En medio de una carretera del Paraguay hay un camino,

rojo, arenoso, abierto entre sojales, infinito.

Caminarlo lleva a las tierras de Marina Kue,

saludan a la entrada diecisiete cruces espigadas,

no han muerto, las mataron, terrible juego del poder.

 

Tierras que están en disputa, disputadas desde la ilegalidad

ambiciosa de una ideología que requiere la pobreza

para construir torres opulentas donde alojar la vanidad.

 

Tierras habitadas en resistencia, resistiendo desde la legalidad

equitativa de una ideología que no requiere disputa

para construir los hogares del buen vivir de la humanidad.

 

En medio de una calle de Asunción hay otra calle,

entre bloques de ladrillo, asfalto y contaminación,

lleva al albergue donde moran campesinos, campesinas.

Saludan a la entrada varios policías en guardia,

no están encerrados, están presos, presos domiciliarios.

 

Cuentan lo que fue, lo que es, sin pensar lo que será,

expuestos en los tribunales, sin pruebas que los puedan condenar.

No les juzgan las leyes, sino los que habitan las torres de la opulencia.

 

Hablan una lengua universal que responde en guaraní,

se saben chivos, pero su corazón fuerte y honrado no les culpa.

Van más allá de la lógica individual, luchan por un mundo mejor.

 

En medio de la ciudad entre casas y calles sin asfalto hay una cárcel,

Tacumbú la llaman, donde moran miles de varones condenados,

sin condena, inocentes y culpables, perdidos y encontrados.

Entre ellos Rubén Villalba sobrevive vendiendo insumos, encerrado

comparte palabras, lágrimas y abrazos, es un líder, un revolucionario.

 

Entre palabras observa, recuerda y olvida,

quiere un país mejor y pide perdón por no haberlo conseguido.

Detiene el tiempo del reloj para congelar el momento que pasa.

 

Entre ratas y cucarachas esquiva la enfermedad

que permanente acecha y despide a los amigos por un rato

esperando que alguno retorne cuan Odiseo a su patria.

 

En medio de una carretera del Paraguay hay un camino,

rojo, arenoso, abierto entre sojales, infinito.

Caminarlo lleva a las tierras de Marina Kue,

saludan a la entrada la resistencia de sus moradores,

viven y siembran las tierras que el Estado debió repartir.

 

Saludan a los compañeros forasteros y agradecen la visita,

comparten lo que tienen con alegría y enseñan a caminar

con paso firme ante el silencio, construyen el día en el día.

 

Lloran por dentro y sangra la herida de una masacre tejida

que sin aviso disparó a matar para al gobierno tumbar

y su poder reinstalar en tierra guerrera que quiere cambiar.

 

Hoy, un presidente Horacio quiere el tema zanjar,

se declara reserva, reserva natural Marina Kue, ¡Cruel Marina!

Primero de nadie y de todos, luego privada, después estatal,

de ahí robada por un Riquelme colorado sin vergüenza.

Sus astucias ganaron una batalla, ¡el pueblo unido jamás será vencido!

Cartes, ¡vete ya!

Poema dedicado a las presas y presos del caso Curuguaty,  a las que cumplieron una condena injusta y a los que siguen encerrados en Tacumbú.