Arriba, donde los ojos no alcanzan, pero sí los versos,
la sutileza felina vuelve a fracasar en su intento de cazar la paloma,
que vuela.
 
Abajo, donde apunta la intención, el turno espera el paso
sin almohadillas pero con zapatos, para llenar la bolsa, la barriga,
que suena.
 
Adentro, hoy frio mañana caliente por un tejado de chapa,
cuece el movimiento del trabajo esencial de la mano con guante,
que entrega.
 
Afuera, donde la humanidad se alinea y cruza de brazos,
insoslayable sentir donde posan más tecnologías que cubrebocas,
¿para gritar?

Bogotá, 10 de mayo de 2020