SENTIRES VENEZOLANOS

7. MILICIA, TRANS, FUSIL Y LIBERTAD

“Estoy en contra de cualquier persecución de cualquier persona debido a sus preferencias sexuales»

Hugo Chávez Frías

Barquisimeto. Sábado 10 de agosto. 8:30 a.m. hora venezolana. Los rayos del sol de la mañana templan los rostros congregados en la Plaza de la Moneda. A lo largo y ancho de Venezuela, millones de pieses con dedos insurgentes y uñas rebeldes y afiladas marchan contra el imperialismo, ante el anuncio por parte de Trump de la oficialización del bloqueo contra Venezuela.

Cámara en ristre, antes de la llegada de Deninson, nuestro personaje vendedor de coquitos, deambulamos por la plaza, cada vez más nutrida, buscando imágenes que puedan congelar el fuego, la esencia de esta revolución. Encontramos una de esas imágenes en las milicias y entre las milicias. Bajo un sol cada vez más insistente, los milicianos forman filas. Si algo caracteriza a la formación marcial es la uniformidad y la disciplina. Uniformes color caqui, gorra miliciana, camisa roja debajo del uniforme, posición de firmes, filas geométricas, movimientos precisos y ordenados. Mujeres y hombres sin fusiles formando un único cuerpo armónico, coral, sincronizado. La imagen a la que nos referimos rompe esa uniformidad sin desafiar la necesaria disciplina. Llegaremos a ese momento, no se impacienten. Antes, la primera instrucción de la mañana, los primeros cantos de lucha:

La milicia de Bolívar y Zamora,

de Hugo Chávez patria cívico militar,

con coraje y valentía es la hora,

de la entrega y sacrificio por la paz.

En el frente combativas las mujeres,

con los hombres en justísima equidad,

bendecidos por la Divina Pastora

Donde el pueblo puede,

la patria se crece,

en libertad.

Milicianas y milicianos, sin romper filas, tienen un pequeño descanso. En medio del grupo, un joven de poco más de 20 años hace algo que nos desconcierta no por el hecho sino por el lugar. Como para asegurarme de que lo que veo es real, aparto mis ojos del visor de la cámara. Efectivamente, ese joven de piel tostada, con su pelo negro asomando deliberadamente bajo el sombrero miliciano, con bicicletas doradas en las orejas, se mira al pequeño espejo de un estuche de maquillaje que sostiene en su mano izquierda mientras en su mano derecha un habilidoso pincel de labios dibuja su boca de rojo revolución. Lo más interesante de la escena es que el único sorprendido soy yo. ¿Existe mejor ejemplo de aceptación de la diversidad? ¿Hay algo que describa mejor a este loco proceso revolucionario de voto, Caribe, canto y fusil? La experiencia miliciana, y en medio de ella la expresión desinhibida de ese joven -o esa joven, que sea lo que ella quiera- son el mejor ejemplo de que algo ha cambiado bajo el cielo venezolano.

“Estoy en contra de cualquier persecución de cualquier persona debido a sus preferencias sexuales. Todos somos iguales. Las diferentes características de las personas deben ser respetadas”, afirmó un Hugo Chávez con su máximo rango militar.

La Milicia Nacional Bolivariana es un legado de ese Comandante Chávez. Creada en 2005 como cuerpo auxiliar de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en 2008 recibe autonomía plena. Compuesta por civiles, exmilitares y oficiales, se articula con los otros componentes de la FANB -Ejército, Armada, Aviación y Guardia Nacional- en la estrategia de defensa integral de la nación. La gorra miliciana es un elemento de gran simbolismo. Mezcla entre la cachucha militar y el sombrero campesino, representa la unión cívico militar. Las milicias, hijas de Chávez, fueron concebidas como forma de acercar al pueblo a lo militar para tiempos de guerra y a su vez acercar a las fuerzas armadas al pueblo para tiempos de paz. En un esfuerzo por seguir llenando de pueblo pensamiento y acción del aparato castrense, el pasado agosto el Presidente Maduro incorporó el primer contingente de milicianos a la Guardia Nacional Bolivariana.

La derecha opositora y sus voceros oficiales se refieren burlonamente a los milicianos como los “mil ancianos”, aludiendo a la avanzada edad de muchas y muchos de sus integrantes. “Lo que no entienden esos carajos de la oposición”, nos cuenta nuestro compañero Ángel Osiel, es que “esos ancianos están dispuestos a dejarse la vida por este proceso, porque no tienen nada que perder. Se les olvida que en Vietnam, un ejército popular con mujeres, viejitos, niños y hombres de apenas metro y medio,  como Ho Chi Min, derrotaron al imperio norteamericano”.

En la Plaza de la Moneda de Barquisimeto, los milicianos siguen arengando cuerpos y conciencias para marchar contra el imperialismo, animando el espíritu de los presentes con sus cantos guerreros libertarios, con su “Marcha épica”:

A flor de piel, siento el amor,

El patriotismo, la vergüenza y el honor,

En mi fusil, el corazón,

En la defensa integral de la nación.

(…)

Bayoneta calada juramos,

Rodilla en tierra por la revolución,

La milicia socialista libertaria,

Mi comandante Hugo Chávez guiará,

A la victoria que forja la historia,

Del pueblo unido y Chávez vencedor.

Qué fácil juzgar un proceso de estas características desde la comodidad de la vieja Europa, a miles de kilómetros de distancia, sin el suelo, sin la arena, sin el contexto, sin el miedo en la cara, sin la muerte al acecho, sin la bota colonial en las entrañas. Apago mi cámara y me emociono junto a estas mujeres y hombres uniformados y diversos. Amo a este pueblo que sin importarle un carajo lo que el resto del mundo farfulle, sabe que tiene a los herejes de la historia de su parte y sigue defendiendo, con fusil al hombro si fuera menester, lo que con tanta sangre, dolor y sufrimiento costó alcanzar. Y lo que queda por venir, para bien y para mal. Para ese horizonte, nos guste o no, ante la violencia de la infamia, habrá fusiles que se empuñen con manos de pueblo, con canto de milicia y libertad.

Navaluenga, Ávila, 5 de septiembre de 2019

Publicado en Cubainformación y ContrahegemoníaWeb