Por Claudio Katz

«Los BRICS irrumpen con mayor solidez en la actualidad porque Estados Unidos se cavó su propia fosa con la globalización. Apostó a recuperar supremacía con instrumentos financieros, comerciales y tecnológicos, pero terminó destruyendo su entramado industrial.»

1 de julio de 2025

La desdolarización sobrevuela en todos los debates sobre los BRICS. El distanciamiento del dólar es un rumbo subyacente desde hace mucho tiempo entre los miembros del grupo. India viene adquiriendo petróleo ruso en variadas monedas, de la misma forma que Moscú y Beijing comercian con rublos y yuanes en diversas áreas. Esta misma tendencia se observa en otros países.

La obsoleta tiranía del dólar

En numerosas regiones del mundo se afianza el propósito de evitar los efectos nocivos que genera el predomino de la moneda estadounidense. Esa supremacía implica un imperialismo del dólar, que le permite a la primera potencia exportar sin ningún costo todos sus desequilibrios.

Desde hace décadas Estados Unidos financia su descomunal déficit fiscal, mediante la emisión internacional de su propio billete, o a través del endeudamiento con su propia moneda. Ese privilegio le permite solventar el enorme gasto militar en que asienta su poder. Sin esa subvención externa no habría podido sostener su dominación (Hudson, 2023).

La deuda pública -que Estados Unidos recicla a través de ese mecanismo- superó recientemente otro récord, alcanzando el 130% del PBI (2024). Los pagos de intereses ya excedieron el presupuesto militar oficial, que oscila en torno al billón de dólares (Ding Yifan, 2024).

El efecto económico inmediato de esa transferencia es tremendo para el sinnúmero de países que solventa esa carga. Al comerciar y financiarse con dólares convalidan y remuneran el despotismo de ese billete, receptando todos los desequilibrios que desata la Reserva Federal. Cada subida de la tasa interés o cada medida de apreciación-desvalorización de esa divisa convulsiona al resto del mundo.

En los años que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial, esas prerrogativas del dólar se asentaban en la primacía objetiva de la economía estadounidense. Ese país manejaba la moneda internacional, porque detentaba la mitad de la producción industrial del planeta, el control del comercio y el predomino total de las finanzas. Cuando en 1960-70 esa superioridad quedó erosionada, Estados Unidos mantuvo su poder monetario con decisiones unilaterales cimentadas en su dominio imperial y la sumisión de los aliados.

La inconvertibilidad del dólar frente al oro (1971) inició ese manejo despótico, sin respaldo objetivo de la moneda internacional. Una vez perdidas las tres cuartas partes de las reservas áureas que detentaba en 1950, la Reserva Federal continuó emitiendo dólares sin sustento metálico. Para evitar el potencial desbarranque de esa moneda, concertó un acuerdo con Arabia Saudita y los principales exportadores de crudo, para reciclar el superávit petrolero con bonos del tesoro estadounidenses. Ese compromiso permitió preservar el reinado de la moneda norteamericana.

Los petrodólares aseguraron esa supervivencia, junto a la complementaria obstrucción que impuso Washington, a todos los intentos de acotar el predominio artificial del dólar. El bloqueo a las iniciativas para introducir una canasta de monedas sustitutas gestionadas por el FMI (Degs), fue la invariable prioridad de la Reserva Federal.

La desdolarización que ahora discuten los BRICS, constituye un nuevo intento de protección de la tiranía de Washington. Retoma los ensayos de cobertura ensayados en las últimas décadas por las principales economías del mundo. Todas pretenden contrarrestar la desestabilización que genera la importación de los desequilibrios financieros estadounidenses. Algunos países padecen manejables turbulencias cambiarias, pero otros afrontan corridas y fugas de capital de gran escala (Patnaik, 2023).

Coberturas en expansión

Rusia y China comenzaron a encabezar el dispositivo defensivo, mediante la utilización de sus propias monedas en gran parte de su intercambio comercial. Han convertido esa experiencia, en el cimiento de un giro desdolarizador para todos los BRICS. Sus especialistas diseñaron distintas alternativas para financiar el comercio intra-BRICS con signos monetarios del grupo. Últimamente evaluaron un cronograma de progresiva autonomización del dólar, mediante un mecanismo denominado BRICS Clear (Sapir, 2024).

El grupo transita por un sendero afín al ensayado por otros países del Sudeste Asiático y del bloque del ASEAN, que también acordaron comerciar con monedas propias. Todos buscan la misma reducción de riesgos, mediante el paulatino desacople de una moneda internacional, actualmente sometida a fuertes presiones de pérdida de valor. La inflación -en fuerte expansión en Estados Unidos- introduce un gran deterioro al reinado del dólar.

Esa creciente vulnerabilidad de la moneda yanqui se refleja también en la revalorización del oro y en el redescubrimiento de esa reserva como potencial patrón monetario. El metalismo reaparece como opción a la crisis del dólar, haciendo valer su histórico papel de sustento objetivo de las transacciones internacionales. Al igual que la plata opera como refugio inmediato ante los temblores financieros, pero acompaña también la centralidad que asumen las principales materias primas (granos, petróleo), como eventuales soportes de sistemas sustitutivos del dólar.

Tanto en los BRICS como fuera de ese grupo, la búsqueda de ese reemplazo persiste desde hace tiempo como un tema de evaluación. Las advertencias de Keynes, cuando se oponía a convalidar la monarquía del dólar propiciando una moneda de gestión mundial resuenan una otra y vez. Anticipó la previsible desestabilización, que generaría la primacía mundial de un signo monetario administrado con parámetros nacionales. Todos los proyectos de desdolarización reconsideran esa alerta (Desai, 2024).

Los BRICS ya reúnen las condiciones objetivas para embarcase en la gestación de una nueva moneda. Conforman una alianza económica que alberga al 42% de la población mundial. Generan el 31,5% del PIB mundial (PPA) frente al 30,7% del G7, con pronósticos de ampliación de esa brecha al 37,9% contra 27,8% en el 2028. Si se observa el ritmo de expansión de los últimos años esas previsiones resultan conservadoras (Casari, 2023).

El crecimiento de los BRICS no solo duplica al G7, sino que también incluye un gran fortalecimiento de su propia configuración. Mientras el comercio global aumentó a un ritmo del 3% anual en la última década, el intercambio intracomunitario del grupo se elevó al 10,7% anual (Telesur, 2025).  Todos los datos confirman la existencia de un basamento productivo ya vigente para erigir un signo monetario.

El paralelo con el curso seguido por la Unión Europea es una referencia de muchos análisis. El euro se instauró en el 2002 al cabo del largo entrelazamiento industrial inaugurado en 1957 con la Comunidad Económica Europea. Estos 45 años más que duplican el período de existencia de los BRICS y aportan un indicador temporal del pasaje de la integración económica al enlace monetario.

Para contrarrestar la inflación importada que transfería el dólar, Europa recurrió primero a una gestión compartida de sus numerosos billetes (denominada ¨serpiente monetaria¨), luego se ancló en el marco y finalmente erigió el euro.

Los BRICS no administran aún sus monedas en común y no tienen siquiera en carpeta la creación de un Banco Central del grupo (Hudson, 2023). Esa carencia abre serios interrogantes sobre la forma en que podría despuntar su moneda. No se sabe qué país que aportaría la jurisdicción y la consiguiente seguridad para administrar esa transición (Tyson, 2024). Las alternativas en debate toman en cuenta esas restricciones, pero están sobre todo condicionadas por la variedad de necesidades que afrontan los miembros del grupo.

Ritmos y prioridades divergentes

Rusia es la principal promotora de acciones rápidas y efectivas para consumar la desdolarización. Esa urgencia deriva de las sanciones, que obligaron al país a comerciar con su propia moneda. Desde el 2022 las exportaciones de petróleo y gas a India, China y Turquía debieron lidiar con esa necesidad de formas alternativas de pago.

En el cónclave de Kazán, Moscú puso en discusión distintas opciones para avanzar en la desdolarización, auspiciando especialmente un sistema de multi divisas (Rahme, 2024). Conectó esa iniciativa a la ampliación de los BRICS, evaluando que un proceso acelerado de integración de nuevos miembros, brindaría el soporte económico y geográfico requerido para viabilizar el nuevo régimen monetario.

Algunos proyectos de Rusia contemplan la restauración del oro como sostén monetario, previendo la continuada depreciación del dólar frente a ese resguardo. Otras iniciativas privilegian el petróleo, registrando la primacía ya exhibida durante décadas por los petrodólares, como cimientos estables de una moneda internacional. Esta evaluación toma en cuenta que, si los BRICS logran sumar a Arabia Saudita, el grupo incluirá a seis de los diez mayores productores de petróleo del mundo.

Pero esta urgencia de Rusia contrasta con la cautelosa postura que adopta China y su inclinación a avanzar con gran prudencia. Beijing continúa poseyendo 830.000 millones de dólares en bonos del Tesoro y 2 billones de otros activos nominados en esa divisa. Cualquier desdolarización abrupta afectaría inmediatamente esas tenencias (Gao Bai, 2024). Ha buscado reducir en los últimos años esa exposición con ventas de títulos, pero mantiene en ese terreno un peligroso flanco.

Como China sería el soporte efectivo de cualquier desdolarización, evalúa con mucho cuidado el efecto de ese viraje sobre su economía. En el plano comercial parece factible, pero en el área financiera luce muy problemático. Mientras la sustitución del billete estadounidense para el intercambio de mercancías involucraría 46 billones de dólares, ese mismo reemplazo en el campo financiero exigiría instrumentos para gestionar 307 billones y China no está en condiciones de asumir esa administración.

El gigante asiático no tiene mercados, actividades bursátiles o instrumentos financieros disponibles, para proporcionar liquidez a esa escala. En todas esas áreas se encuentra muy lejos de poder competir con el dólar. Por esa razón, varios expertos estiman que el yuan (aún inconvertible) no sustituirá al dólar en un futuro previsible (Norton, 2024).

Pero el debate en Beijing no solo gira en torno a la factibilidad de ese reemplazo, sino también a su conveniencia. Si China se embarca en comandar una moneda mundial afrontará el serio peligro de financiarizar su economía, al introducir los mecanismos de especulación bancaria que exigiría esa transición. Ese pasaje afectaría su perfil productivo, comenzando por una apreciación de su moneda que deterioraría la competitividad de sus exportaciones. La sustitución del dólar por el yuan entrañaría, en ese caso, un dudoso privilegio frente a una carga exorbitante (Nogueira, 2024).

Por esa razón, la dirigencia china auspicia por el momento una dinámica controlada y pausada de reducción del papel del dólar. Incentiva el intercambio con monedas sustitutivas, pero sin extender ese giro al ámbito de las finanzas.

Esta evaluación no es igualmente unánime, puesto que otros especialistas destacan la potencial solidez del yuan como ancla monetaria y observan el sendero seguido por el euro como un ejemplo a tomar en cuenta (Ding Yifan, 2024). El debate permanece abierto, tanto entre los expertos como en la dirección política del país.

Enlaces con Occidente

En otros integrantes de los BRICS prima también la cautela, a partir de una coincidencia genérica en la conveniencia de la desdolarización. La idea de una acotada moneda de grupo -que sirva tan solo como unidad de cuenta en el comercio bilateral, para reducir los costos de operar con dólares- es un principio aceptado por todos los miembros.

Esa decisión podría ser acompañada con formas experimentales de una cesta de monedas, aportadas en proporción al peso relativo de los billetes nacionales de cada miembro del grupo. Esa opción implicaría introducir un sistema propio (BRICS pay), conformado por un combo del R5 (renminbi-yuan, rublo, real, rupia y rand). Pero la ausencia de un Banco Central y la consiguiente facultad de cada Estado para incidir en la cotización de su moneda, torna muy difícil la instrumentación de esta opción.

Más allá de las incontables variantes técnicas para avanzar hacia la desdolarización, Estados Unidos ejerce un freno indirecto a esa perspectiva, mediante presiones a los gobiernos más sensibles a sus demandas. Sudáfrica e India han demostrado esa atadura en reiteradas ocasiones.

El grado de acoplamiento que mantienen las clases dominantes de cada país del bloque con el padrino norteamericano, influye significativamente en una eventual desdolarización. El monto de inversiones, propiedades y patrimonios que esos sectores tienen afincados en el territorio estadounidense, tiende a inclinar la balanza en una u otra dirección (Varoufakis, 2024). Pero la actitud del imperio norteamericano es el dato más determinante de la dinámica en curso.

Agresiones sin resultados

Trump inauguró su gestión con la amenaza de imponer aranceles del 100 % a los integrantes de los BRICS que avancen en la creación de una divisa alternativa al dólar. Emitió ese anunció con la grandilocuente belicosidad que suele olvidar en sus galopantes retrocesos.

El ocupante de la Casa Blanca afirmó que ¨no nos quedaremos mirando la desdolarización¨ y presiona para bloquearla. Ansía ante todo la adaptación monetaria de China a su proyecto de recuperación hegemónica del dólar y demanda la apreciación del yuan, para facilitar una recomposición exportadora de Estados Unidos. Esa exigencia forma parte del paquete de aranceles, que hasta ahora negocia perdiendo terreno con Beijing.

La prioridad inmediata de Trump no son los BRICS ya constituidos, sino un candidato a su ampliación. Está embarcado en impedir que Arabia Saudita se sume al grupo, creando el mayor peligro inmediato de desdolarización. El ingreso de Riad a ese bloque pondría en cuestión la continuidad de los petrodólares, como cimiento internacional de la divisa norteamericana.

La monarquía wahabita tiene en carpeta muchos proyectos de diversificación productiva, enlace comercial con China y consiguiente autonomía geopolítica de Washington. Trump pretende contrarrestar ese rumbo y habrá que ver si el reciente paquete de acuerdos suscriptos con la corte saudita, recompone el tradicional sometimiento de ese reinado. Riad mantiene un enigmático silencio en torno a su ingreso a los BRICS y pospone una estratégica decisión sobre esa inclusión.

En los hechos, Trump repite el mismo libreto de sus antecesores, para contrarrestar el declive económico de Estados Unidos con presión geopolítica y amenazas militares. Esa secuencia explica la propia relevancia actual de los BRICS. Estados Unidos no logra frenar la expansión de su desafiante, porque está internamente corroído por su retroceso (Wolff, 2024). El fracaso de las sanciones a Rusia constituye el ejemplo más reciente de esa impotencia.

Los BRICS irrumpen con mayor solidez en la actualidad porque Estados Unidos se cavó su propia fosa con la globalización. Apostó a recuperar supremacía con instrumentos financieros, comerciales y tecnológicos, pero terminó destruyendo su entramado industrial. Ese rumbo le costó la pérdida de dos millones y medio de empleos manufactureros y el quebranto de la sinergia entre la innovación tecnológica y el desenvolvimiento fabril. La financiarización, el estancamiento de los ingresos y la sobre extensión del poder militar potenciaron un deterioro que actualmente aprovechan los BRICS (Bello, 2025).

La magnitud de ese retroceso ha derivado en la próxima y potencial coronación del quinteto ampliado, como el principal entramado del PBI global. A diferencia del pasado, la Tríada confronta con un rival económico de peso. Debe lidiar con un adversario muy alejado del estancamiento que afectaba al denominado bloque socialista, comandado por la URSS.

Trump cuenta con pocas cartas para contener el avance de los BRICS, porque ese ascenso despunta por el fracaso del viejo hegemón. Toda la geopolítica contemporánea está signada por los fallidos intentos de Estados Unidos, para contrarrestar su retroceso con agresiones externas.

El resultado de esas acciones ha sido un boomerang que agravó el declive de la primera potencia. Lo ocurrido en Irak, Afganistán primero y en Ucrania en la actualidad han sido determinantes de esa adversidad. Este escenario subyacente explica el fuerte despunte de la desdolarización.

Ningún integrante de los BRICS estaba inicialmente interesado en el corte del reinado de la divisa estadounidense. Pero todos están empujados a avanzar hacia esa ruptura, para defender sus propias monedas contra la agresividad yanqui. La desdolarización es una tendencia generada por la presión de Washington y no por iniciativas de los afectados por esa coacción. Rusia reacciona frente a las sanciones siguiendo la misma secuencia que transitó Irán.

También China evalúa ese camino contra su voluntad. Cuenta con una moneda aún irrelevante en las transacciones globales, mantiene un enorme superávit comercial con el gran consumidor estadounidense y sostiene significativas franjas de capitalistas, que invierten en dólares, propiedades y activos de Wall Street. Son las demandas que Washington aumenta para lidiar con su propio declive, lo que empuja a sus competidores a responder con apuestas más desafiantes.

De ese diagnóstico se deduce que un eventual curso desdolarizador está muy conectado a la dinámica de boomerang, que corona el grueso de las agresiones estadounidenses. Los artífices de ese giro intentan eludirlo, pero siguen empujados (u obligados) a instrumentarlo. Un proceso lento y concertado de pasaje a otro sistema monetario puede ser precipitado por la enceguecida presión estadounidense para preservar su primacía imperial (Garcés, 2024) 

El declive como explicación

El trasfondo del protagonismo logrado por los BRICS es el retroceso norteamericano, el desplazamiento del centro de gravedad económica a Oriente y la consolidación del contexto multipolar (Sader, 2025). Los autores que amoldan sus interpretaciones a esos parámetros han demostrado mayor capacidad de previsión que sus antagonistas.

Más allá de los innumerables vaivenes de su evolución, los BRICS se han afirmado al cabo de veinte años en el escenario mundial. Quiénes lograron registrar en forma anticipada ese resultado tuvieron en cuenta el retroceso estructural de Estados Unidos, como dato ordenador de la dinámica contemporánea (Escobar, 2017). Recurrieron también a esa brújula para avizorar el surgimiento de los BRICS Plus.

Por el contrario, las miradas que subrayaron las inconsistencias y debilidades del quinteto inicial, pronosticaron un fracaso que no se ha verificado (Rodrik, 2015). Lo que está en juego no es quién construye una Bola de Cristal para detectar el futuro, sino cuál es el criterio analítico que se debe utilizar para evaluar las tendencias de largo plazo. La decadencia de Estados Unidos es el parámetro ordenador de esa caracterización.

La omisión (o desconsideración) de ese barómetro induce a mirar el árbol sin ver el bosque. Registra datos reales, pero no logra conectarlos a los procesos subyacentes de mayor relevancia. En ese enfoque la desdolarización de los BRICS es por ejemplo descartada como una quimera o como un devenir inimaginable, utilizando indicios coyunturales de lo sucedido en cierta Cumbre.

Esa mirada pone el acento en los cortocircuitos que separaran a los miembros del quinteto, resalta su impotencia, remarca su subordinación a Occidente o señala el divorcio entre retórica y práctica efectiva de los BRICS. Con el foco puesto en esos episodios, se pierde de vista que el declive de Estados Unidos es el factor determinante de los acontecimientos. Ese retroceso explica la creciente gravitación de sus adversarios.

La atención en las divisiones internas de los BRICS es el tema predilecto de la prensa occidental, que minimiza los logros del grupo y agiganta sus desavenencias. Suele remarcar el pragmatismo pro occidental de Brasil o Sudáfrica, las persistentes tensiones entre India y China, la vieja enemistad entre Rusia y China y las inmanejables disputas que introducirá la llegada de Irán o Egipto.

Pero por sí mismas esas controversias no dicen nada y tan solo constatan la variedad de intereses en disputa al interior de cualquier alianza. Basta observar el tipo de conflictos transatlánticos que actualmente corroe a la OTAN o la magnitud de la fractura que ha introducido Trump en el bloque occidental, para notar que los choques son datos de cualquier entramado.

Los defensores de los BRICS responden a la hostilidad occidental, ponderando el meritorio encuentro de una gran variedad de países bajo el paraguas de una organización común. Pero tampoco este vago señalamiento esclarece las tendencias en curso.

Lo importante es registrar si los conflictos en ciernes quebrantan o no los bloques en cuestión. Al cabo de dos décadas, los BRICS se ha ampliado en lugar de estallar, demostrando que el signo predominante es la permanencia. El registro del declive estructural de Estados Unidos permite comprender las causas de esa continuidad.

                                                                                               27-6-2025.     

RESUMEN

Los BRICS pretenden contrarrestar los desequilibrios que genera el financiamiento internacional gratuito de Estados Unidos. El imperialismo del dólar trastorna a todas las economías y ya indujo muchos intentos de protección, pero el quinteto aporta inéditos basamentos para ese sostén. La urgencia de Rusia para neutralizar sanciones, contrasta con el resguardo chino de su competitividad y la cautela del trío enlazado con Occidente. Pero todos están empujados a defender sus monedas contra la agresividad estadounidense. La desdolarización depende del boomerang que genera la belicosidad del declinante imperio norteamericano. Ese declive explica el ascenso de los BRICS.

REFERENCIAS

-Hudson, Michael (2023). ¿Cómo funcionaría realmente un banco BRICS+?

-Ding Yifan (2024) ¿Qué impulsa el debate sobre la desdolarización entre los países BRICS? Wenhua Zongheng Volumen 2, Edición 1

-Patnaik, Prabhat (2023) Behind BRICS Expansion

-Sapir, Jacques (2024) Los BRICS desafían el orden occidental: el fin de la hegemonía del dólar está a la vista

-Tyson, Kathleen (2024) How can BRICS de-dollarize the financial system?

-Desai, Radhika (2024). How can BRICS de-dollarize the financial system?

-Casari, Fabrizio (2023). BRICS, el acrónimo se convierte en proyecto

-Telesur (2025) BRICS consolida su poder global: Crecimiento económico duplica al del G7

-Rahme, Alfredo Jalife (2024). La ‘cumbre de la desdolarización’ de los BRICS

-Gao Bai (2024). De la “reducción de riesgos” a la desdolarización: la moneda de los BRICS y el futuro del orden financiero internacional Wenhua Zongheng Volumen 2, Edición 1

-Norton, Ben (2024) How can BRICS de-dollarize the financial system?

-Nogueira Batista Jr, Paulo (2024). Los BRICS y el desafío de la desdolarización Wenhua Zongheng Volumen 2, Edición 1

-Ding Yifan (2024) ¿Qué impulsa el debate sobre la desdolarización entre los países BRICS? Wenhua Zongheng Volumen 2, Edición 1

-Varoufakis, Yanis (2024): “Los señores tecnofeudales son la nueva clase dominante”

-Wolff, Richard (2024). The End of the US Empire and the Denial of the US, and the Rise of China and BRICS

-Bello, Walden (2025) A fractured world Reflections on power, polarity and polycrisis

-Garcés, Homar (2024) Los BRICS y la vigencia del orden capitalista

-Sader, Emir (2025). El ascenso de los BRICS y el declive de Estados Unidos

-Escobar, Pepe (2017) ¿Futuro golpe mortal al dólar? La verdadera bomba de los BRICS

-Rodrik, Dani (2015). Los países emergentes no eran tan buenos antes, pero tampoco son tan malos ahora