Hoy, lunes 21 de mayo, amanecemos con la noticia de la victoria del chavismo en las elecciones generales venezolanas. En una situación drástica del país, con una altísima inflación, desabastecimiento, agresión y bloqueo internacional brutal, el gobierno de Maduro recibe el mandato del pueblo de continuar hasta 2025 al frente de la gestión institucional con el 67,7% de los votos.

Ahora el peligro para la revolución viene de fuera y de dentro. De fuera, porque la burguesía internacional y local abraza la estrategia de no reconocer las elecciones, deslegitimar al gobierno, boicotear el proceso y explorar la vía del golpe, sin descartar la opción militar, como vimos hace unos días con el comunicado del Comando Sur de los EEUU. No obstante, la opción del golpe militar es arriesgada para ellos, dado que saben que el pueblo de Venezuela está preparado para dar la batalla. La gran diferencia de este proceso con el Chile de Allende pasa por la composición de las Fuerzas Armadas  y la transformación que éstas han sufrido en las últimas décadas. EEUU sabe que un quiebre en lo militar sería el detonante perfecto para la vía golpista, como sucedió en el Chile del 73.  La vía militar, si bien sea la menos sugerente, es una clara opción si se agotan otros medios. Y los medios se están agotando. Si eso pasa, el enfrentamiento está garantizado.

Ya lo dijo Nicolás Maduro hace unos días: «o los votos o las balas». El gobierno de Venezuela y el chavismo ha apostado por los votos. Pero si otros quieren apostar por las balas, que no le quepa duda a nadie, como nos comentaba el general Wilson a nuestro paso por Valera, «que Venezuela va a resistir, aquí se van a encontrar con un pueblo dispuesto a dar la batalla».

Pero el peligro del proceso también está a la interna. Y es que la batalla entre el bien y el mal se reproduce en el propio proceso, entre aquellos que apuestan por la burocracia, la corrupción y el acomodamiento personal y aquellos corazones conscientes que luchan por un todas y todos, por un nosotros, por una Venezuela más colectiva, más digna y más bella. Estos corazones recogen el legado de Chávez y no se resignan a seguir construyendo, dándose de porrazos con quien sea, la revolución bolivariana. Vencer las contradicciones siendo una fortaleza asediada no es tarea fácil, pero las revoluciones son revoluciones porque disponen de una fuerza arrolladora que es capaz de sobreponerse a la inmundicia y al egoísmo que el capitalismo ha inoculado en cada uno de nuestros «yos» individuales. Por eso Venezuela, desde sus calles, desde sus consejos comunales, desde sus cerros, desde sus fábricas recuperadas, desde sus colectivos, desde sus pobladores, desde sus escuelas de circo, desde sus milicias, desde el campo y desde el barrio, desde su impresionante poder popular, viene construyendo hace rato un nosotros y una dignidad antiimperialista que ahora no va a dejarse arrebatar por muy difíciles que se pongan los tiempos. Esa dignidad popular acumulada es el sustrato que mantiene el proceso en pie aun a pesar de tantos esfuerzos puestos en derribarlo.

Hoy, cuando el pueblo venezolano da una lección más al mundo de entrega revolucionaria, nos amanecimos leyendo un pequeño texto del educador popular argentino, conocedor de primera mano del proceso bolivariano, Guillermo Cieza, quien a nuestro paso por Venezuela confesó ante nuestra lente que «en Venezuela hoy se está jugando el futuro de la humanidad». Estas palabras mañaneras que nos hizo llegar este compañero que sufriera en carne propia la infamia de las dictaduras del plan Cóndor en los 70, consiguieron emocionarnos. Las compartimos con ustedes:

Gano Maduro. ¿Y ahora?

Por Guillermo Cieza

El pueblo venezolano ha realizado algunos hechos que lo convierten en un país excepcional. Según parece fue el único caso donde un pueblo en la calle derrotó un golpe de Estado.

Ahora suma otra hazaña. No se conocían antecedentes de un país donde un presidente que haya soportado un proceso de hiperinflación fuera  reelegido. Y la hiperinflación en Venezuela en los últimos 12 meses fue record mundial, mas del 2000 por ciento.

Para sumar dificultades la realización se ha realizado en un país sancionado por Estados Unidos y La Comunidad Europea, bloqueado, reducido casi a la supervivencia. Peor aún, amenazado. En el último mes, en la última semana, el Departamento de Estados Unidos, el Comando Sur, lo conminaron, le ordenaron suspender las elecciones. El impresentable Secretario General de la OEA, la liga de los peores gobiernos de America Latina, Argentina, Colombia, Panamá, Paraguay, Perú, Chile, les anticiparon que no iban a reconocer los resultados electorales (salvo que ganara la derecha).

Todos ellos, desde hace tiempo están conspirando para concluir la campaña para  “liberar a Venezuela y a Cuba”. Por todos lados aparecen documentos, planos, declaraciones que hacen referencia a una invasión de fuerzas combinadas de distintos países coordinadas por Estados Unidos, una reedición de lo que fue la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay en el siglo XIX. Y como ocurrió con el Paraguay, el objetivo principal es mucho más ambicioso que apoderarse de bienes naturales o anexar territorios. El objetivo principal es erradicar “el mal ejemplo”, que no queden ni cenizas de aquellos que se atrevieron a desafiar al sistema capitalista mundial y a los imperios occidentales.

Y sucedió que una importante porción del pueblo venezolano, decidió ir a votar y reelegir a Nicolás Maduro.

¿Que mueve a un pueblo a tomar semejantes decisiones?

Tuve el privilegio de estar brevemente en La Habana en 1993, en plena crisis  por la caída abrupta del sector externo de la economía cubana a raíz del desplome de la Unión Soviética y los países del Este. Persisten en mi memoria las imágenes de aquel pueblo que se volcaba a las calles y las plazas a discutir con pasión  lo que estaba sucediendo, que nos mostraban fotografía del tiempo que fueron gordos o gordas y que compartían con nosotros la última cerveza o refresco que les quedaba en la heladera.

También recuerdo esa decisión que expresaban sobre todos los más viejos, los veteranos de las misiones internacionalistas. No puedo olvidar el orgullo con que un viejo cubano me mostraba su uniforme de combatiente en Angola y sus palabras: – Vamos a resistir, nos moriremos de hambre, pero nos moriremos como cubanos.

Defender la Revolución se asentaba en el sustrato más íntimo, más visceral de sus convicciones. Defender la Patria.

¿Que mueve a los que persisten en la heroica resistencia del Pueblo de Palestina? ¿Que movía a ese hombre sin piernas, que siguió tirando piedras hasta que fue abatido por los francotiradores del ejercito israelí?

Estoy convencido que la decisión del pueblo venezolano se asienta en motivaciones parecidas. Nos cagaremos de hambre, enfrentaremos a los gringos como lo que somos, como venezolanos, como dignas hijas e hijos de Simon Bolívar.

Si quieren saber que es lo que mueve  estas decisiones que parecen suicidas o masoquistas, si  quieren saber como se ha ido forjando esa  convicción profunda., que parece maduradas en siglos,  pregúntenle a las mujeres venezolanas de los barrios populares, a las campesinas. Las que han sostenido hogares, consejos comunales, Claps y hoy se alistan en las milicias. A las que, incomodándose y poniendo el cuerpo, reviven al Che.

Lo que sigue en Venezuela va a  depender del chavismo que, como muy bien aclara Reinaldo Iturriza, no es sinónimo del gobierno bolivariano. Es un concepto mucho más amplio y fervoroso en la decisión de avanzar con la Revolución.

“Me preocupa mas el lunes que el domingo”, me comentaba un compañero venezolano. Pero fue preciso este domingo victorioso para tener lunes.

¿Podrá el chavismo derrotar a sus demonios internos?

¿Se resolverá la lucha de clases que hoy también traspasa al chavismo y el gobierno de Maduro a favor de una continuidad del proyecto revolucionario?

¿Como se desarrollarán esas disputas enmarcadas en la batalla urgente de enfrentar a la agresión imperial?

Seguro no depende del diagnostico, la opinión, o las sugerencias de quien escribe este texto emocionado a diez mil Km. de distancia.

Depende de los millones de héroes y heroínas que hoy vuelven a cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de ser dignos, los que levantan las banderas prohibidas por el sistema capitalista, los que  han construido un sueño lo suficientemente potente para volver a ilusionarnos y quitarle el sueño a los poderosos del mundo..

Pertenezco a una generación que se animó a ser radical y desafiar al sistema capitalista; que creyó en la actualidad de la Revolución y le puso el cuerpo.  Pertenezco a una generación que pagó su osadía con 30.000 desaparecidos. Puedo valorar lo que se arriesga cuando se toman decisiones como las que tomó este domingo el pueblo venezolano.

Mi admiración y mi solidaridad.

Patria y socialismo.

Gracias Guillermo. Gracias Venezuela