Por Walter Palacios Vinces

El 14 de agosto de 2008, hace 15 años, cuando Alberto Fujimori había sido extraditado desde Chile y estaba siendo procesado por los tribunales de justicia peruanos, acusado por crímenes de lesa humanidad y enriquecimiento ilícito, publiqué en el diario La República este artículo -que en parte es testimonio personal- relacionado a su proceso judicial y encarcelamiento. Ahora que el dictador ha sido puesto en libertad gracias a un “indulto” que lo libera de terminar de cumplir la condena que los tribunales de justicia le impusieron, considero oportuno reproducir dicho artículo, con el fin de contribuir a la reflexión y a rescatar la memoria histórica.

Arequipa | Diciembre de 2023

En octubre de 1998, poco después de la detención de Augusto Pinochet, en Londres, el reconocido periodista y literato salvadoreño-mexicano Pedro Miguel, publicó en La Jornada de México un artículo titulado Nada Personal referido a la captura del dictador chileno. Ahora que Alberto Fujimori se encuentra preso y procesado en Lima, no resisto la tentación de hacer una paráfrasis de su excelente artículo periodístico.

Y Ahora, ingeniero Fujimori, continúa usted en la cárcel. No importa que no esté encerrado en un penal de máxima seguridad para delincuentes peligrosos donde debería estar. No importa que pueda ser absuelto o condenado, benévolamente, a una pena mínima. No importa. Lo que interesa es que usted está preso y en el banquillo de los acusados y que su pasada arrogancia de poderoso dictador se desdibuja cada vez que se presenta ante el tribunal gritando y gesticulando teatralmente, otras veces dormitando o riéndose en forma descarada.

No es nada personal, ingeniero Fujimori. No es que quiera desquitarme después de haber sufrido en carne propia persecución, exilio y encarcelamiento durante su gobierno y los regímenes que le sucedieron. No es revanchismo por haber bregado durante dieciséis años para que, en tres largos procesos penales, se me absuelva en todas las instancias judiciales, incluyendo la Corte Suprema, de las acusaciones de traición a la patria y terrorismo que me hicieran sus servicios de inteligencia, sus policías, fiscales y jueces corruptos. Repito, no es nada personal. Es, más bien, una sensación de alivio verlo finalmente preso y compareciendo ante tribunales de justicia.

Pero también es importante que a usted, ingeniero Fujimori, lo hayan tratado bien. Fue detenido en Chile y vivía en residencias exclusivas, fue extraditado y conducido a prisión en Perú, sin que le pongan grilletes en pies y manos, sin haberlo llevado a los sótanos del Palacio de Justicia para ficharlo y fotografiarlo con un número en el pecho. Es bueno que no lo hayan golpeado ni humillado. Que no le hayan puesto un traje a rayas y exhibido ante la prensa y opinión pública en una jaula con barrotes como se hizo durante su gobierno con centenares de presos políticos que no habían sido procesados ni sentenciados.

Es bueno que el Tribunal que lo juzga le otorgue las garantías legales y respete su derecho de defensa dentro de un debido proceso. Que no lo juzguen, como se hacía durante su gobierno, jueces militares y civiles anónimos, sin rostro, que en parodias de juicios expedían sentencias a cadena perpetua y a largos años de prisión en menos de cuarentiocho horas.

Es bueno que no lo hayan torturado, ingeniero Fujimori. Que no lo hayan privado del sueño, del agua y la comida durante muchos días. Que no lo hayan sometido a interrogatorios “científicos”. Que no le hayan sumergido la cabeza en un cilindro de agua sucia, con orines y excrementos ni lo hayan colgado de las muñecas esposadas por la espalda. Que no le hayan aplicado descargas eléctricas en los testículos ni hayan apagado cigarrillos en la piel de su cuerpo.

Es bueno que no lo hayan violado. Que no le hayan quebrado los huesos. Que no lo hayan mutilado ni despedazado con explosivos. Que no lo hayan quemado vivo y desaparecidas sus cenizas. Que su cuerpo no se encuentre en una fosa común aún desconocida. Que no lo hayan fusilado en simulacros ni arrojado vivo desde helicópteros en vuelo a la espesura de la selva o al fondo del mar.

Es bueno que no le hayan prohibido la visita y asistencia de sus abogados y médicos, que a sus familiares no los persigan ni intervengan sus teléfonos y comunicaciones privadas, que no los hostilicen y despidan de sus trabajos y que a sus hijas no las sometan a revisiones corporales vejatorias cuando van a visitarlo a la cárcel. Que no allanen su casa y se lleven sin orden judicial su biblioteca y enseres.

Es bueno, ingeniero Fujimori, que a usted no lo hayan llevado a una cárcel inhóspita ubicada en la cordillera de los andes a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar con temperaturas bajo cero, como la de Yanamayo. Que no lo hayan introducido en celdas subterráneas condenado por años al más absoluto aislamiento, con iluminación y ventilación deficientes, como las de la base naval del Callao. Que no lo tengan encerrado años en una celda durante veintitrés horas y media de cada día con media hora de salida al patio para estirar las piernas. Que pueda ver directamente y abrazar a sus hijos, familiares y amigos sin tener de por medio un locutorio con lunas y presencia policial. Que no le graben ni filmen sus visitas.

Es bueno que tenga ropa limpia y buena alimentación, en lugar de comer –en disputa con ratas y cucarachas- una fría y desagradable “paila” como la que reciben los presos en las cárceles del Perú. Que tenga buena cama para dormir y descansar y no una estrecha y fría litera de cemento. Que no requisen de su celda en forma ilegal sus pocas pertenencias personales.

Mejor dicho, ingeniero Fujimori, es bueno que a usted no le hayan hecho ni le hagan nada de las barbaridades que sus subordinados hicieron –cumpliendo sus “directivas” presidenciales- a miles de peruanas y peruanos y a otros ciudadanos extranjeros.

El gobierno aprista de Alan García le brinda todas las facilidades para que tenga un lugar de reclusión adecuado, con juegos, entretenimientos y visitas las veinticuatro horas del día. Tiene usted atención médica permanente con profesionales especializados que le practican, incluso, operaciones quirúrgicas en clínicas y cuidan de su salud. En buena hora. Sólo que ese trato no lo reciben los miles de presos peruanos y, por tanto, el principio constitucional y jurídico de igualdad ante la ley, no se cumple.

Se dice que usted es un anciano ex jefe de Estado y que, por eso, debe tener un trato especial (mejor dicho de privilegio). Los ancianos merecen respeto y consideración, efectivamente, pero no dicen que hay muchos presos mayores de edad que usted y que, como Presidente, pisoteó la Constitución, cerró el parlamento, intervino el poder judicial dando un autogolpe de estado para imponer una dictadura cívico militar, que persiguió, secuestró, encarceló y asesinó a dirigentes políticos, sindicales y periodistas.

Olvidan reconocer que usted se enriqueció ilícitamente mediante negociados. Que corrompió a funcionarios, jueces, y altos mandos de las fuerzas armadas y policiales. Que usted encabezó uno de los gobiernos más corruptos y asesinos de nuestra historia republicana. Prueba de ello es que muchos de los que fueron sus aliados incondicionales han sido sentenciados por la justicia y purgan en prisión altas condenas, como el que fuera presidente del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, el ex general del ejército, Nicolás Hermosa Ríos y su asesor y hombre de confianza, el ex capitán Vladimiro Montesinos.
Pero, pase lo que pase, ingeniero Fujimori, lo que importa es que ahora usted es un reo en cárcel, sentado en el banquillo, acusado de haber perpetrado horrendos crímenes de lesa humanidad. El país espera y desea que se expida una sentencia justa y ejemplarizadora. Si eso se logra, los peruanos habremos avanzado hacia el reencuentro con la dignidad, el honor y la ética. Así sea