siglo XX no fueron una anécdota histórica, sino fruto de las formas políticas que negaron otros mundos posibles, una disputa encarnizada entre la barbarie o la dignidad. Y, en estos tiempos que corren, el pueblo palestino y su causa es la dignidad no sólo de sí mismos, sino de todos los pueblos de este mundo que han decidido Ser. La cuestión palestina es la lucha por la vida digna de ser vivida, es la lucha por todo aquello que merece vivir, es la posibilidad misma de que la historia no se repita otra vez ni como farsa, ni como tragedia.

Bibliografía:

Khalidi, R. Palestina. Cien años de colonialismo y resistencia. Capitán Swing. 2023.
Kapuscinski, R. Cristo con un fusil al hombro. Anagrama. 2014.
Lazzarato, M; Alliez, E. Guerras y capital. Traficantes de sueños. 2022.