A veces, cuando las nubes se apartan dejando brillar la luna, atisbamos la libertad. Un microscópico agujerito se abre y en ese momento desearíamos ser más pequeños que la oscuridad para sentir la infinitud. Entonces, cogemos aire y notamos el peso de los pulmones que nos atan a esta tierra y lloramos el mundo al descubrir que vivimos encerrados. ¿Qué busca la escaladora en la cima? ¿Qué añora la marinera? ¿Quién no despierta en una cárcel como Gladys cada día?

Una reja, una mesa y una parra que se guarda aún de brotar nos regalan las sonrisas de Antonia y Matías, que reciben la diversidad de cuatro continentes en su casa-invernadero. Hoy un grupo de trabajo de Vía Campesina llega a visitarlos después de cinco días de reuniones entre las paredes enladrillas de un Albergue de Marbella. Sorteando el resultado de la especulación de esa ciudad cabe decir que rescatamos un centro andaluz en el cual aún subyacen voces discordantes. Tomando un respiro, en medio del orden, de los ojos extranjeros, de las plazas tomadas por la hostelería,  entramos en una tienda de comestibles para alegrar el paseo hasta la playa. La familia que trabaja en la tienda saluda a Juan Manuel que hoy vino desde Marinaleda a acompañar el acto. Las macetas declaman. ¡Cuánta necesidad de poetas! Aún hay esperanza. Atisbamos una casa que desgasta cronos y jugamos con la idea de ocuparla para amar, para amarnos las unas a las otras, las otras a las todas. ¡Cuánto amor necesitaron Antonia y Matías para no dejarse arrastrar por la corriente! La corriente que en El Ejido ha convertido a la humanidad en una especie única. Más de 33 mil hectáreas de invernaderos pueblan la zona. Kilómetros de hileras de plástico guardan hileras de kilómetros de monocultivo. Monocultivo regado y envenenado con el sudor de la explotación más perversa de todas. ¿Quién no se bestializa ante la brutalidad, ante el desamor, ante la ausencia de poetas y poesías? ¡toneladas de tomate acorchado! ¡toneladas de capitalismo brutal! Pero la homogeneidad se rompe cuando el autobús choca marcha atrás con uno de los puntales de madera del invernadero de Antonia y Matías. Y se produce el milagro: el autobús rompe su carrocería, el invernadero permanece en su ancianidad impertérrito.  Rodeados por un imperio, la resistencia sobrevive. Nos colamos por ese agujerito microscópico para desayunar pan con tomate y perejil, huevos con tirabeques y refrescar el viaje con infusión endulzada con la planta de la estevia. Son poetas, poetas de invernadero, siembran semillas madre, utilizan abonos naturales, y no les molestan las malas hierbas porque para ellos son buenas. ¿Conocéis mayor escala del amor? Las mariquitas han encontrado en su huerta la posibilidad de ser. Su cutícula roja salpicada de negro es el mejor antídoto frente al régimen del pulgón. Y la tierra en su dureza necesita poca agua pues no arde de dolor, el veneno no la quema. Al menos hasta el día de hoy.

Antonia y Matías tienen parado el invernadero, pues en unos días se irán. Con sus semillas, sus recuerdos y lo que saben hacer se ubicarán en otra tierra, más acorde con ellos, donde el horizonte se perfile amigo. Sin venenos, sin deudas. Trabajarán una tierra que les han cedido en uso por diez años. Después será edad de jubilarse. Adiós picores, adiós a esos vecinos que odian las mariquitas. Adiós tierra nuestra, tierra del mundo, tierra del trabajador, tierra de la campesina, tierra del agricultor. Unas pocas manos se enlazarán para despedir muchos años, mucha conciencia, mucha vida. Llorarán juntas. Reirán juntas. Y abrirán un cielo buscando el aire que esparza la simiente de un nuevo destino.

Un abrazo inmenso y la promesa de ir a visitarlos al nuevo hogar cierran la reja. Y de repente, de nuevo afuera, en medio de un abismo meticulosamente loteado. Una lágrima cae y la raíz se extiende infinita buscando la respuesta. Otra lágrima sigue a aquella agudizando la contradicción. ¿Qué duele? ¿La dificultad de entender cómo y porqué habrán vivido aquí tantos años o el saberlos marchándose a otro lugar y dejar todo esto a merced del orden tóxico que establecen los convenios y el dinero?

La puerta del autobús se cierra y envasados continuamos el camino.