VIOLENCIA ESTATAL Y RESPUESTA POPULAR

Por el Colectivo de presos políticos Orlando Quintero Paes

«¿La oligarquía colombiana está dispuesta no sólo a escuchar y dialogar, sino a abandonar sus ansias de conquista y de dominación?»

Un revoltijo de emociones y sentimientos confunden el corazón y embotan el cerebro. Un pueblo desesperado e indignado hace sentir su inconformidad a través de marchas y cánticos, exigiendo que se le garantizen los derechos mínimos contemplados en una constitución aparentemente democrática, diseñada, discutida, redactada, reformada y poco aplicada por una élite oligárquica que no cuenta para nada con el concurso de las mayorías en la elaboración de las políticas públicas.

Ahora bien, la gente que se manifiesta no está pidiendo la abolición del sistema capitalista; ni tan siquiera profundas transformaciones en el mismo. Solo exigen algunos retoques en el modelo para que la desigualdad económica, social y política no sea tan descarada.

Aun así, la clase dominante se niega a aceptar lo que para ella es tamaña desproporción, y por el contrario acusa y trata como bárbaros y vándalos a quienes, tanto de manera pacífica como agresiva, reclaman que se cumpla con lo que la mencionada constitución contempla.

Aquí se hace necesario un paréntesis para aclarar la etimología y la semántica de las palabras «bárbaros» y «vándalos». Es así entonces que las mismas tienen origen en la antigua Grecia y en las ultimas etapas del Imperio Romano respectivamente. De tal manera que los griegos consideraban «bárbaros» a quienes no hablaban la lengua helénica, siendo los persas el principal blanco se su calificativo.

Por su parte, la palabra «vándalos» deriva de un pueblo germano (alemán) que ante las invasiones romanas, reaccionaron de la misma manera desplazándose hacia el sur arrasando y saqueando, tal como les habían enseñado los hijos de Romulo y Remo.

Desde entonces, la Europa, heredera de estas dos culturas, sigue considerando al resto de pueblos del mundo como «bárbaros y vándalos» porque no hablan su lengua, no profesan su religión o no comparten sus sistema político y económico.

En ese orden de ideas, la oligarquía colombiana, hija fiel de la europea «de sangre azul», ve bárbaros y vándalos por todas partes, sin tener en cuenta que es ella la que enseña con grandes ejemplos lo que asume como barbarie y vandalismo. Así ha sido desde la época de la conquista hasta ahora, pasando por la colonia, la independencia y la República.

Es así como nos han hecho creer en una supuesta civilización democrática en la que esta oligarquía se ha presentado siempre como víctima de la barbarie y el vandalismo y nunca como protagonista y causante de los mismos.

Haber y seguir arrasando pueblos indígenas y comunidades campesinas, no es considerado ni barbarie ni vandalismo; despojar territorios para los monocultivos, ganadería o para grandes urbanizaciones, tampoco; ahogar económicamente con salarios miserables y con grandes cargas tributarias, menos; tener unos sistemas de salud y de educación excluyentes y perversos en favor de la corrupción y de los grandes capitales, tampoco. Eso es civilización y desarrollo ante los cuales todos los desposeídos y excluidos tenemos que someternos sin chistar.

Por lo tanto, cuando alguno se atreve a reclamar, aun con las manos en alto y cantando el himno nacional, como en el caso de Dilan Cruz Medina, un agente del orden, considerando su deber moral combatir la barbarie y el vandalismo, cual oplita espartano o legionario romano, arremete con furia y mata en nombre de la civilización y el desarrollo.

Lo trágico del caso, es que ahora el culpable es Dilan por haberse atrevido a entonar el himno nacional frente a un pelotón de policías entrenado para matar cuando su instinto así se lo indique.

Pero es mas; Para que la oligarquía no pierda su manto de santidad, el culpable cuando mucho es el policía apresurado, nervioso y temperamental, que ahora está arrepentido, y no quienes le pagan y lo instruyen.

Ahora se llama a la calma desde diversos sectores, incluidos muchos de los que protestan: «sin violencia», ha sido el coro de los manifestantes en los últimos días. Sin embargo, la oligarquía corea y aplica todo lo contrario: mano dura contra los bárbaros y los vándalos y se atreve a convocar manifestaciones en respaldo a la policía, principal promotora de la violencia amparada en las armas oficiales.

Volviendo a los orígenes de los bárbaros y los vándalos, los primeros no fueron menos civilizados ni menos crueles que los griegos en sus anchas de conquista; y los segundos solo respondieron con las mismas armas y métodos a las invasiones y saqueos de las legiones romanas.

Cabe preguntase entonces: ¿la oligarquía colombiana está dispuesta no sólo a escuchar y dialogar, sino a abandonar sus ansias de conquista y de dominación? ¿Está dispuesta a cambiar su doctrina militar y policiva y como muestra inicial de ello, a desmontar el ESMAD, como lo exigen quienes han sido víctimas de su accionar?

En conclusión, la respuesta a si la violencia continúa o no, la tiene la oligarquía y no el pueblo desarmado que en Dilan ha tenido otro ejemplo de sacrificado con las manos en alto.

Tal vez, si los romanos no invaden, los vándalos no respondan.

Colectivo de presos políticos Orlando Quintero Paes
Penitenciaria de máxima seguridad de Combita  
26 de noviembre  de 2019