Por Gilberto López y Rivas

«José Martí deja también, como legado teórico, una perspectiva muy avanzada en el ámbito de lo que el marxismo denomina la Cuestión Nacional y Colonial«

12 de octubre de 2024 

En el célebre alegato frente a los tribunales conocido como La historia me absolverá, el joven revolucionario Fidel Castro sostuvo que José Martí había sido el autor intelectual del ataque al Cuartel Moncada, quien legara su ejemplo de acción, e incluso, de máximo sacrificio, como camino de lucha, así como las formas organizativas convergentes que adoptó el Movimiento 26 de Julio. 

El acervo del intelectual comprometido con su pueblo en la lucha por la independencia fue fundamental en la preparación político militar de los atacantes del Moncada. Como es sabido, los jóvenes insurrectos no desconocían el marxismo, pero la interpretación martiana de su historia y de su realidad nacional permitió que las y los revolucionarios recogieran las vivencias de los independentistas, de los combatientes contra la dictadura de Gerardo Machado, de los movimientos sindicales y estudiantiles, de los frecuentes conflictos electorales durante el gobierno de Fulgencio Batista.

La militancia en todas las formas de lucha y la trayectoria política de Martí están presentes en la práctica unitaria de este Movimiento, que forjó sus alianzas con el Partido Socialista Popular y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, que hizo posible la existencia de un frente político único que, a partir de las acciones militares del ejército rebelde en formación, crearon las condiciones para derrocar al régimen de Fulgencio Batista. Asimismo, siendo el pueblo cubano el principal artífice de la gesta revolucionaria de 1959 a la fecha, y a partir de la perspectiva de que no tiene por qué haber “pueblos guías”, y mucho menos, hombres guías, y que lo que se necesita son “ideas guías”, es necesario reconocer, a 65 años del triunfo de la Revolución Cubana, el papel jugado por el comandante Fidel Castro, quien siempre fue coherente con la moral y los principios martianos. La frase de Martí, “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, condensa la enseñanza de vida que deja su discípulo más connotado, y nos señala la necesidad de mantener una congruencia ética en nuestra cotidianidad y, sobre todo, en la lucha política.

La profundidad de su axioma, en este ámbito, de que: “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana.”

José Martí deja también, como legado teórico, una perspectiva muy avanzada en el ámbito de lo que el marxismo denomina la Cuestión Nacional y Colonial. Su memorable poema: “El amor, madre, a la patria, / no es el amor ridículo a la tierra / ni a la yerba que pisan nuestras plantas. / Es el odio invencible a quien la oprime, / es el rencor eterno a quien la ataca”, expresa, en el contexto de su época, una comprensión diáfana de lo que he denominado patriotismo revolucionario, que le otorga una perspectiva de clase a la lucha contra toda forma de explotación y dominación nacional y social. Por cierto, Lenin, en su conocido artículo, “El orgullo nacional de los grandes rusos”, afirmaba: “¿Nos es ajeno a nosotros, proletarios conscientes rusos, el sentimiento de orgullo nacional? ¡Pues claro que no! Amamos nuestra lengua y nuestra patria, ponemos todo nuestro empeño en que sus masas trabajadoras (es decir, las nueve décimas partes de su población) se eleven a una vida consciente de demócratas y socialistas. Nada nos duele tanto como ver y sentir las violencias, la opresión y el escarnio a que los verdugos zaristas, los aristócratas y los capitalistas someten a nuestra hermosa patria». 

La acción de esos valerosos jóvenes imbuidos en las ideas y el ejemplo de José Martí, en el caso de Cuba, puso de manifiesto que el patriotismo, el amor a la causa del pueblo y la consecuencia revolucionaria no se demuestran con palabras; es necesario la acción decidida y el ataque frontal a los aparatos del Estado capitalista, cuando todas las condiciones para solucionar los ingentes problemas sociales, económicos y políticos están cerradas. El ejemplo del Apóstol, en su lucha por la independencia, abrió un cauce revolucionario que cambió de golpe los esquemas reformistas, cargados de retórica y de fórmulas huecas.

Recuerdo que, en los años 80 del siglo pasado, impactados por el acertado tratamiento de la cuestión nacional por parte de Martí, se propuso, en un congreso fundacional de la organización revolucionaria llamada Corriente Socialista, que el partido a formar tomara el nombre de Partido Patriótico Revolucionario, que, aunque de breve vida, por fusionarse en lo que fue el Partido de la Revolución Democrática, siguió las ideas de Martí y Lenin en la interpretación de la Cuestión Nacional.

La otra contribución de Martí que quiero destacar es la comprensión profunda del fenómeno que Lenin denominara como imperialismo, encarnado en el caso de nuestro continente en Estados Unidos, que Martí caracterizara como el “norte revuelto y brutal que nos desprecia”.  El compañero cubano Ángel Alberteris González, de la Universidad de Holguín Oscar Lucero Moya, en un breve ensayo intitulado El antimperialismo Martiano concluye, después de una revisión cuidadosa de varios de sus escritos, que Martí fue “un antiimperialista convencido, quizás el primer antimperialista de su época con conocimientos del nuevo fenómeno que se formaba en los Estados Unidos y, a la vez, conocedor de las consecuencias de este para América Latina. El antiimperialismo martiano va más allá del planteamiento del problema; es un antiimperialismo militante, de acción, capaz de llevar a cabo la lucha por la liberación de Cuba y contribuir así a la lucha por la verdadera emancipación de América Latina.” (https://www.redalyc.org/pdf/5891/589165903002.pdf)

Destaco otro aspecto del legado de José Martí, que tres educadoras cubanas, Nidia Sierra Peña, Francisca Arraz Aranda y Yanet Batista Freyre, desarrollan en un hermoso texto en el que analizan el trascendental tema de la ética martiana, que ellas aplican a la formación de las nuevas generaciones, cuya vigencia es innegable, ante el bombardeo masivo y cotidiano para modelar las mentes de las nuevas generaciones, con base en el individualismo extremo, la llamada generación selfie.

Las profesoras sostienen, en el otro polo equidistante, que la moral preconizada por José Martí “está caracterizada esencialmente por la negación del individualismo. La vida humana se concibe como un continuo bregar en función de los demás. Ser moral, en términos martianos, significa vivir de espaldas a los intereses personales y nunca un medio para la obtención de beneficios personales. Las autoras añaden: “como su pensamiento es expresión de una profunda concepción cultural, lo que le otorga integralidad, no puede analizarse lo ético sin considerar sus nexos con lo político y otras esferas del quehacer humano. Destaca el humanismo como el principio de partida de la moral que se propugna. El propulsado por Martí es un humanismo que llama a la lucha, con el propósito de crear un mundo de justicia y de equidad en la patria explotada y humillada por el coloniaje español.”(file:///C:/Users/Gilberto%20L%C3%B3pez%20y%20Riv/Downloads/367-Texto%20del%20art%C3%ADculo-2682-1-10-20181218%20(8).pdf)  

¡José Martí vive en las luchas de nuestros pueblos!