29N, la solidaridad internacional con Palestina a través de los ojos de los prisioneros políticos colombianos


«Desde la cárcel seguiremos gestando la paz, que no implica la negación del conflicto, sino la búsqueda de una manera no violenta para resolverlo»

Hay pueblos que por más que se encuentren separados por las distancias geográficas, por sus culturas, por sus desarrollos históricos y por sus idiomas, son similares y están unidos por las circunstancias que los han llevado a soportar condiciones de invasión, conquista, sometimiento y coloniaje;  por ende esto los ha llevado también a identificarse en sus luchas por su independencia y liberación a lo largo de su existencia.

¿Qué de parecido tienen los pueblos de Palestina y los Latinoamericanos? Aparentemente nada. Estamos casi que en las antípodas. Los desiertos en Latinoamérica son relativamente pequeños, los bosques y selvas son frondosas y las aguas abundantes, lo mismo que su territorio, que al extenderse de Norte a sur garantiza una variedad de climas de los cuales muy pocas regiones de la tierra pueden disfrutar.

Por otro lado, nuestros idiomas, a pesar de tener algunas influencias (no pocas) de las lenguas semitas y árabes, son bien diferentes de los de los pueblos que se nos adelantaron en la historia al crear las primeras civilizaciones conocidas en aquella tierra que en medio de la aridez sigue manando leche y miel. Sin embargo, nuestras religiones, fruto de la invasión y conquista europea, tienen sus orígenes en los pueblos mesopotámicos, también invadidos, en su caso por uno de los pueblos de los que ellos fueron la cuna, pero que seguramente no se imaginaron que llegara a convertirse en su verdugo.

«Nos une a los dos pueblos un pasado de invasiones y conquistas»

Así pues nos une a los dos pueblos un pasado de invasiones y conquistas;  a los palestinos desde hace muchos siglos, a nosotros desde unos menos, pero con la misma visión por parte de los invasores: arrasar con todos y con todo lo que les parezca que no está acorde con su ideología, con sus intereses políticos pero sobre todo con sus intereses económicos.

Es así que, tanto Palestina como Latinoamérica fueron invadidos y conquistados por un caudillo al mando de una horda que se consideró enviada de Dios para apropiarse de las riquezas de los territorios ocupados. A Palestina la conquistó Moisés y a Latinoamérica Cristóbal Colón. Ninguno de los dos pudo ver la tierra que su Dios les había prometido, aunque sí alcanzaron a vislumbrar las riquezas que estas contenían y que siguen siendo el motivo de las guerras y el saqueo de las mismas.

Sin embargo,  la presa no ha sido fácil para los conquistadores e invasores: los pueblos nativos y sojuzgados han sabido oponerse y resistirse al destino que se les ha querido trazar desde las metrópolis. Desde los comienzos los dos pueblos venimos sosteniendo la lucha constante, en condiciones de inferioridad, por restablecer nuestra independencia, libertad y dignidad. En el desarrollo de esa lucha que nos ha llevado a condiciones de crueldad, dada la brutalidad con que los conquistadores han ejercido la violencia para el logro y la perpetuación de sus intereses. Una de las consecuencias ha sido la de que muchos de quienes nos hemos comprometido en esa lucha hayamos tenido que pagar con nuestra libertad física,  el atrevimiento de negarnos al sometimiento y al exterminio como borregos que se dejan llevar al matadero sin emitir balido alguno.

«Esas condiciones de inferioridad y de asimetría que hablamos, no han sido solo en el terreno militar sino sobre todo en el mediático»

Y es que además no nos hemos quedado en los balidos, porque como dijo ya Pepe Mujica: «ningún cordero se salvó balando» (Mujica, J 2016). No nos hemos quedado en las denuncias y las quejas, sino que nos atrevimos a adelantar acciones de resistencia civil y armada para intentar con dignidad el restablecimiento de nuestros derechos que por naturaleza tenemos. Desde luego que esas condiciones de inferioridad y de asimetría que hablamos, no han sido solo en el terreno militar sino sobre todo en el mediático, utilizado como arma principal por parte de las hegemonías mundiales en la guerra moderna.

Es así que se logra implantar conceptos y valores en la opinión mundial tales como el de terrorismo, criminales, delincuentes, asesinos, para calificar a los luchadores populares, sea que estos tengan como arma para resistir sus cuerpos, sus puños, una piedra un palo, un fusil, una ametralladora o un cohete artesanal y en muchas ocasiones simplemente su voz. Mientras tanto, los crímenes cometidos por las potencias y los estados satélites, son posesionados en la misma opinión con adjetivos de heroicidad para defender la paz y el orden de los ciudadanos de bien. Además, porque tales crímenes oficiales se perpetran con las máquinas de muerte fabricadas en los talleres de grandes multinacionales de la muerte. Pareciera entonces, que no es legítimo defenderse con armas de fabricación popular o conseguidas ilegalmente, pero si se hace con armamento sofisticado y con el sello de fábrica, los muertos civiles e inocentes son simples daños colaterales.

Igual sucede con los prisioneros en el desarrollo de las actividades: si las fuerzas rebeldes toman prisioneros estos inmediatamente son calificados por parte de los estados como «secuestrados». Mientras que quienes soportamos la privación de la libertad en las cárceles oficiales, ni siquiera tenemos el reconocimiento de prisioneros de guerra y mucho menos de presos políticos, salvo por algunas expresiones de la sociedad a través de personas que han dedicado y arriesgado su vida en defensa de los derechos humanos, pero sobre todo de quienes estamos privados de la libertad por causa de los conflictos, como nos ha denominado el Derecho Internacional Humanitario.

Aun así, el hecho de que se niegue nuestro carácter, no es suficiente para que se logre borrar de la realidad la existencia de presos políticos a lo redondo del mundo, en los países que todavía soportamos el colonialismo y la opresión por parte de élites criollas adeptas a los intereses de los imperios, puesto que la realidad es más tozuda que los deseos.

La existencia de los prisioneros políticos entre los que nos encontramos los prisioneros de guerra es una realidad, como también lo son las similitudes en el tratamiento que se nos da por parte de los Estados que intentan someternos y mostrarnos como ejemplo a quienes seguimos empeñados en la resistencia, en los sueños, las esperanzas y las utopías. Esas similitudes no son solo la negación de nuestro carácter insurgente, sino también el aislamiento, las largas condenas, las condiciones de prisionalización, la violación de las supuestas garantías procesales, siendo éstas de las que se presentan más comúnmente.

Baste decir que por lo poco que hemos oído de las condiciones a las que son sometidos los Prisioneros Políticos Palestinos, si bien es similar a la nuestra, la suya es mucho más denigrante, comenzando por las absurdas cadenas perpetuas, como si todo el pueblo palestino ya no estuviera condenado a las mismas, tanto en las dos cárceles más grandes del mundo a cielo abierto como son Gaza y Cisjordania, como quienes han sido sometidos al exilio perpetuo; pero además hemos sabido que no tienen derecho al contacto con sus familias, ni con sus abogados, ni se les deja recibir correspondencia, que un buen número de prisioneros lo constituyen niños, cuyo único delito ha sido ser palestinos o cuando mucho, haberse atrevido a lanzar una piedra contra un tanque de guerra.

«Se viene intentando desde hace más de 30 años encontrar una salida no violenta al conflicto armado que afrontamos por cerca de 60 años»

En ese contexto mundial, latinoamericano y colombiano en particular, se viene intentando desde hace más de 30 años encontrar una salida no violenta al conflicto armado que afrontamos por cerca de 60 años. Ya se han logrado acuerdos parciales con varias de las organizaciones guerrilleras, pero que en muy poco han logrado cambiar las causas originarias del enfrentamiento. Por el contrario, las mismas se agudizan cada vez más y no solo se reflejan en la pobreza, la discriminación y la exclusión, sino en los asesinatos de líderes e integrantes de organizaciones y movimientos sociales y populares cuyo único delito ha sido poner en cuestión el modelo político y económico que insiste en arrasar con todos los recursos naturales en beneficio de los capitales de las multinacionales.

el último de los acuerdos fue firmado en noviembre de 2016 con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del pueblo (FARC-EP), y que en la actualidad viene siendo desconocido por el gobierno y el congreso , convirtiendo este nuevo intento de paz en una nueva frustración que se viene repitiendo desde 1882, con las capitulaciones firmadas entre el entonces virrey y arzobispo Eduardo Caballero y Góngora y los líderes comuneros de las provincias del Socorro, que se habían levantado contra el «mal gobierno» pero no contra el rey.

Nuestra historia ha estado sacudida por guerras e intentos de paz, todos ellos fracasados por parte  de la oligarquía que no quiere ceder ni un solo céntimo de sus fortunas y ni un solo grado de su poder y que como lo dijo Jorge Eliecer Gaitán ante el congreso de la república por el conocido caso de la masacre de las bananeras:  «Dolorosamente sabemos que en este país el gobierno tiene para los colombianos la metralla homicida y una temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano» (Angel, M. 2012)

Es así  que el ejército de Liberación Nacional (ELN) viene desde 1991 intentando entablar un diálogo abierto, franco y sincero con cada uno de los gobiernos que se han sucedido desde entonces, sin que se haya podido llegar a consolidar un verdadero proceso que  por lo menos abra caminos para las transformaciones que se requieren para que el alzamiento armado no siga siendo necesario.

«Desde nuestro nacimiento hemos promulgado, desde la más opresora de las instituciones capitalistas, hacer de la memoria histórica nacional un lugar más integral y dotado de verdad»

En desarrollo de esos diferentes intentos, los presos políticos del ELN hemos venido aportando, desde 1992, un papel protagónico. Desde la Cárcel Bellavista de Medellín;  en el que convivimos miembros del Movimiento de Presos Políticos Camilo Torres Restrepo, MPPCTR, el cual nació en el último período del gobierno de Uribe Vélez (2006 – 2010) con el fin de facilitar el diálogo del ejecutivo con la guerrilla del ELN, y desde nuestro nacimiento hemos promulgado, desde la más opresora de las instituciones capitalistas, hacer de la memoria histórica nacional un lugar más integral y dotado de verdad sobre lo que ha sido el conflicto social y armado en el país.

Otro de nuestros pilares de trabajo está enfocado en el reconocimiento y la dignificación de la figura de preso político, y para esta tarea consideramos la importancia de visibilizar nuestra historia desde una narración propia, haciendo del relato con el que construimos nuestras memorias una herramienta de protección ante quienes presentan la historia deformada al servicio de intereses particulares. Por esto, el énfasis en dignificar nuestro estatuto de presos políticos se inscribe a la necesidad de desdibujar de un imaginario colectivo estratégicamente constituido, la imagen neutralizada y envilecida de la insurgencia.

Hemos transformado por completo el lugar donde habitamos, y hemos hecho de esta “Zona Técnica” como dicen los guardias, un museo de realidades y un espacio esperanzador de responsabilidades. El trabajo colectivo y la búsqueda de vida organizada y orgánica son algunos de los principios con los que se describe este proyecto de acción y reflexión permanente.

El Territorio de Siembra, Sueños, Saberes y Esperanzas, como lo nombramos,  es un sitio de “esperanza en la desesperanza”, como está escrito en uno de los murales que da vida al patio y que hace parte del trabajo y ha quedado de testimonio de la construcción colectiva como enfoque de construcción de otras realidades con distintas organizaciones sociales y procesos populares. De esta manera, en diálogo continuo con la sociedad civil, nuestro colectivo propone un tejido de memoria en relación con las víctimas, pero sobre todo de mano de la búsqueda de la verdad. Teniendo en cuenta no sólo nuestro status de presos políticos, sino de guerreros y de ciudadanos también involucrados en el conflicto social y comprometidos con la construcción de paz.

Nuestro carácter de luchadores políticos lo hemos reivindicado a lo largo de nuestra historia de rebeldía  y de nuestra estadía en las prisiones, tal como lo hicimos el 3 de diciembre de 2012 en el saludo enviado al encuentro internacional por la solución política «los pueblos construyendo paz» y que en uno de sus apartes dice:

Los presos políticos hemos tenido que afrontar por años, las consecuencias del conflicto y las de nuestro compromiso político ideológico. Por ello, una buena parte del código penal y del código penitenciario, juegan el papel contrainsurgente definido por el estado. Están hechos para castigar a los disidentes u opositores políticos.

«El régimen carcelario atenta contra la dignidad de los presos políticos»

Las penas para los delitos de rebelión y sus conexos han venido aumentando progresivamente en cada reforma. Se juzga cada tipo penal por separado, en un esfuerzo desesperado por negar el carácter político de nuestra lucha. Los juzgadores se inventaron la tesis de que el concierto para delinquir es compatible con el de rebelión y la corte suprema de justicia la ha aceptado y respaldado. El régimen carcelario atenta contra la dignidad de los presos políticos, se nos disemina por todas las cárceles del país impidiendo nuestra dinámica colectiva y la reafirmación de nuestros valores revolucionarios. Se nos impide la comunicación y se nos niega el derecho a la información. Padecemos como los más de 110 mil presos del país, unas condiciones indignas y en ocasiones atentatorias contra la vida, pues no se garantizan las mínimas condiciones de bienestar que un ser humano necesita para vivir, y por el contrario se nos somete al hacinamiento, falta de atención en salud que ha llevado a compañeros a la muerte por estas causas. Se prohíbe, se restringe y se dificulta el ingreso de defensores de derechos humanos, organismos humanitarios y comisiones de verificación.

En el mismo escrito planteamos en otro párrafo:

Desde nuestra condición de presos políticos y luchadores sociales ratificamos nuestro compromiso con la humanidad, con la historia y seguiremos cumpliéndolo. Lo hemos hecho desde la clandestinidad, desde el barrio, desde la aldea, desde el llano, desde la montaña, desde la prisión. Esperamos que podamos seguirlo haciendo, libres, discutiendo, argumentando, obteniendo y concediendo la razón y que todos los ciudadanos puedan hacerlo sin el temor de la cárcel o del cementerio por atrevernos a soñar. ¿ Qué tiene de malo soñar?. ¿Qué daño hacen las utopías?

Desde las prisiones hoy continuamos luchando, por nuestro reconocimiento, por nuestra dignidad como luchadores sociales y políticos, por el respeto de los derechos humanos, por la paz, por la justicia social, por la libertad, por una nueva Colombia, libre democrática y en paz.

Nuestra labor a lo largo de todos estos años de habernos conformado como Movimiento de Presos Políticos ha sido la desarrollar  un programa de pedagogía de paz, en donde se dé el encuentro y la escucha respetuosa entre todos los sectores sociales, partidos políticos, iglesias y pueblos étnicos con el más elemental propósito para articular y adelantar el intercambio político con multiplicidad de expresiones de la sociedad colombiana, como también de la internacional que apoya tanto la lucha de los pueblos por sus derechos, su autonomía, su independencia y su libertad, pero también porque esos procesos se puedan dar de manera no violenta ni tan cruenta como la guerra, que es una de las alternativas que nos quedan cuando las oligarquías en el poder no quieren reconocer la soberanía popular; en eso fue claro Camilo torres al decir que:

«Estoy convencido de que hay que agotar todas las vías pacíficas y que la última palabra sobre el camino que hay que escoger no le corresponde  a la clase popular, ya que el pueblo, que constituye la mayoría, tiene derecho al poder. Es necesario preguntarle a la oligarquía como lo va a entregar; si lo hace de una manera pacífica, nosotros lo tomaremos igualmente de una manera pacífica, pero si no piensa entregarlo o lo piensa hacer violentamente, nosotros lo tomaremos violentamente». (Umaña Luna; E. 2003. p. 91)

De manera que a quien más hay que exigirle que pare la guerra no es a las organizaciones guerrilleras sino a las oligarquías que siempre la han implementado para imponer sus políticas y defender sus intereses económicos disfrazados de democracias, en cuyo nombre se invade, se atropella, se asesina y se aniquila a pueblos enteros.

En esa labor pedagógica y de intercambio político, tuvimos la inmensa alegría de contar con la visita de Sahar Francis. Defensora de presos políticos en Palestina, quien vino a conocer nuestra experiencia y a compartirnos la suya en esa labor tan difícil de ser solidarios con causas aparentemente perdidas debido a la prolongación de los conflictos. Las imágenes que se muestran a través de los medios masivos de información, no son nada comparadas con lo que a diario le toca vivir no solo a los presos políticos palestinos sino al conjunto de este pueblo, destinado al exterminio por la supuesta voluntad de un Dios que escogió a un solo pueblo para hacerlo disfrutar de las delicias de una tierra fértil en medio de la aridez de los desiertos, y que hoy se ha constituido en terreno de disputa de las grandes potencias mundiales sin importar la suerte de sus habitantes ancestrales.

«Quienes nos resistimos por diferentes métodos y medios a esa avalancha imperialista, sufrimos las consecuencias»

En el intercambio con la compañera Sahar, ratificamos una vez más que la lucha de los pueblos oprimidos es la misma, pero también que los intereses del capitalismo son los mismos en todas partes y por lo tanto sus métodos para el sojuzgamiento de los pueblos. La supuesta democracia, paradigma de la civilización occidental, se intenta expandir por el mundo, en una reedición de las cruzadas que pretendían someter al cristianismo a toda la humanidad. De manera que como ya se dijo antes, quienes nos resistimos por diferentes métodos y medios a esa avalancha imperialista, sufrimos las consecuencias, que entre otras contempla el encarcelamiento como escarmiento para el resto de luchadores por la libertad y por la dignidad.

En nuestro caso, el Estado colombiano ha venido copiando de manera acelerada el modelo norteamericano de prisiones, de manera que al estar en una de las cárceles de máxima seguridad construidas relativamente hace pocos años, uno se siente como si lo hubiesen extraditado a los Estados Unidos. El símbolo que se destaca de esta «nueva cultura penitenciaria» como eufemísticamente la ha denominado el establecimiento, es la cárcel de máxima seguridad ubicada en la ciudad de Valledupar, capital del departamento del Cesar y que los presos han llamado «la tramacúa». Este regionalismo de la costa norte colombiana (que a propósito, cuenta con la mayor población de origen árabe y judía por las migraciones que se dieron a lo largo de los siglos XIX y XX) significa, grande, pesada, dura, difícil. Y es que la misma fue diseñada y construida con ese fin: doblegar al máximo el espíritu humano al punto de llevarlo a ver el suicidio como única alternativa para escaparse de tanta ignominia. Bienvenidos al infierno, es el saludo con el que los presos que ya se encuentran allí reciben a los que son llevados trasladados de otras cárceles, en algunos casos por estar condenados a penas que superan los 30 años y que pueden llegar a los 60. En el caso de los presos políticos, somos llevados allá por nuestra labor organizativa en otras cárceles y en defensa de los derechos humanos.

Las condiciones de esta cárcel, que ya se vienen replicando en las demás del país, son agravadas por la falta de agua que hace que el olor a orina y a excremento sea permanente. El calor se torna insoportable sobre todo en las horas en que se debe permanecer encerrado en las celdas sin ningún tipo de ventilación. Las peleas por el poco agua son permanentes, ya que la misma se debe recoger y almacenar en garrafones de 5 litros por parte de cada uno de los presos en los 5 o 10 minutos de suministro para ser usada durante el resto del día. No se permite tener radios receptores, mucho menos televisores y hasta la ceda dental está prohibida. Esta situación ya se presenta en cárceles ubicada en climas cálidos como la Dorada, en el departamento de Caldas, Jamundí en el Valle y Yopal en el departamento de Casanare.

En no pocas ocasiones el excremento les sirve como elemento de presión a algunos presos para lograr que se les atienda su situación de salud o para insistir en un traslado que muy pocas veces se consigue. En este caso, el desesperado prisionero toma sus mismos excrementos y se los unta en el cuerpo o amenaza con arrojárselo a los guardias, si sus demandas no son atendidas. El rebelde entonces es llevado al médico, diagnosticado como enfermo mental y por lo tanto prescrito con ansiolíticos para «bajarle sus niveles de agresividad». Además de esto, la mayoría de los presos encuentran escape en el consumo de alucinógenos; pero en el caso de la «tramacua» es alarmante el número de personas que todas las noches consumen somníferos, pues en la cárcel el tiempo transcurre más lento durante las noches.

En suma, las prisiones son el instrumento que las élites que detentan el poder en los Estados han diseñado para el control social, pero sobre todo para castigar a quienes actúan en concordancia con lo que el sistema capitalista les ha enseñado: conseguir dinero, fama y poder a como dé lugar; solo que esto también está reservado para esa élite poderosa, que no tolera que alguien diferente a su casta se atreva a ser igual a ellos. Y es que al fin y al cabo dicha clase rica y poderosa no es sino el resultado de herencias conseguidas durante siglos de odio, saqueo y exterminio.

«Nuestra lucha es por las emancipaciones nacionales, pero también por la liberación de los pueblos, por la defensa de los territorios, de los recursos naturales y del medio ambiente»

En el caso de los presos políticos de Latinoamérica,  nuestro delito es no querernos parecer a ellos sino precisamente ser diferentes: nuestra lucha es por las emancipaciones nacionales, pero también por la liberación de los pueblos, por la defensa de los territorios, de los recursos naturales y del medio ambiente. Las oligarquías y el imperialismo norteamericano y europeo saben que la cárcel no doblega al  luchador social, pues irónicamente buscan aislarlo de su pueblo y en la prisión se sigue encontrando con él, porque la inmensa mayoría de los presos son parte de ese pueblo; de manera que el quehacer político del preso rebelde continúa en la cárcel con la convicción de que muchos de esos presos que en Colombia llamamos sociales, al recuperar la libertad saldrán con una visión un tanto diferente de la que tenían cuando ingresaron a prisión. Ese cambio de perspectiva se da gracias al contacto que tuvieron con los prisioneros políticos y que estamos seguros se da tanto en Colombia, como en el resto de América Latina y desde luego en el caso del pueblo palestino.

El intercambio con la compañera Sahar nos dejó una sensación de sentimientos encontrados: de alegría por haber contado con la presencia de una representante de la lucha y resistencia de un pueblo tan aguerrido que se niega a desaparecer, el entusiasmo de poder ratificar que no estamos solos en la lucha por los sueños y las utopías, que los lazos de amistad y de hermandad entre los pueblos es posible a pesar de todas las dificultades y riegos que se tengan que correr. Al mismo tiempo queda la sensación de cierta impotencia por no poder hacer más ante tanta agresión tanto allá como acá, no solo por las bombas y la metralla, sino también por las condiciones a las que se nos somete y con las cuales se sigue buscando el exterminio de quienes no somos útiles para el mercado, porque ni producimos ni consumimos. El hambre y la sed es otra de las armas usadas nuevamente en muchas partes del mundo como arma eficaz de que no escandaliza con el derramamiento de sangre, sino que mata, por «causas naturales». Mientras los dueños de las empresas siguen acaparando sus riquezas, por demás incalculables y en muchos casos  inútiles incluso para ellos mismos.

Aun así, en medio de un panorama tan desolador, la esperanza se niega a morir en el patíbulo que le ha construido el capitalismo y por el contrario cada día renace cual la yerba que aprovecha cualquier brizna de tierra que se deposita entre las grietas del concreto, para echar raíces que poco a poco y por más que las arranquen o intente eliminarlas con glifosato, ir recobrando el colorido y la frondosidad que se le ha querido arrebatar a la naturaleza.

«Así se nos haya impuesto la guerra, nuestra apuesta debe seguir siendo por el entendimiento y la cooperación entre los pueblos»

Nuestro compromiso debe ser con la vida. Así se nos haya impuesto la guerra, nuestra apuesta debe seguir siendo por el entendimiento y la cooperación entre los pueblos, con el que se busque el bienestar de la humanidad sin importar su origen, su color de piel o sus credos de fe. Desde la cárcel seguiremos gestando la paz, que no implica la negación del conflicto, sino la búsqueda de una manera no violenta para resolverlo. Nuestra posición no es de rendición ni de entrega, puesto que la dignidad no se negocia.

En ese sentido agradecemos a la compañera Sahar, a ADDAMER, por haber hecho posible este encuentro que apenas es el inicio de lo que esperamos sea un intercambio constante, no solo con el pueblo palestino y sus prisioneros, sino con todos los pueblos del mundo y con quienes se encuentren privados de la libertad como consecuencia de su compromiso con la lucha por la libertad y la dignidad. Las rejas no serán el impedimento para encontrarnos y comunicarnos; siempre habrá personas, organizaciones y procesos que se atrevan y se arriesguen a ir por el mundo conectando hilos, llevando saludos y compartiendo abrazos que ni los muros ni los sistemas de seguridad podrán impedir.

Así pues podemos terminar parafraseando a Jorge Luis Borges (2014. p. 79), en su cuento sobre la biblioteca de babel, en el que considera la posibilidad de que haya existido un solo libro que contenga todo el conocimiento del mundo, del que los demás libros solo son fragmentos y comentarios: «ruego a los dioses ignorados que un hombre_ uno solo, aunque sea, hace miles de años_ lo haya examinado y leído. Si el honor y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista aunque mi lugar sea el infierno». Los revolucionarios del mundo somos conscientes de que nuestros objetivos, sueños y utopías no son realizables a corto plazo, no son para que nosotros los veamos realizados ni disfrutemos de ellos, pero la historia y las luchas que otros continuarán, sabrán que continúan sobre lo que nosotros avanzamos y que a su vez se hizo sobre los que otros iniciaron. Solo así nuestros muertos, nuestros mutilados, nuestros huérfanos, nuestros desaparecidos y desde luego nuestros largos años en prisión no habrán sido en vano. Que a otros y en otros tiempos les puedan vivir en el cielo, como fruto del infierno que nos tocó vivir a nosotros.

Movimiento de Presos Políticos Camilo Torres Restrepo.

Estamos presos pero no estamos detenidos.

Noviembre de 2018

Bibliografía:

Obregón, E. 2014. El libro y sus mundos. Fundación CONFIAR. Colombia

MPPCTR. 2012. saludo al encuentro internacional por la solución política «los pueblos construyendo paz»

Mujica, J. 2016. discurso a los jóvenes. (archivo de video) rescatado de: https://www.youtube.com/watch?v=YH0ElZYC54M

Angel, M (2012) Gaitan ayer y hoy. revista semana. del 4 al 12 de 2012. https://www.semana.com/opinion/expertos/articulo/gaitan-ayer-hoy-siempre…

Umaña Luna, E. Camilo y el nuevo humanismo: paz con justicia social. – 2 edición- Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, facultad de derecho, ciencias políticas y sociales. 2003. Rescatado de: http://bdigital.unal.edu.co/47933/4/9587013107.PDF