MIGUEL ENRÍQUEZ

Por Javier Larraín

“Hubo un no fue bajo un jamás.

Hubo un tal vez bajo un quizás…

Por un fuego que no des a tiempo

puede no salir el sol”.

Silvio Rodríguez – Canción contra la indecisión

[Homenaje a Miguel Enríquez]

«Con la victoria de Salvador Allende en 1970 Miguel despuntó como líder revolucionario al adecuar la acción del MIR a un nuevo escenario signado por la conquista del poder a través del voto y la construcción del socialismo por la `vía pacífica´, dos elementos esenciales de la estrategia del `compañero Presidente´ «

Sin cumplir la mayoría de edad un joven Miguel se comprometió consigo mismo en un pequeño y modesto diario personal: “Juro que si he de escribir o hacer algo en la vida será sin temor ni pusilanimidad; sin horror al qué dirán; con la franqueza que salga de mi cerebro; que ha de ser libre de prejuicios y dogmas. Si no soy de constitución valiente, me haré valiente por la vía racional”. 

Miguel Enríquez Espinosa nació el 27 de marzo de 1944, en Talcahuano –sur de Chile–, siendo el cuarto hijo del matrimonio de Edgardo Enríquez Frödden y Raquel Espinoza Towsend. Miembro de una tradicional familia ligada a la política a través del Partido Radical, desde niño vio reunirse en su casa a lo más preciado de la alta cultura e intelectualidad local, ya que su padre –médico, docente, masón, futuro rector de la Universidad de Concepción y ministro de Educación de Salvador Allende– invitaba a sus amistades para que conversaran con sus pequeños hijos.

Los estudios primarios los realizó en el Colegio Inglés de Concepción, y una noche, cuando aún cursaba el kínder, le advirtió a don Edgardo: “Papá, no podré volver a dormir tranquilo sabiendo que hay personas que duermen en la calle, cerca de casa”.

Cursó sus estudios secundarios en el liceo público de la ciudad, Liceo No. 1 Enrique Molina Garmendia, donde entabló amistad con Luciano Cruz, Marcelo Ferrada y Bautista van Schouwen, futuros fundadores del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). También en esta época dio sus primeros pasos políticos, protestando contra el alza de pasajes y el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, a fines de los 50. En 1961 matriculó sus estudios de medicina en la Universidad de Concepción, donde se graduó con honores en 1968; con posterioridad fue becado para la especialidad de neurocirugía, estudios que abandonó para dedicarse de lleno a la actividad política.

Desde su adolescencia militó en las juventudes del Partido Socialista, con la cual entró en conflicto entre 1963 y 1964, por considerar que una tercera candidatura a la presidencia de Salvador Allende sería infructuosa; ya abrazaba las ideas de la Revolución cubana.

Incurrió en un intenso y heterodoxo autoestudio del pensamiento marxista, al tiempo que se allegó a las filas de la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM), fuerza que aglutinó juventudes universitarias prochinas, trotskistas, guevaristas y, en general, al conjunto de las corrientes revolucionarias que cuestionaban el actuar institucionalizado de la izquierda tradicional chilena representada en los partidos socialista y comunista.

Después de un arduo proceso de convergencia de la “izquierda revolucionaria”, el 15 de agosto de 1965 se fundó el MIR chileno, que reunió disidencias de distinto cariz e igualmente diversas generaciones. Dos años más tarde Miguel Enríquez asumió su Secretaría General; tenía 23 años y se encontraba cursando el internado de medicina.

Desde un comienzo se volcó a la construcción de una organización político militar e impulsó la propaganda armada por medio de acciones directas: tomas de fundos, ocupación de terrenos para el establecimiento de sin casas, corridas de cerco contra latifundistas y forestales en territorio mapuche, expropiaciones bancarias, entre otras; siempre con el objetivo estratégico de conformar un ejército con amplia base social que fuera capaz de desatar una guerra popular prologada e irregular para la toma del poder y la construcción del socialismo en Chile.

Con la victoria de Salvador Allende en 1970 Miguel despuntó como líder revolucionario al adecuar la acción del MIR a un nuevo escenario signado por la conquista del poder a través del voto y la construcción del socialismo por la “vía pacífica”, dos elementos esenciales de la estrategia del “compañero Presidente”.

Miguel Enríquez desestimó que el marco institucional chileno pudiera asimilar, sin respuesta de la burguesía autóctona y el imperialismo yanqui, la propuesta allendista y de la Unidad Popular (UP), por tanto, se concentró en radicalizar a los sectores marginados de la sociedad –campesinos, pobladores, subproletariado urbano, estudiantes– con el objetivo de acumular fuerza social y política revolucionaria capaz de contener y revertir un inminente golpe de Estado. Quedó a medio camino en su labor; los golpistas operaron con mayor premura que el conjunto de la izquierda.

El 11 de septiembre de 1973 ofreció ayuda al presidente Allende para sacarlo de La Moneda, pero recibió el último mensaje de este: “Ahora es tu turno Miguel”. Durante los próximos doce meses, en momentos donde parte de la izquierda tradicional se replegaba en el exilio, tras lanzar la consigna “el MIR no se asila”, se dedicó a reestructurar la organización –muy golpeada por la policía política de Pinochet– y crear un frente unitario de “Resistencia popular” al interior de Chile.

A media mañana del 5 de octubre de 1974 los organismos de la inteligencia dictatorial dieron con su paradero y tras cercarlo con centenares de agentes, tanques y helicópteros, y luego de un combate que se extendió por casi dos horas, cayó en combate Miguel Enríquez, líder histórico del MIR y pionero en la resistencia antidictatorial. Armando Hart Dávalos, en nombre del Partido Comunista de Cuba, expresó: “En Miguel Enríquez despuntaba un jefe de Revolución”. Miguel tenía 30 años.

A 45 años de su muerte, la juventud chilena se apropia de su legado: el riguroso y heterodoxo estudio de la doctrina marxista, la praxis revolucionaria transparente y audaz en favor de “los pobres de la ciudad y el campo”, la valentía y consecuencia sin límites.

Como diría Miguel, en una interpelación antropológica: “¡Adelante con todas las fuerzas de la historia!”

Javier Larraín Parada (Prof. de Historia y Geografía, Correo del Alba)