CATALUNYA Y LA SENTENCIA

«Creemos que la lucha organizada y consciente emprendida por un pueblo colonizado para restablecer la soberanía de la nación constituye la manifestación más plenamente cultural que existe». 

Frantz Fanon, «Los condenados de la tierra» (1961)

La sentencia del Tribunal Supremo del Estado español en el juicio del procés no hace sino confirmar la preocupante involución ética, moral y política en que vivimos. En sintonía con el régimen nacido de la transición, hijo de una dictadura que logró restaurar la monarquía, en esencia antidemocrática.

«A veces la cárcel es sólo una etapa más en el camino para alcanzar la libertad», afirmó Oriol Junqueras, líder de ERC, el preso político con la más elevada condena, 13 años de cárcel.

Podremos estar de acuerdo o no con la independencia del pueblo de Catalunya, pero esta sentencia no es tolerable en un país que se dice democrático. Mirar para otro lado, o dar rodeos lingüísticos para no condenar lo intolerable, solo nos hace cómplices de la barbarie en que vivimos.

El día de ayer, 14 de octubre de 2019, en vísperas de los 79 años del fusilamiento del expresidente catalán Lluís Companys, las calles, las carreteras, las vías de tren y hasta el aeropuerto de Barcelona se llenaron de indignación de pueblo en respuesta a la desproporcionada e intolerable sentencia. La policía cargó contra grupos de manifestantes. Más de 100 heridos según organizaciones de Derechos Humanos. Algunos por impacto de pelotas de goma o proyectiles de precisión «foam». Un joven de 22 años, producto de uno de esos impactos, perdió un ojo. El mundo entero contempló cómo el 1 de octubre de 2017 la policía cargaba brutalmente contra gente que pacíficamente metía papeletas en urnas, incluidas personas mayores.

Hemos tenido ocasión de cubrir algunas marchas independentistas en Barcelona, y solo hemos visto lucha política de carácter pacífico. Cero violencia. ¿Es violencia poner urnas para que la gente decida? La desobediencia civil es un derecho de los pueblos. Sin embargo, a la desobediencia le llaman violencia.

No se trata de que el Tribunal Supremo haya condenado por delito de sedición y no de rebelión, sino de por qué la Audiencia Nacional admitió a trámite la querella de la Fiscalía por un delito de rebelión, que implica violencia, cuando si hay algo que caracteriza a marchas y jornadas históricas como la del 1-O es la ausencia absoluta de actos violentos, donde con millones de personas en la calle no se rompió una farola ni se quemó un cubo de basura.

En 2008, el jurista Joan Garcés inició un procedimiento jurídico ante la Audiencia Nacional contra los crímenes del franquismo. Procedimiento que fue rechazado con el argumento de que la Audiencia Nacional no tiene competencia de juzgar el delito de Rebelión que supuso la sublevación del 36. Esa misma Sala de lo Penal, menos de una década después, admite a trámite la querella por delito de Rebelión contra miembros del Gobern de Catalunya.

¿Doble vara de medir? ¿Será que la «justicia» española padece los males estructurales de los aparatos ideológicos que la concibieron?

Publicado en Correo del Alba y Kaos en la Red