
VENEZUELA. ¿Y AHORA QUÉ?
«De nada nos ha valido la moderación: la ofensiva de agresiones, sabotajes y atropellos infligidos es igual, si no superior, a la desatada contra los procesos más radicales del planeta»
8 de junio de 2025 | Fuente: luisbrittogarcia | Foto: Luis Britto
Certifica el Consejo Nacional Electoral un nuevo triunfo del Gran Polo Patriótico: 23 gobernaciones de 24; en la Asamblea Nacional 253 de 285 escaños.
Como de costumbre, la oposición sólo acepta resultados que le sean favorables; rechaza los oficiales, y se atribuye como propia la notable abstención de 56,32% de los inscritos. Pero ninguna abstención es triunfo, ni del gobierno ni de sus opositores.
Con la presente consulta, suma el bolivarianismo 26 años en el mando, casi el mismo tiempo que lo rigió el Benemérito Juan Vicente Gómez. La edad promedio del venezolano es de 25 años; la mitad de nuestros compatriotas no ha conocido otra forma de gobierno.
Más de un cuarto de siglo de poder invita a reflexión. Sugiero que tanto gobierno como oposición emprendan detenido examen de este lapso, con sus éxitos, fallas y oportunidades perdidas.
Dicho análisis debería comenzar por el cálculo de las pérdidas económicas y humanas causadas por la inmotivada agresión contra la voluntad de nuestras mayorías. Todas las técnicas de desestabilización de gobiernos del Manual de Kurt Tidd han sido aplicadas; ninguna ha dado resultados.
En el ámbito externo, campañas de desinformación, coaliciones de gobiernos títeres, agresión diplomática, invasión paramilitar, ofensivas territoriales so pretexto de ayuda humanitaria, promoción de la emigración, contrabando de extracción, tensiones fronterizas, latrocinio de bienes, reservas y activos de la República en el exterior, injerencia mediante Organizaciones No Gubernamentales, secuestro de diplomáticos, espionaje sistemático, hiperinflación inducida, bloqueo, un millar de medidas coercitivas unilaterales.
En el ámbito interno, golpes de Estado, sabotaje petrolero, eléctrico e informático, llamado al Paro General, intentos de magnicidio, cortes viales, guarimbas, terrorismo mediático, acaparamiento, ocultamiento y destrucción de bienes de consumo, asesinatos selectivos, tentativas de obstrucción violenta de elecciones, desconocimiento de resultados electorales, creación de gobiernos paralelos fake.
Tal sumatoria de daños debe servir convencernos de que sería criminal y sobre todo inútil el hacer que tantos sacrificios no sirvieran de nada, rindiéndonos incondicionalmente a quienes quieren los han infligido.
Al cálculo de los daños debe seguir un censo de los logros, que son muchos y trascendentes, y que igualmente revelaría la magnituf de lo que se perdería si nos rendimos.
La frenética agresión intensificada a lo largo de un cuarto de siglo es una extorsión para hacer sufrir al pueblo a fin de que este ejecute lo que el imperio no ha podido: el cambio de gobierno. Procede entonces el examen de por qué tantas atrocidades no han dado resultados.
El bolivarianismo no brotó de la nada, irrumpió como resistencia popular, militar, social, económica, cultural y política contra un proyecto bipartidista que nos arrastraba a la aniquilación.
El bolivarianismo surgió como protesta contra una generalizada corrupción, manifiesta en la ostensible proliferación de fortunas debidas al tráfico de influencias y la especulación cambiaria, y amparada por la disminución del control previo y la reducción del posterior a un muestreo aleatorio.
El bolivarianismo creció como muralla contra la privatización masiva de recursos, bienes y empresas de la Nación (es decir, de todos nosotros) y la colocación de lo así obtenido en fondos secretos administrados discrecionalmente por sus creadores, como ocurrió con el mal llamado Fondo de Inversiones de Venezuela.
El bolivarianismo triunfó como iniciativa opuesta a la privación de derechos de los trabajadores iniciada por Rómulo Betancourt en 1959 con la “Ley Hambre”, remachada por Carlos Andrés Pérez en 1989 con el Paquete del FMI que liberó precios y congeló salarios, y culminada por Rafael Caldera en 1997 con la eliminación de las prestaciones sociales.
El bolivarianismo insurgió contra la progresiva exención de impuestos para las empresas extranjeras, iniciada en grande por Raúl Leoni en 1968 con inconstitucionales “transacciones” que perdonaron a las petroleras décadas de tributos, culminada por Rafael Caldera en 1998 con los Infames Tratados contra la Doble Tributación, que exoneran a empresas y ciudadanos extranjeros de pagar impuestos en nuestro país y prolongada subrepticiamente con normas similares.
El bolivarianismo se fortaleció al detener la planeada y desastrosa entrega de recursos naturales, turísticos, estratégicos, comunicacionales y de estructura a empresas extranjeras favorecidas con el inconstitucional privilegio de no pagar impuestos y de hacer decidir sus controversias sobre contratos de interés público por tribunales, jurados o árbitros foráneos, como el CIADI, la Corte Interamericana de la OEA o los árbitros que pretendieron despojarnos de la Guayana Esequiba.
El bolivarianismo reafirmó su arraigo popular al luchar por el principio de Igualdad, desechando las políticas neoliberales que en el siglo pasado sumieron en la pobreza hasta el 80% de la población, exoneraron de impuestos al capital extranjero e incrementaron desproporcionadamente la participación de la minoría empresarial en el PIB. El privilegio para pocos desmoraliza a todos.
Este censo de políticas que llevaron a su perdición al bipartidismo es también el de las que podrían extinguir a cualquier movimiento que las adoptara. Ninguna mayoría estuvo ni está a favor de ellas; son impulsadas por minorías que intentan destruir sigilosamente desde el interior lo que no pudieron vencer de frente y en confrontación abierta.
Un proyecto progresista para el futuro debería por tanto comenzar por la erradicación total de las políticas que destruyeron al bipartidismo y el fortalecimiento de las que consolidaron al bolivarianismo o, para decirlo con claridad, al socialismo.
De nada nos ha valido la moderación: la ofensiva de agresiones, sabotajes y atropellos infligidos es igual, si no superior, a la desatada contra los procesos más radicales del planeta.
La que fuera primera potencia del mundo abandona despavorida el ideario neoliberal que la llevó a la ruina, y adopta medidas de intervención estatal y proteccionismo en la economía. ¿Iremos nosotros a redimirnos mimetizando las medidas que nos aniquilaron históricamente, y que ahora hunden a quienes nos las impusieron?
Las políticas que aniquilaron el bipartidismo han destruido y destruirán cualquier sistema que las adopte. No debe haber marcha atrás.