Sexta entrega de la serie Desde la Ventana. Poesía acuarentenada en Bogotá
Las moles continúan impertérritas contemplando el desastre.
Se piensan ajenas a la infamia, mas no inocentes.
 
La piedra de sus muros, el hormigón de su estructura, el vidrio de sus ojos
Son la arteria, el órgano y el esqueleto doliente de la tierra.
Son la sangre, el músculo y el hueso sufriente del minero.
Son el glóbulo, la fibra, el calcio quebrado de la obrera.

Son el grito dolorido del trabajo vivo y explotado.
Son, hoy, trabajo muerto. Ausencia de laburo y vida digna.
Son la faena que falta, la capital que vomita hordas de brazos.
Despojados. Expulsados. Olvidados. Informales laburantes del asfalto.
 
Tras las moles, al otro lado de Bogotá, en el atardecer, se adivinan los cerros.
Allí donde va a parar la vida sobrante, reserva del capital.
Vida indomable que sigue viviendo, amando, pariendo, laburando.
 
Allí, en los cerros, la vida nace, crece y se reproduce en cuarentena.
Allí, crecen los cambuches como hongos tras la lluvia.
Allí los niños juegan, los papás sueñan, las mamás hacen.
Allí la comunidad se desborda como océano de vida.
 
Allí, acompañamos a un ejército de lucha y defensa de Humanidad.
Allí, en días acuarentenados, los amantes del desorden y el caos
tumban los cambuches con sus palas, su policía y su ESMAD.
Y sus contratistas del ayuntamiento cual hormigas obedientes.
 
Allí, las familias son de nuevo desplazadas a la nada, la miseria, los márgenes, el hastío.
Otra vez el capital con su pala del despojo.
Otra vez la capital con sus “fuerzas del orden” desarmándolo todo.
 
Y la vida que sigue desparramando vida.
Y brotan las ollas comunitarias, y se alimenta el abrigo colectivo.
Y nace la organización, y crece la lucha y se reproduce la dignidad.
 
Y mueren las moles erguidas pensando que las miramos a ellas.
Y tras las moles los cerros y tras los cerros el sol que huye aterrado,
sumando un atardecer al calendario pandémico de la infamia.
 
Y allí, en los cerros, la vida desparramando vida.
Y el crepúsculo que anuncia nuevos horizontes de mañana.
Y el calor del fuego y la sopa comunitaria.