VENEZUELA TIENE SU ESTRATEGIA: ESCUDO BOLIVARIANO
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
“Por la boca muere el pez”, ellos mismos han dado a conocer su estrategia: creación de una nueva plataforma terrorista que busque consolidar el apoyo social que no han logrado; acciones militares en la frontera en alianza con bandas de narcotraficantes, paramilitares y delincuentes, además del bloqueo a los recursos de Venezuela para que no lleguen combustibles ni vacunas a fin de crear desasosiego en el pueblo»
Caracas | 10 de abril de 2021
A través de la historia (por lo menos desde el fin de la segunda guerra mundial) la impronta intervencionista de Estados Unidos tuvo a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como actor principal. Todo el entramado conspirativo que condujo a invasiones armadas, golpes de estado contra presidentes democráticos, asesinato de líderes, desestabilización de países, entrenamiento de terroristas y oficiales de otras naciones, la aplicación de interrogatorios bajo tortura y la sistematización de métodos de obtención de información violando derechos humanos y todo tipo de acciones ilegales tenían como eje, operaciones encubiertas y de inteligencia de ese servicio fundado en 1947.
La secretividad y el ocultamiento de las operaciones de la CIA marcaban la pauta de la política exterior de Estados Unidos en conflicto permanente con el Departamento de Estado y la Consejería de Seguridad Nacional, en el protagonismo por atribuirse logros en el cumplimiento de los objetivos internacionales imperiales de su país.
Caso paradigmático en este sentido fue el accionar de Estados Unidos contra Chile durante el gobierno del presidente Salvador Allende. En primer lugar, el presidente Nixon intentó impedir por todos los medios que Allende fuera ratificado por el Congreso como lo establecía la ley chilena de la época. Para ello recurrieron incluso al expediente de asesinar al Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider, un militar constitucionalista.
Al no lograr ese objetivo, Nixon dio instrucciones para desestabilizar el país a fin de hacer fracasar la gestión del gobierno de la Unidad Popular y provocar un colapso bajo la orden de “hacer crujir la economía”, otorgando amplios recursos y atribuciones que fueron creando las condiciones para el golpe de Estado de septiembre de 1973. Todo esto, en colusión con las fuerzas armadas, los partidos políticos de la oposición, agremiaciones empresariales y medios de comunicación.
Aunque había manifestaciones exteriores que daban cuenta de los preparativos violentos para la interrupción de la democracia, todo se planificó y organizó en total secreto. Tal vez en aquella época la existencia de un sistema internacional bipolar impedía que Estados Unidos actuara con abierta impunidad.
Hoy ya no es así. Un mundo indefinido en términos de su estructura, pugna entre la imposición unipolar de Estados Unidos y sus adláteres, en particular una Europa desdibujada y subordinada, carente de personalidad internacional, que choca con los deseos mayoritarios de multipolaridad.
Sin embargo, no se posee la fuerza suficiente para contrarrestar la soberbia imperial ni impedir los desmanes de la potencia norteamericana que actúa con total impunidad ante la violación del derecho internacional. Se ha llegado incluso al absurdo que la ONU sea dirigida por un ex primer ministro de un país de la OTAN, la alianza militar más agresiva y guerrerista de la historia.
Este es el contexto que permite que Estados Unidos pueda – en la actualidad- develar públicamente sus planes de agresión, sin tener que enfrentar contratiempos de ningún tipo. En el caso de Venezuela, tal situación ha sido más que evidente.
En un primer momento, resultó curioso que haya sido el diplomático estadounidense James Story acreditado en Bogotá a cargo de la Oficina de Venezuela en Colombia, actuando como líder del terrorismo criollo quien diera a conocer en marzo la creación de una nueva plataforma política para agrupar a ese sector de la oposición venezolana.
Dicha agrupación bautizada como Nueva Alianza por Elecciones Libres se propone ser “una plataforma conformada por la sociedad civil, varias ONG, un sector del empresariado y los partidos políticos del G-4, que trabajarán unidos para luchar contra el régimen”. Con esto se dio por superado el “Frente Amplio Venezuela Unida”, que al igual que sus innumerables antecesores fracasó en el intento de derrocar por la fuerza al gobierno del presidente Nicolás Maduro.
Así, se hace patente, que ante el fiasco y la decepción que ha significado el liderazgo nacional, Estados Unidos haya decidido que en esta etapa, esa responsabilidad la asumiera directamente un miembro del Departamento de Estado, quien con una CIA renovada en la administración Biden tratará de conformar –al igual que en el Chile de Allende- una agrupación de “partidos políticos de oposición, agremiaciones empresariales y medios de comunicación”, toda vez que fueron frustradas sus intenciones de quebrar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, elemento fundamental que contrasta absolutamente con la ya conocida experiencia chilena.
Más recientemente, el pasado martes 6 se ha conocido otra arista de la guerra multifuncional que Estados Unidos libra contra Venezuela y que es develada públicamente por sus dirigentes. El secretario de Estado Anthony Blinken se comunicó por vía telefónica con el presidente de Colombia, Iván Duque, para agradecerle por los servicios que Bogotá le está prestando a Estados Unidos a fin de construir una “alianza multifacética” con el objetivo de derrocar al gobierno de Venezuela e instalar uno de su agrado. Claro… eso se disfrazó como el «compromiso común» que tienen «con la restauración de la democracia y el Estado de Derecho en Venezuela».
Blinken dejó claro que la violación de derechos humanos en Colombia, el irrespeto al estado de derecho y los múltiples asesinatos de dirigentes sociales y ex combatientes de las FARC, seguirán contando con el aval de Estados Unidos, siempre que Colombia siga siendo el portaviones de Washington para su intervención en la región. Claro… eso lo disimularon como “los esfuerzos de Colombia para promover la democracia en toda la región».
Así mismo Blinken le aseguró a Duque, que para dar continuidad a su política de seguridad democrática, que significa exterminio de dirigentes sociales, realización de ejecuciones extrajudiciales, alianza con el narcotráfico y el paramilitarismo e incremento más acelerado de las exportaciones de cocaína colombiana a Estados Unidos para que los jóvenes de ese país tengan la droga suficiente para su consumo, sin crear insuficiencias peligrosas para el mercado, Colombia seguirá contando con el apoyo de Estados Unidos. Claro… eso fue enmascarado como “compromiso de Washington de continuar la estrecha cooperación en materia de seguridad, desarrollo rural y lucha contra el narcotráfico para apoyar la paz en Colombia»
“Por la boca muere el pez”, ellos mismos han dado a conocer su estrategia: creación de una nueva plataforma terrorista que busque consolidar el apoyo social que no han logrado; acciones militares en la frontera en alianza con bandas de narcotraficantes, paramilitares y delincuentes, además del bloqueo a los recursos de Venezuela para que no lleguen combustibles ni vacunas a fin de crear desasosiego en el pueblo como lo han develado dirigentes terroristas como Julio Borges y Juan Guaidó, intentando con ello, culpar al gobierno por tal situación.
En esta nueva estrategia, en la que pareciera que la administración Biden ha decidido tomar el control directo de las operaciones, reuniendo bajo un solo mando a sus Fuerzas Armadas, el Departamento de Estado, la CIA, las organizaciones paramilitares colombianas, los carteles del narcotráfico, el gobierno de Colombia y el sector terrorista interno, Venezuela también ha develado su estrategia: Escudo Bolivariano, es decir, pueblo, ejército, conciencia ciudadana, espíritu patriótico, voluntad de lucha y resistencia y alianza cívico-militar.
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